Por último, el corazón - Margaret Atwood



Título original: The Heart Goes Last
Edición: Ediciones Salamandra, 2016
Traducción: Laura Fernández Nogales
Páginas: 410
ISBN: 978-84-9838-761-2
Precio: 20 €
Calificación: 8/10

Lo que más me ha gustado: los dilemas morales que Atwood plantea en esta novela convirtiéndola no sólo en una excelenta narración con una trama bien montada y consistente sino también en una buena excusa para que el lector reflexiones sobre la sociedad actual.

Lo que menos me ha gustado: debido probablemente a que como lectora prefiero las realidades más tangibles, hay giros en la novela, sobre todo al final, y licencias de la ficción especulativa, que si bien me sacaron una sonrisa y resuelven los conflictos, me dieron la sensación de estar pillados con alfileres, demasiado etéreos, demasiado perfectos.
"—Eso no es justo —se quejaba Charmaine—. ¡Todo estaba ya zanjado!
—Nada está zanjado —responde Jocelyn—. Cada día es distinto. ¿No es mejor hacer algo porque lo has decidido tú en vez de hacer las cosas porque tienes que hacerlas?" (Pág. 409)
El comienzo de la novela es, cuando menos, inquientante. Una pareja, Stan y Charmaine, viven "apretujados" en su coche, la única posesión que les queda después de que una brutal crisis económica les dejara sin trabajo, desahuciados y sin posibilidad de rehacer su vida. Malviven gracias al mísero sueldo que Charmaine consigue de su trabajo como camarera en un bar que conoció tiempos mejores mientras que Stan intenta desesperadamente encontrar una forma de ganarse la vida. Por si todo lo anterior no fuera poco, el miedo a que les roben el coche, les agredan o incluso les maten las bandas de delincuentes incontrolados que se han hecho con la calle les obliga a vivir en un entorno asfixiante en el que dar un paseo o salir a correr es toda una utopía. Leyendo estos primeros capítulos es inevitable imaginar un mundo futuro al más puro estilo "Mad Max". Sin embargo, la gran proeza de Margaret Atwood en esta novela es lograr no sólo que nos demos cuenta de que la acción se está desarrollando en un futuro mucho más cercano sino que además puede trastarse de nuestro propio futuro. Con mucho tacto nos va colocando, al igual que hacía en El cuento de la criada, en una distopía que no nos resulta a veces tan lejana ni imposible, volviendo a decirnos algo así como: «Os aviso, si no cambian las cosas podríais acabar, queridos lectores, sí vosotros, como Stan y Charmaine». 
"Eso de perder la casa y, y... eso le ha pasado a mucha gente. A la mayoría. «Pero no a todo el mundo —quisiera contestarle Stan—. No le ha pasado a todo el mundo, joder.» A la gente rica no le ha pasado."(Pág. 17)
Con este argumento tan de ciencia ficción, aunque Atwood prefiere situarse en el ámbito de "Ficción especulativa", la autora ya tiene la excusa perfecta para poder plantearnos una serie de cuestiones realmente interesantes. La primera: ¿prefieres vivir en un entorno seguro con las necesidades básicas cubiertas pero con tus libertades limitadas o, por el contrario, es preferible permanecer libre aunque ello implique la inseguridad de no saber si esas necesidades básicas podrán ser satisfechas? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a renunciar a nuestras libertades civiles  fin de seguir el estilo de vida que deseamos y tanto nos han vendido como "el mejor"? Esta primera pregunta se plantea casi de forma directa cuando Atwood, tras habernos metido en la piel de Stan y Charmaine, nos presenta "Positrón", un proyecto privado que aprovechando la alta rentabilidad de las cárceles ha apostado por construir en torno a ellas la ciudad de Consiliencia, una ciudad modélica en la que disfrutar de trabajo, vivienda, comida y ropa en un entorno seguro y feliz, al más puro estilo de las películas de los años 50 donde todo eran tacitas de porcelana, sofás con fundas de flores, bordados y canciones de Doris Day. Eso sí, una vez dentro no se podrá salir y se tendrá que acatar las estrictas normas de convivencia. Una de esas normas, a la que la foto de la portada hace referencia, es al doble ritmo de vida que se llevará en Consiliencia pues con el fin de garantizar que todos los habitantes tengas acceso a la vivienda, se deberá vivir un mes dentro de la cárcel (de ahí los trajes naranjas) y otro mes fuera (de ahí la ropa "normal" que llevan los modelos debajo).
"¡Por fin una visión de futuro! Incluso los más depresivos dijeron que por qué no probarlo, ya que todo lo demás había fallado. La gente se moría por un poco de esperanza, estaban ansiosos por tragarse cualquier cosa que los inspirara." (Pág. 65)
Atwood nos da en esta novela una nueva clase magistral de qué es una perfecta construcción de personajes en una novela. No sólo porque cada uno de ellos se encuentra bien definido y diferenciado (nunca ha dejado de sorprenderme en Atwood ese don que tiene para que los hombres hablen como hombres y las mujeres como mujeres sin caer en estereotipos fáciles ni manidos) sino porque además los hace evolucionar, moverse y actuar a sus anchas de tal forma que no sólo les conocemos por lo que el narrador nos cuenta de ellos sino que, como si de una buena película se tratara, los lectores podemos extraer nuestras propias conclusiones, como si les estuviésemos conociendo en persona.
"Charmaine cronometra el Procedimiento: cinco minutos de éxtasis. Es más de lo que mucha gente experimenta en toda su vida.
Luego se queda inconsciente. Ya no respira. Por último, el corazón falla." (Pág. 103)
Charmaine es el prototipo de "buena chica norteamericana". Modosa, reprimida sexualmente, ingenua, moralista y romántica empedernida, casi cursi. Una mujer bienintencionada, simple y detallista cuya moral construyó su abuela Win a base de frases que parecen extraídas de libros de autoayuda y psicología positiva barata, frases como: «El aseo y la devoción siempre van de la mano», «los milagros siempre pueden ocurrir», «vamos a hacer palomitas o a mirar flores para olvidar la cosas tristes», o «el sol brilla en las olas superficiales. La profundidad es demasiado oscura».
"Conor habría sabido qué hacer. Conor le habría dado un buen puñetazo, lo habría convertido en comida para pollos. Conor habría cobrado un precio más alto. Conor habría sido el cabecilla de esos vándalos. Pero quizá Conor no hubiera sobrevido cuando la Dirección empezó a corregir con mano de hierro esos fallos de Positrón." (Pág. 99)
Stan, por el contrario, es un hombre frío, inseguro y gruñón, que sobrelleva mucho peor que Charmaine toda la coyuntura económica que están atravesando y que vive con complejo de inferioridad respecto a su hermano mayor, Connor, un delincuente de poca monta al que sin embargo la crisis económica le está viniendo de maravilla. Mientras que Stan descubre que con su esquema de valores, su integridad ética y su honradez la crisis se lo va a comer vivo, Connor, que siempre ha vivido al margen de las normas y cuyo pasatiempo favorito ha sido atemorizar y acomplejar a Stan, se ha adaptado perfectamente a los nuevos tiempos gracias a su moral de "matón".
"Aunque se lo puediera explicar a alguien, y aunque la creyeran, fingirían no hacerlo, porque verían la verdad como el botulismo. Tendrían miedo de contagiarse." (Pág. 237)
Sin embargo, ninguno de estos personajes es plano. Como decía, Atwood extrae a la superficie el lado oscuro que todos tenemos y en el que esos personajes resultan aún más enriquecedores. Una vez que Stan y Charmaine entran a vivir en Consiliencia, Atwood plantea la segunda cuestión al poner en tela de juicio la viabilidad de planteamientos burgueses tales como la monogamia o la rutina de la vida de la clase media (trabajo-casa-trabajo). Así, una vez pasada la etapa de euforia por volver a llevar "una vida normal" con una ocupación, una renumeración y una nevera y un armario llenos resurgen las insatisfacciones y las frustraciones personales de tal forma que ni Charmaine es la mujer tan modosita y bondadosa que creíamos conocer ni Stan es el hombre tan pusilánime que hasta ese momento habíamos visto. Poco a poco, Margaret va desentrañando la trama, los secretos ocultos, las pasiones que se convierten en obsesiones, el sexo como leit motiv de la vida de los dos protagonistas dentro de la utópica ciudad. Ciudad que a medida que vamos pasando las páginas resulta cada vez menos utópica y más similar a nuestra sociedad de lo que podríamos llegar a imaginar.
"Porque los ciudadanos siempre han sido un poco reclusos y los reclusos siempre han sido un poco ciudadanos, y Consiliencia y Positrón sólo han hecho oficial esa dualidad". (Pág. 200)
La mano de obra barata que supone el trabajo en la cárcel del Proyecto Positrón es aprovechada por los inversores privados que ven cómo, con la excusa de proveer a sus habitantes de un buen nivel de vida, no necesitan ya fabricar en países asiáticos o latinoamericanos como hacían hasta entonces sino que al lado de sus propias oficinas, pueden tener esos talleres a precio de coste y con un margen de beneficios amplísimo. Pero "Por último, corazón" es también una historia sobre la ambición del ser humano, del capitalismo más inhumano. Los inversores, viendo los pingües beneficios que están obteniendo, planean ampliar el negocio al tráfico de órganos, contrabando de sangre de bebés (de propiedades rejuvenecedoras y sanadoras, según estudios recientes) y el más revolucionario de todos: operaciones neurológicas de impronta. Mediante éstas operaciones, igual que los patitos siguen al primer objeto que ven nada más nacer (proceso fisiológico estudiado por Lorenz -Premio Nobel de Medicina en 1973- que explica comportamientos innatos en los animales como que los patitos sigan todos en fila a su madre hasta que son adultos), el paciente amará y seguirá toda su vida a la primera persona u objeto que vea tras recuperarse de la consciencia, convirtiéndose en su esclavo sexual y romántico, a la vez que feliz porque su cerebro no registrará ningún tipo de rechazo o repulsa. La completa sumisión sexual y efectiva como objeto de mercado. Y aquí Atwood entronca con una tercera cuestión también central en la novela: el del libre albedrío, o dicho otra manera, cómo somos capaces de autoengañarnos o dejarnos engañar a fin de justificar nuestras acciones, o, dando otra vuelta de tuerca, cómo a veces preferimos que nos digan qué tenemos que hacer y así no tener que enfrentar la responsabilidad de nuestros actos.
"Nosotras no pensamos que los clientes se están mueriendo —le comentó una de ellas en su primera visita—. A fin de cuentas, todo el mundo se está mueriendo, pero algunos lo hacemos más despacio." (Pág. 329)
Y en medio de este entramado Stan y Charmaine se verán obligados, como consecuencia de sus pasiones y sus lados oscuros, a colaborar en una conspiración que pretende informar y denunciar al exterior todo lo que está sucediendo dentro de Consiliencia. Un viaje a Las Vegas con imitadores de Marilyn y Elvis dará marco al desternillante y a veces un poco rocambolesco desenlace de esta novela que, al más puro estilo Atwood, con su humor negro y ácido, pretende presentar una distopía que cala hondo en el lector más crítico cuando ve en ella una posibilidad no tan lejana. Al final la autora nos presenta un final feliz, aunque, viniendo de Atwood, ¿puede que ese final no sea tan feliz? En conclusión, otra genial novela de la autora, pero si de verdad quieren introducirse en el mundo Atwood mi recomendación es que comiencen por El cuento de la criada, una obra indispensable de la que se bifurca, como una hija emancipada, Por último, el corazón.

Un apunte biográfico. Margaret Atwood.  

 

Margaret Eleanor Atwood nace el 18 de noviembre de 1932 en Ottawa (Ontario, Canadá). Hija de Margaret Dorothy, nutricionista y Carl Edmund Atwood, entomólogo, es la segunda de tres hijos. Debido a la profesión de sus padres pasó buena parte de su infancia en los bosques de Quebec, no asistiendo a la escuela hasta que cumplió los ocho años. Fue en ese momento cuando se convirtió en lectora voraz de los Cuentos de Grimm, historias de animales canadienses y cómics. Con dieciséis años comienza a escribir. En 1957 asiste a la Universidad de Toronto donde empieza a publicar poemas y artículos en el periódico de la misma. En 1961 se gradúa en filolofía inglesa con estudios de francés y filosofía. En 1968 se casó con Jim Polk, escritor que conoció en Harvard, de quien se divorció en 1973. Posteriormente, contrajo matrimonio con el novelista Graeme Gibson, trasladándose a vivir a Ontario y en 1976 nace su única hija Eleanor Jess Atwood. En 1980 regresa a Toronto donde vive en la actualidad.

Desde 1965 ha estado compatibilizando la docencia universitaria con la escritura profesional. Sus libros se caracterizan por una serie de leit motivs como la ecología o el feminismo (es frecuente ver personajes femeninos sometidos al patriarcado); sin embargo ella misma considera que la etiqueta de feminista debería aplicarse exclusivamente a aquellas escritoras que trabajan conscientemente en el marco del movimiento feminista, algo que ella niega hacer.  La fama y el reconocimiento llegaron de la mano de The Handmaid´s Tale

Comentarios

  1. Aún estoy bajo el hechizo de la escritura de Atwood con El asesino ciego y estoy deseando leer El cuento de la criada y ahora, este que has reseñado. Me encanta todo lo de su ficción especulativa y sin duda, los personajes que nos brinda. ¿Por qué no la conocí antes? jejeje Buen finde!

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    1. Eso mismo me pregunto yo cuando descubro autoras como ella: ¿pero qué he estado leyendo estos taitantos añossss??? jajaja. Y encima compruebo, anonadada, que esta mujer ha sido de lo más prolífica y que tiene tantos libros que no sabía por cuál continuar. Pero ahora que me hablas de "El asesino ciego" creo que ese va a ser el siguiente que lea suyo. Gracias por la recomendación y, sobre todo, gracias por leerme y dejarme unas palabras.
      Un abrazo y ¡buen finde para ti también! :***

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  2. Que buena reseña crítica. Y eso del mercado de la sumisión erótica recuerda mucho a los "amarres" .

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