Nombres congelados



"Nevera nueva". (1991-1994). Antonio López


- Hoy me he quemado con el horno al sacar las magdalenas, TUS magdalenas favoritas ¿ves? ¡esto es horrible! ¡Pero mira cómo me ha quedado el antebrazo! Cómo para salir así a la calle en manga corta... parezco una leprosa. Pero, ¡MÍRAME!.
 
- Siempre te quemas cada vez que haces NUESTRAS magdalenas - se limitó a responder él, con un hastío resonante en la voz mientras seguía comiendo mecánicamente las patatas asadas sin apartar la vista de la televisión. A punto estuvo de decir que las magdalenas eran realmente las magdalenas de ella, ya que las hacía con cierta frecuencia con la excusa de complacerle a él para luego comerse ella prácticamente todas. Pero no estaba, chiste fácil, el horno para bollos. Veinte nuevos desahucios se habían ejecutado hoy en la ciudad a pesar de la resistencia de varios grupos de vecinos encadenados a la puerta de la vivienda, contaba en ese momento, impávida, la atractiva presentadora del Telediario.
 
- Me he echado aloe vera, que me dijo Santi que era mano de santo, y no sé de qué santo será pero está claro que yo no le caigo bien porque me ha empeorado la marca - siguió perorando ella, haciendo como que no se había dado cuenta de que él no la estaba prestando atención y pretender así en su mente que seguían siendo una pareja normal con cosas interesantísimas que contarse- así que me hice una cataplasma de cebolla cocida con hojas de geranio. No pongas esa cara de asco, es un remedio natural del de toda la vida. Me lo dijo Laura por whatsapp. Infalible, fue la palabra que usó, infalible sus narices porque esto no se quita ¿lo ves? dime que no ves una horrible y enorme quemadura, dime que no, ¿a qué sí? qué horror, de verdad, q-u-é  h-o-r-r-o-r. Si sigo así tendrás que llevarme a urgencias. 
 
Él interrumpió su ritual de coger una patata, meterla en la boca, coger otra patata, meterla en la boca, el segundo imprescindiblemente necesario para apartar la vista de la televisión y apreciar en el antebrazo izquierdo de su mujer una diminuta mancha que debía ser la considerada enorme y horrible quemadura necesitada de atención médica de urgencias. Murmuró un ummmmm de aprobación acompañado de un sutil movimiento de afirmación de la cabeza para al siguiente instante coger la siguiente patata de su plato y observar la televisión como si fuese la primera vez que la viese en su vida. El equipo local de nuevo había vuelto a perder frente a su eterno rival, continuaba narrando impertérrita la guapa presentadora, y los seguidores exigían con un cabreo que sonrojaría al mismísimo dios del Antiguo Testamento la dimisión del entrenador, de la junta directiva, del portero y del delantero central brasileño. 
 
- Y todo ¿sabes por qué? ¡qué pregunta más tonta! ¡Tú qué vas a saber!. Ya te lo digo yo, tranquilo. Todo es porque hace dos días me crucé por la Gran Vía con la desarrapada de María. Mira que intenté que no me viese, pero nada, me vio y me echó una mirada tan falsa que me metí corriendo en la primera tienda que encontré. Sí, ya sé, tenía que haberla saludado pero ¡qué demonios! ¡Es una bruja! Y tú, ríete, sí, que crees que no me doy cuenta de que te estás riendo y de que esa zarrapastrosa siempre te ha puesto los ojos en órbita, pero desde entonces todo han sido desgracias para mi, tu mujer, no lo olvides. Primero se me coló un calcetín negro en la lavadora de blanco que me ha dejado toda la ropa para trapos, luego me arranqué la uña de un golpe con el pomo de la puerta, ¡qué dolor!, después se me cayó el bote del perfume que me regalaste por Navidad y se me clavó una astilla en la pantorrilla y ahora esto. No levanto cabeza. Esa víbora me gafó, lo sé, y no, no te rías por lo bajini que bien lo sé yo... bien lo sé yo. 
 
Lo cierto es que él estaba bastante lejos de reírse de ella pues desde hacía rato había conseguido desactivar el radar de detección de su voz y todas sus neuronas estaban plenamente puestas en el noticiero. Varios inmigrantes habían fallecido intentando cruzar el Mediterráneo escondidos en la bodega de un buque crucero; veinte mujeres era el balance en lo que llevábamos de año de víctimas de violencia doméstica; la infanta Rosita había acudido hoy por primera vez a un desfile militar y la actriz Helena se acababa de divorciar de su anarquista marido. Todo ello relatado con la misma cara de expresión inexpresiva por la sexy presentadora del informativo. Hacía tiempo ya, mucho tiempo, no sabría decir cuánto: ¿un año? ¿tres años? ¿un mes? que había aprendido que la única manera de esquivar los ataques de ira de su mujer y su constante necesidad de ser el centro de atención era darle la razón a cuanto decía y, a ser posible, evitar el contacto visual a fin de que pudiese tergiversar (¿o quizás por temor a que adivinase?) cuanto expresara con su mirada.
 
- ¿No vas a decirme nada? ¿En serio? ¿Qué pasa, que ahora cobras por palabra hablada? No me prestas atención ni me tomas en cuenta. Soy menos que un cero a la izquierda, una don nadie, la última mona, ni voz ni voto tengo ya en tu vida. ¿Cuándo comenzó a pasarnos esto a nosotros? ¿Acaso no recuerdas que cuando nos casamos prometimos que cenaríamos siempre juntos sin televisión, sin radio, para así poder intercambiar lo vivido en nuestro día y sentirnos cerca el uno del otro? ¿Se te ha olvidado ya?. Yo sí sé cuándo fuimos a la deriva. Fue hace dos meses, justo desde el día que me encontré en el mercado con la arpía de tu ex, esa desgraciada y envidiosa ramera que nunca perdonó que tú te casases conmigo por ser yo un vergel de amor mientras ella era un estéril e infecundo desierto de cariño. Si pudieses haber visto qué mirada me echó. Esta claro que no me lanzó rosas y plumas sino lanzas y espinas deseándome lo peor, y tú lo sabes que la conoces mejor que yo. Por eso la apunté a mi lista de nombres congelados aunque... la verdad, y esto me sorprende, no parece que haya hecho mucho efecto en vista de que haces más caso a esa noticia sobre el deshielo del Ártico que a mí. ¿Qué pasa, que te has vuelto de repente ecologista? ¿Desde cuándo te preocupa qué le pase a cuatro osos polares y a unas focas?. Y pensar que hasta hace unos días venías a casa directo del trabajo para apenas entrar por esa puerta recorrer con tus manos mis nalgas y con tus piernas cada rincón de nuestro hogar en un ceremonial de amor que sonrojaba a cuanto espíritu pululase por aquí... En fin, en vista del caso que me haces me voy ahora mismo a apuntar a la zorra de María en la lista.

Y recogió todos los platos de la mesa, incluido el del atorado marido quien, a pesar de no haber terminado el suyo optó por acallar la protesta para no tener que seguir aguantando su presencia y seguir centrado en lo realmente importante, a saber, cómo combatir el calor sin arruinarse siguiendo unos sencillos consejos que con rostro impasible enumeraba la arrebatadora presentadora.

Hacía unos veinte años una compañera de Universidad de origen cubano le comentó que una manera muy efectiva de neutralizar la influencia negativa y rebotar el mal de ojo de otras personas en su vida era escribir sus nombres y apellidos en un papel, doblarlo en cuatro trozos e introducirlo en el fondo del congelador. Fue así como Verónica comenzó una lista de nombres congelados que la había acompañado en sus sucesivas mudanzas y que ahí estaba, en el congelador de la casa de su marido, detrás de unas rodajas de merluza, unas pizzas y unos muslos de pollo, en lo más profundo, en las entrañas del congelador, metida en una pequeña bolsa de plástico. 

La extrajo, desdobló cuidadosamente el manido folio y se sorprendió al comprobar lo larga que era ya:

1. Eva Fina Segura
2. Encarna Vales Fiesta
3. Silvana Cantora Cantina
4. Alba Lucero Opaco
5. Dominga Diaz Festivo
6. Elsa Capunta Blanco
7. Zoila Meza Madera
8. Ramona Ponte Alegre
9. Margarita Flores del Campo
10. Elena Nito del Bosque
11. Ana Pulpito Salido
12. Presentación Piernas Largas
 
Y añadió: 
13. María Note Rajes
 
Volvió a doblar el folio, lo introdujo de nuevo en la bolsa y lo restituyó al gélido abismo cruzando los dedos mientras deseaba tardar mucho, mucho tiempo en volver a sacarlo. Lejos, muy lejos estaba de ni siquiera imaginar que tan sólo diez días después escribiría en él dos nuevos nombres, con letra temblorosa pero resuelta: uno era el de su marido; el otro el de la detestable presentadora de las noticias.
 

Comentarios

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