Él y yo - Natalia Ginzburg
Título original: Lui e io [Incluído en el libro Las pequeñas virtudes]
Edición: Acantilado. Febrero 2002 (1ª ed. Séptima reimpresión Junio 2016).
Traducción: Celia Filipetto
Traducción: Celia Filipetto
Páginas: 59-77
ISBN: 978-84-95359-66-7
Precio: 14,00€
Calificación: 10/10
"Dice que mi llanto es pura comedia; y tal vez sea cierto. Porque en medio de mis lágrimas y su furia yo estoy completamente tranquila.
Por mis dolores reales, no lloro nunca". (Pág. 71)
Natalia abre el visillo del salón de su casa, sigilosamente, a fin de que una vez más podamos entrar a cotillear en su vida. Parece que nos dice: «Pasen, no les de vergüenza. Al fin y al cabo lo que van a ver y oír aquí no creo que les resulte tan desconocido». Pero el lector no puede evitar sentir mientras lee que está comiento un delito, o haciendo algo indebido, como si hubiese cogido el diario de la mesilla de su hermana para, a hurtadillas, mirando a cada rato por encima del hombro, leer esos secretos inconfesables, satisfacer nuestras ansias de hurgar en las vidas ajenas. Este relato que hoy comentamos es, sin duda, uno de los más personales e íntimos de la escritora, lo que nos impacta dada la reserva y discreción a la que ella nos tiene acostumbrados respecto a todo lo relacionado con su vida más íntima.
En 1949 Natalia acude al Congreso del Pen Club que se celebra ese año en Venecia y allí se reencuentra con un hombre al que había conocido cuatro años antes, un hombre que entonces se parecía al apuesto Robert Donat pero que en Venecia le recordó a Balzac. Un hombre con el que paseó por las calles de Roma y del que en ese momento no sospechó que se convertiría en su segundo marido: Gabriele Baldini, ensayista italiano
especializado en literatura inglesa. El 5 de diciembre de 1949 anuncia a su gran
amiga Ludovica Nagel (traductora y secretaria de la Editoria Einaudi): "Mi sposo con
un uomo che si chiama Gabriele Baldini". Gabriele tiene treinta años,
pelo castaño y barba y devuelve a Natalia la alegría de vivir gracias a
su exuberancia abrumadora, su cultura sin fin, su humor, su pasión por
el cine y su ternura con los hijos de Natalia. Contraen matrimonio en abril de 1950 y nacen Susanna
(en 1954, con una grave malformación que superaría gracias a diversas intervenciones quirúrgicas realizadas en
Dinamarca) y Antonio (que fallecería al poco tiempo de cumplir un año de vida, en 1960).
Cuando Natalia escribe este relato, en verano de 1962, el matrimonio ha pasado ya por momentos complicados. Y a ellos hay que sumar otro enemigo: la convivencia. Las diferencias entre ambos salen a flote y lo que al principio hacía reír a Natalia, ahora la enfada y la hastía. Las cualidades que antes admiraba de Gabriele ahora le parecen pedantes y sobreactuadas. Ella sigue amándole pero la realidad se ha instalado en la casa de ambos de tal forma que es un invitado difícil de echar. Dicen que algunas mujeres tienden a enamorarse del reflejo de su padre y en el caso de Natalia respecto a Gabriele parece verdad: no es difícil encontrar similitudes entre éste y el padre que nos presenta en su "Léxico Familiar". Así, Gabriele, al igual que Beppino, es una persona dominante, con un alto concepto de sí mismo y de sus opiniones. Ese hombre mandón, exigente y perfeccionista, un poco autoritario, se regodea en demostrar su superioridad sobre Natalia a cada momento.
Ella protesta, se defiende:"Si le cuento cómo me ha ido la tarde, le parece una tarde equivocada por completo, y se divierte, me toma el pelo y se enfada; y dice que yo, sin él, no sirvo para nada". (Pág. 65)"Si le propongo sacarme yo también el permiso, no quiere. Dice que de todas maneras no lo iba a conseguir. Creo que le gusta que en muchos aspectos dependa de él". (Pág. 65)"Él no mejora en mí la indecisión, la incertidumbre en cada acción, la sensación de culpa. Suele reírse y tomarme el pelo por la más mínima acción. Si voy al mercado a hacer la compra, él me sigue a veces sin que lo vea y me espía. Después se burla de mí por la forma en que hice la compra". (Pág. 70)
"Durante el proceso Montesi tuvimos una pelea furibunda precisamente por eso, por su respeto a la autoridad constituida". (Pág. 60)"Pero si alguna vez descubro que es él quien se equivoca, se lo repito hasta la exasperación. Porque a veces soy pesadísima". (Pág. 70)"Sus ataques de furia son imprevistos y se desbordan como la espuma de la cerveza. Mis ataques de furia también son imprevistos. Pero los suyos se pasan enseguida, mientras que los míos dejan un a estela quejumbrosa e insistente, pesadísima, creo, una especie de amargo maullido". (Pág. 71)
Gabriele no es aparentemente violento. No insulta, no agrede, pero leyendo El y yo no he dejado de preguntarme ¿es un maltratador psicológico? Mina las pequeñas acciones como la gota que agujerea la piedra, menosprecia, infravalora, incomoda...
Lo habéis adivinado. Gabriele en este relato me resulta antipático.
Natalia y él son tan opuestos como un cisne y un grajo. «Él siempre tiene calor; yo siempre frío», dice Natalia. Él habla idiomas, se orienta bien, disfruta del teatro, la pintura y la música, es extrovertido... y así, una tras otra, Natalia va enumerando diferencias haciendo un listado en el que ella, con su habitual humildad y fragilidad, siempre sale perdiendo. Gracias a este relato, sin embargo, sabemos muchas cosas de ella, pues hablando de él, se describe a sí misma. En otoño de 1962 se publica Le piccole virtú (Las pequeñas virtudes, Acantilado) que contiene este relato inédito hasta ese momento. ¿Cómo reaccionó Gabriele al leerlo? ¿Le asaltaría uno de esos arrebatos suyos de ira o por el contrario desplegó ese sentido del humor que enamoró a Natalia y fue capaz de reírse de sí mismo? No he encontrado por internet nada que me sirviese de respuesta a esta pregunta. No sé si Natalia recordaría con el tiempo esa época como una época oscura y estresante o si, por el contrario, la recordaría como una época en la que a pesar de todo se sintió feliz porque seguía teniendo esperanzas como aquella temporada en los Abruzos... El 19 de Junio de 1969 Gabriele fallece a consecuencia de una transfusión de sangre infectada
que se le practicó tras sufrir un accidente de coche en Roma, en Muro
Torto, al lado de Villa Borghese. Natalia tenía 53 años y se quedaba viuda por segunda vez.
Entrada creada en el marco de la iniciativa de Adopta una Autora, proyecto que tiene como objetivo, tal y como indica su nombre, adoptar una autora (que conozcas, quieras conocer y, sobre todo, desees dar a conocer) independientemente de su raza, religión, orientación sexual, época o temática. Un proyecto sumamente interesante sobre el que podéis obtener más información en su blog https://adoptaunaautorablog.wordpress.com. ¿Se animan?
Entrada creada en el marco de la iniciativa de Adopta una Autora, proyecto que tiene como objetivo, tal y como indica su nombre, adoptar una autora (que conozcas, quieras conocer y, sobre todo, desees dar a conocer) independientemente de su raza, religión, orientación sexual, época o temática. Un proyecto sumamente interesante sobre el que podéis obtener más información en su blog https://adoptaunaautorablog.wordpress.com. ¿Se animan?
A lo de la primera cita yo lo llamo llorar a destiempo. Acumulas lágrimas que no liberas y luego de repente, por cualquier nimiedad, empiezas a llorar y no puedes parar. Y sí, la tristeza es un sentimiento tranquilo, demasiado, porque eso es peligroso.
ResponderEliminarA mí Gabriele tampoco me ha gustado según lo cuentas. Lo que si me ha gustado ha sido tu entrada. Porque sí, lo reconozco, soy una pequeña chupóptera que me encanta que los escritores se dejen la piel, la sangre y el alma si hace falta en lo que escriben. Y en este relato se ve que Natalia Ginzburg se ha desnudado aunque sea con su estilo discreto y tranquilo.
Un abrazo
Muy acertada tu observación sobre llorar a destiempo. Cierto. Eso es lo que le pasa a Natalia en este relato y, creo, que a lo largo de toda su vida. Da la sensación de que aprendió a sobrevivir más que a convivir con su desgracia y la vida se le hizo cada vez más cuesta arriba. A pesar de ello nunca dejó de escribir y por eso su dolor se deja entrever en toda su narrativa a pesar de sus intentos por ocultarlo.
EliminarMe alegro de que te haya gustado. Creo que a Ginzburg las lectoras chupópteras como nosotras le caeríamos bien ;-)
Un abrazo
Bueno, creo que entre ayer y hoy me he puesto al día con todas tus reseñas pendientes!!! si es que no me da la vida y encima las notificaciones no me llegan bien *peleándome con internet en 3, 2, 1...*
ResponderEliminarComo sabes me descubriste a Natalia y cada vez que leo una entrada tuya es como si me pusiera al día con una vieja amiga. Tengo que buscar en la biblioteca algunas de tus recomendaciones, que como me gustan todas, pues no sé por dónde empezar.
Dices que este es uno de los libros más íntimos de Natalia (entre nosotras ya la vamos a llamar Naty jejej) y creo que lo has sabido reflejar muy muy bien!
En cuanto al resto de las entradas, de tu mega lista de lecturas ya me apunté libritos, que menudo mes de buenas lecturas tuviste amiga!! ^^
Me encanta pasar por aquí!
Un abrazote ! :D
¡Cómo me gusta lo de Naty! Es que Naty se deja querer... ;-) Pues te aconsejo que empieces por "Léxico Familiar" porque ahí cuenta la historia de su familia y vas viendo el universo Ginzburg de primera mano, su sentido del humor, su tono narrativo sencillo y coloquial que deja entrever un montón de cosas de ella. Si en lugar de empezar, así de golpe, prefieres algo más cortito "Las pequeñas virtudes", de donde está extraído este relato, es perfecto aunque es aconsejable conocer algo antes de su biografía para entenderlo mejor. En fin, que me enrollo, jajaja. Espero que tus peleas con internet no sean demasiado duras, aunque de esto de conectividad tampoco te hablo mucho porque vaya mesecito que me está dando mi compañía...
ResponderEliminarUn placer que pases por aquí. La próxima vez avísame y te preparo un cafecito <3
Por cierto, hablamos de lecturas pero vaya libros que estás devorando tú también, maja. Lo que aprendo (y disfruto) leyendo tu blog...
Ese abrazo gordo