Cuestión de suerte

                                                         "Lo peor es pedir" (1812) Francisco de Goya


- No creo que pueda pedirse mucho más para ser un lunes por la tarde - dijo Jota, apilando las monedas en el suelo - casi veinte euros, diecinueve euros con treinta y siete céntimos, toda una fortuna - y con el dorso de la mano se limpió la nariz en un gesto suyo tan característico como desagradable-. No está nada pero nada mal, no señor. ¿Con esto tengo...? Con esto tengo para un bocata y para dormir en la pensión calentito esta noche. Todo un lujo, ya ves, voy a tirar la casa por la ventana - gritó soltando una estruendosa carcajada tras la cual volvió a limpiarse la nariz moqueante-.
Mientras le observaba me preguntaba cómo habíamos llegado a este punto sin retorno. En qué momento de nuestras vidas nos habíamos equivocado al tomar las decisiones por las que habíamos aterrizado en este aquí y ahora vacío. Toda mi vida intentando superar la ansiedad que me provocaba el futuro y la angustia que me provocaba el pasado para de repente, como regalo de la vida, chiste sin gracia del destino, encontrarme centrado en el momento presente cual monje budista pero sin túnica ni inciensos aromáticos. "Disfruta del presente" leí hace poco en la entrada de una cafetería, y sonreí porque mi presente está muy, muy jodido.
- Así que me retiro por hoy -. Jota introdujo las monedas en el bolsillo izquierdo de su desgastado pantalón y colocándose los raídos guantes se puso trabajosamente de pie con la ayuda del bastón. - Me piro. Con la música a otra parte. A tomar viento fresco, fresquito. Espero que tengas suerte, querido amigo, la vas a necesitar, porque esta noche va a caer una helada de mucho cuidado... 
En el caso de Jota estaba claro que lo suyo no había sido una sola decisión sino un cúmulo de decisiones enmarcadas en unas circunstancias poco favorables desde su nacimiento. Pero en mi caso, en mi caso aún no consigo encontrar una respuesta a esa cuestión. Lo tuve todo y pude tener incluso más hasta que varios fantasmas me atraparon sumiéndome en una oscuridad que ya duraba demasiado tiempo.
En el preciso momento en el que le veía irse renqueando me di cuenta de que lo que iba a hacer era ruin, bajo, despreciable, mezquino, lo peor de lo peor en la escala de la moralidad, pero a estas alturas de mi vida, lo confieso, mi moralidad anda perdida por alguna alcantarilla de esta miserable ciudad y dudo que vuelva a recuperarla.
- La suerte hay que buscarla, querido amigo - murmuré, decidido a empezar de cero, acariciando la navaja que siempre llevo en el bolsillo izquierdo de mi desgastado pantalón (regalo de graduación de mi padre, por cierto) - y yo soy de los que suelen encontrarla.

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