A contraluz - Rachel cusk


Título original: Outline
Traducción: Marta Alcaraz Burgueño
Edición: Libros del Asteroide (2016)
Páginas: 218 
ISBN: 978-84-16213-82-5
Precio:18,95€
Calificación: 7/10

Lo que más me ha gustado: la excéntrica riqueza de metáforas, símiles e imágenes literarias que usa Rachel Cusk a lo largo de toda la narración. Son como los puntitos de color de un cuadro impresionista, cada uno por separado tiene su valía, y todos juntos dejan un retrogusto de belleza cuando se acaba el libro.  

Lo que menos me ha gustado: el ritmo de la narración es lento. No hay diferencia entre la voz narrativa y la voz de los personajes, quienes al fin y al cabo hablan a través de la versión subjetiva de la protagonista. Por ello en un primer momento puede costar meter la cabeza en el libro, conectar con ellos, pero os garantizo que merece la pena hacer el intento.
"La palabra «elipsis» , por ejemplo, podía traducirse, por lo visto, como «ocultarse tras el silencio»." (Pág. 161)
Aquí está, otro de esos libros "diferentes" que aglutinan detractores y admiradores a partes iguales. Si hace poco fue Jenny Ofill quien me sorprendió con su agudeza narrativa y su original en Departamento de Especulaciones ahora ha sido Rachel Cusk quien con su visión de sí misma A contraluz revuelve los cimientos de la narración clásica dando una vuelta de tuerca al concepto de "protagonista" y profundizando en interesantísimos temas de cómo las personas nos vemos, en la actualidad. Rachel Cusk se arrebata la voz, se silencia voluntariamente. Podría haber escrito la típica historia de madre separada- con dos hijos - problemas económicos - autoestima por los suelos. Sin embargo, renuncia a eso porque, precisamente, lo que menos le interesa en este momento es hablar de sí misma. 
"En un naufragio se pierden muchjísimas cosas. Lo que queda son fragmentos, y si no te agarras bien a ellos, el mar te lleva a ti también. Sin embargo, añadió mi vecino, todavía creo en el amor." (Pág. 29)
Se ha convertido en una mujer cínica, desencantada, incluso podríamos decir que un poco amargada y muy desorientada. Camina con inseguridad por lo que hoy algunos se conoce como "la crisis de la mediana edad". Una mujer que tuvo todo lo que se supone que se debe tener para ser feliz y que, de repente, ve su reflejo en un espejo y comprueba que ya apenas le queda nada. Ya no quiere convencer a nadie, ya no quiere discutir con nadie, ya no desea nada, ya no espera nada de nadie. En ese proceso doloroso pero necesario de reconstruirse no ha perdido, sin embargo, su mirada afilada, su capacidad de observación magnífica y algo que hoy en día se valora enormemente por su carencia: su capacidad de escuchar.
"Lo que Ryan había aprendido de todo aquello era que tus fracasos nunca dejan de regresar a tu lado, mientras que tus éxitos son algo de lo que siempre tendrás que convencerte." (Pág. 41)
Una escritora viaja a Grecia a impartir un curso de escritura creativa y en ese viaje va encontrándose con distintas personas que no sólo se paran a hablar con ella sino que se desnudan emocionalmente ante ella. Ya está. No hay más argumento. No hay giros, no hay acción, no hay tensión, el peso recae única y exclusivamente en esos personajes que hablan y hablan hasta vaciarse y que caen más o menos simpáticos según cada lector. Está el "vecino de vuelo", cuyo nombre nunca llegamos a saber, y que en ese vaciamiento va sintiéndose cada vez más atraído hacia la escritora, la cual está tan desconectada del arte de la seducción que no ve las señales que él la va enviando. Está ese compañero de curso, un hombre casado que no puede evitar de vez en cuando reafirmarse en ese seductor que una vez fue y que también sufre plagas en su vivienda, de escarabajos, por dejar una ventana abierta, como ese pasado que siempre regresa. La escritora que ha derivado en una corriente feminista tras haber vivido en su propia piel la desilusión y el sacrificio de su espacio y su ambición en aras de su familia. El amigo que recuerda aquella vez que se encontraron y que ella era tan feliz con su familia que le provocó envidia, tanta que le sacó una foto que guardó y que ahora lleva en su maleta para entregársela. Y la escritora que va a reemplazarla en el apartamento, con una crisis creativa fortísima debido a estrés postraumático que un hecho reciente le ha causado. La maternidad, la crianza de los hijos, el amor, el desamor, la identidad personal, las aspiraciones profesionales, la escritura como técnica y como arte, la vida como una forma enfermiza de dar círculos, son algunos de los complejos temas que van abordando en esas conversaciones que a veces parecen conferencias, a veces monólogos, a veces conversaciones de psicólogo, a veces de amigos...
"Me parecía, continué, que muy pocos de nosotros llegábamos a saber lo verdaderamente buenos o lo verdaderamente malos que podíasmos ser, y que la mayoría nunca íbamos a vernos tan contra las cuerdas como para poder descubrirlo." (Pág. 62)
Una historia tras otra se va enlazando de forma aparentemente aislada, configurando cada uno de los diez capítulos un eslabón de la cadena con un denominador común: esa escritora desanimada, triste y pusilánime, que se deja llevar por el viento griego sin molestarse en ponerse un sombrero o cubrir sus ojos con unas gafas de sol. La elección de Grecia no es casual. ¿Qué representa Grecia en nuestro imaginario? Lo vemos como un país con un pasado riquísimo, culto, cuna de nuestra civilización, acariciado por el
sol y un mar limpio y azul... pero que hoy es ruina: ruina cultural (el ágora ateniense es el rincón favorito de la escritora), ruina económica, ruina existencial. Un país «que vive de rodillas, sumido en una muerte lenta y agónica».
"Algunas veces, continué, me parece que la vida es una serie de castigos por esos momentos de inconsciencia, que el destino de uno se labra con aquello en lo que no nos fijamos o de lo que no nos apiadamos; que lo que ignoras o no te molestas en comprender se convertirá, precisamente, en aquello que no te quedará más remedio que conocer." (Pág. 86)
Así ve la protagonista su vida: un lugar que en su momento fue seguro, una zona de confort, un rincón en el bosque, pero que ha sido devastado por un tsunami de tal calibre que el mero hecho de existir le duele y por ello decide callar y dedicar sus escasas fuerzas a escuchar descubriendo con sorpresa que a través de las historias de los demás puede llegar a conocerse a sí misma, verse "A contraluz". 
"Pero si quieres encontrar algo, tu única esperanza consiste en quedarte exactamente donde estás, en el lugar acordado. Sólo es cuestión de cuánto puedes aguantar allí." (Pág. 16)
Sin embargo, la pasividad de la protagonista en la acción es sólo aparente. Los personajes no hablan con una pared, sino con una mujer observadora, que ve la realidad de forma microscópica (en eso me ha recordado a mi querida Natalia Ginzburg, esas lentes de aumento que se colocan para observar hasta el minúsculo pelo que reposa en la hombrera del jersey) y que de vez en cuando interviene en los desahogos de los personajes dando su punto de vista y mostrando una cierta obsesión o empecinamiento por un tema que como un leit motiv se va repitiendo a lo largo de toda la narración: la subjetividad. Porque si hay algo peor que el olvido es la tergiversación, la parcialidad, la presentación selectiva de los hechos. El olvido no duele, no emociona, es invisible. Pero la subjetividad engaña tanto al que la sufre como a aquél con el que la comparte. El olvido borra, la subjetividad deforma.
"Pero ninguno ve las cosas como realmente son. Y, de igual manera, yo empezaba a ver mis propios miedos y mis propios deseos manifestándose fuera de mí, empezaba a ver en las vidas ajenas un comentario de la mía." (Pág. 71)
Verse así mismo a contraluz; ver a sí mismo como el negativo de una fotografía.
"Mediante una especie de exposición inversa, esa antidescripción, a falta de una definición más precisa, le había permitido descubrir algo: mientras él hablaba, ella había comenzado a verse a sí misma como una figura, una silueta, con todos los detalles flotando a su alrededor mientras la figura en sí permanecía vacía." (Pág. 210)
En conclusión, un libro fascinante. Lo que Rachel Cusk ha conseguido en él no es fácil, requiere una gran técnica y una gran imaginación: ese cierre del círculo narrativo que comienza igual que acaba, con un compañero de viaje de avión; esos personajes tan vivos que contrastan con esa narradora de perfil bajo que vamos conociendo a través de la lectura entre líneas; ese gris narrativo salpicado de colores y formas metafóricas... Todo ello hace de Rachel Cusk una narradora excepcional cuya pista seguiré y que ha logrado que yo también, de naturaleza callada, empiece a verme "a contraluz". 

Comentarios

  1. Me suelen gustar esos libros en los que aparentemente no pasa nada porque suele ocurrir que lo que pasa en ellos es precisamente la vida.
    No conocía título ni autora, así que gracias por descubrírmelos.
    Besos

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    Respuestas
    1. Muchísimas gracias a ti, Lorena por pasarte por mi casa. Coincido completamente contigo pues a mí me ha pasado igual. En los últimos meses ya no busco libros con giros dramáticos ni efectos especiales. Degusto la literatura que transcurre a ritmo lento, que se deja saborear, y este es un libro ideal para ello.
      Me halaga haber podido sorprenderte con este libro pues me consta que eres una lectora voraz y de gusto exquisito.
      Un abrazo

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