Con la misma moneda - Verity Bargate


VERITY BARGATE: LA ESCRITORA INCÓMODA A LA QUE AMAMOS. 

Lo que más me ha gustado: el grito desgarrador de aviso que Verity lanza a todas las mujeres que alguna vez se han sentido manipuladas y la bofetada ética que Verity lanza a aquellos hombres que, aprovechando la inmadurez emocional o la situación de vulnerabilidad en que se encuentra una mujer en un determinado momento, se lanzan ha sacar el mayor provecho de ella en beneficio propio. 

Lo que menos me ha gustado: como en «No, mamá, no», la protagonista de Verity es una mujer en peligro que sufre hasta el desgarro la soledad y el desamparo que ha sufrido desde la niñez y que, comenzando a encauzar su vida de una forma plena, generalmente con la ayuda de otra mujer que la apoya y la guía, ve cómo ésta desaparece por diversas circunstancias antes de que ella acabara su formación y se encuentra a expensas de una pareja que es un vampiro emocional en toda regla. Si el final de «No, mamá, no» genera estupor, el de esta novela genera una desazón terrible. No es apta, por lo tanto, para momentos en los que la negatividad nos invada. Ahora bien, busquen el momento para leerla. 

Verity Bargate es una de esas (maravillosas, geniales, excepcionales, únicas) autoras que murieron demasiado pronto y con sólo tres libros en su haber. Fue relegada al olvido aunque el tiempo poco a poco va colocándola en el pedestal que le corresponde, especialmente gracias a la traducción al castellano de dos de sus obras a cargo de Alba Editorial (gracias, gracias): «No, mamá, no» (1978), de la que ya hablé extensamente y sigo hablando con pasión por las redes y en este blog, y ahora «La misma moneda» (1981). Es difícil hablar de este libro, al igual que ya me pasó con «No, mamá, no», sorteando cualquier tipo de detalle que pueda desentrañar su trama, una trama que también está condensada en un ritmo trepidante e intenso que deja sin resuello, donde las emociones, las incertidumbres y los giros son constantes y en el que cada paso que da la protagonista determina un antes y un después.
«Una aprende a través de la experiencia propia, la de los demás no sirve de nada. Recuérdalo siempre. Ser mujer es algo engorroso, complicado y repugnante. Ya te darás cuenta.» (Pág. 23)
Verity Bargate nace en Exeter en 1940 y cuando tiene cuatro años sus padres se divorcian. Queda al cuidado del padre, junto a su hermano, mientras que su madre se muda a Australia de donde regresa años después casada con un médico. Ese reencuentro con la madre que podría haber sido feliz supuso, sin embargo, el comienzo de un deambular de Verity de internado en internado. Al alcanzar la edad adulta, estudia enfermería y trabaja como tal durante cinco años hasta que en 1969 funda en Londres con Fred Proud, su primer marido y padre de sus dos hijos, el teatro de vanguardia Soho Theatre desde donde lanza a nuevos autores y dramaturgos. Tras divorciarse, comenzaría una relación con el dramaturgo Barry Colin Keeffe, quien la impulsaría a escribir al mismo tiempo que se le diagnosticó un cáncer del que fallecería en 1981, dos meses después de publicarse esta novela. Los dolores del cáncer marcaron su escritura, escribía incluso con un brazo ya inmovilizado por la enfermedad, y quizás por ese motivo leerla sea tan estremecedor, tan doloroso y, quizás por ello también, todo lo que nos cuenta nos parece tan real. Madre de dos hijos, que quedarían a su muerte a cargo de su padrastro con quien mantenían una auténtica relación paternal, su propia vida inspiró muchas de las vivencias que narra en sus novelas, de tal forma que las referencias autobiográficas en sus obras son una constante, si bien va mucho más allá ficcionándolas y otorgándolas de un sentido crítico feroz a las estructuras sociales y familiares, esas que, se supone, dan «una apariencia de respetabilidad» de la que una persona puede aprovecharse. 
«Con el tiempo te volverás tan fuerte que empezarás a preguntarte de dónde viene toda esa fuerza. Serás completamente independiente.» (Pág. 194)
Pero comencemos por el principio, esto es, por el título. «Con la misma moneda» es un claro ejemplo de traducción imposible del original pues al hacerlo se pierde una parte fundamental del significado del mismo. En inglés «Tit for tat» significa literalmente «teta por basura» y es una expresión que equivale a nuestro «ojo por ojo». Obviamente no puede traducirse al pie de la letra pero al no poder hacerlo perdemos un elemento fundamental del libro: la teta (Tit) en todos sus sentidosLa teta física referida al amor maternal, la leche materna, al apego materno, al calor de una madre, de todo ello ha carecido, al igual que la propia Verity, la protagonista de esta novela, Sadie Thompson, una joven que ha pasado su infancia y adolescencia también en internados con un padre ausente del que nunca supo nada y con una madre, Eva, que se desentendió de ella por dedicarse a viajar, a divertirse y a enamorarse de un hombre con el que mantiene una relación de enganche sumamente tóxica. Los encuentros entre ambas son esporádicos, algún que otro verano, repletos de episodios que dejarán a marcada a Sadie de por vida. Cuando una Sadie que está a punto de alcanzar la edad adulta intenta acercarse a ella, entenderla y reconciliarse, es ya demasiado tarde, y en el lecho de muerte:
«Puse mis labios sobre su mejilla, pero me habían obligado a repetir tantas veces ese gesto, sin conseguir amas transmitir o compartir emoción alguna, que cuando por primera vez en mi vida quise que resultara sincero, ya era demasiado tarde y no sabía cómo hacerlo.» (Pág. 28)
La muerte de la madre, la desaparición de esa teta que nunca fue amorosa ni protectora, lanza a Sadie a un mundo de adultos que desconoce dado que en los internados vivía en una burbuja emocional absoluta. Ese aprendizaje de la vida comienza con la sorpresa de encontrarse resuelta desde el punto de vista económico gracias a las gestiones finales de su madre convaleciente y con el encuentro con uno de esos personajes femeninos entrañables, fuertes y dotados de una alta dosis de sororidad y compasión: Chris. La aparición inesperada en su vida de esta prostituta cuya existencia desconocía supondrá para Sadie un seno materno en el que refugiarse y al que pedir consejo, especialmente tras la aparición de Tim, un apuesto joven que, en apariencia, la ama y desea lo mejor para ella. Ojo a algunas de las frases que Chris dice:
«Imagina que los hombres tuvieran la regla. Tendríamos un Hiroshima cada mes. Llevaríamos ya seiscientas guerras mundiales. Te aseguro que, si los hombres ovulasen, se acortaría hasta en las paradas de autobús». (Pág. 101)
Si en «No, mamá, no», Verity Bargate no se rasgaba las vestiduras a la hora de realizar una crítica brutal contra el sistema patriarcal y esos hombres proteccionistas y egoístas que manejan a mujeres frágiles o, como en este caso, atravesando una grave depresión posparto, en «Con la misma moneda» Verity vuelve a sorprendernos  con su humor descarnado y mordaz y con su crueldad necesaria para poner en evidencia a hombres «bienintencionados» que en su ansia de hacer lo que creen es mejor para sus parejas acaban sometiéndolas a maltratos psicológicos a través de sus mentiras, manipulaciones y chantajes emocionales. Llegados a este punto es imposible no asociar esta idea con la misma que ya formuló otra escritora (maravillosa, genial, excepcional, única): Penelope Mortimer en su imprescindible «El devorador de calabazas» (otra de esas obras de las que hablo con pasión). El paralelismo entre Sadie/Verity y Penelope es evidente cuando tratan el tema de cómo muchas mujeres acceden a hacer lo que sus parejas le piden esperando a cambio una contraprestación, su parte del trato, que no solo nunca les llega sino que les es arrebatada de por vida. Este engaño que las humilla aun más de lo que están las hundirá en un abismo emocional de dimensiones tales que serán capaces de realizar actos de una violencia insospechada y con unas consecuencias imprevisibles:
«"Lo hice porque te quiero": eso es lo que dijeron tanto Eva como Tim después de hacerme sufrir. Pero yo les perdoné, pensé que el amor era una excusa razonable y sincera. Entonces ¿por qué no funcionó cuando fui yo quien pronunció la frase?» (Pág. 229)
Y también está esa teta simbólica del deseo de ser madre. Sadie no se lo había planteado hasta que le surge la oportunidad de serlo y se imagina siendo esa madre que ella nunca tuvo, ese regazo caliente que cobije una nueva vida, esa dadora de leche que alimente y satisfaga a una prolongación de sí misma. Pero vuelven las mentiras, los chantajes de esos hombres «bienintencionados», de esos médicos que, al igual que en «No, mamá, no» acceden a aliarse con la pareja para engañar a la mujer, alejarla de sus sueños, impedirla volar. Esa teta que tendrá un papel fundamental en el desenlace de este libro que es un grito desesperado de Verity a favor de las mujeres maltratadas que, deseosas de amor, lo buscan en las personas equivocadas, quieren creer con desesperación que verdaderamente se preocupan por ellas, rechazan mentiras que son verdades y se aferran a verdades que son mentiras, pierden la percepción de la realidad y se encuentran solas en su desconsuelo. No es una lectura cómoda, lo sé, pero para eso, para la comodidad, la diversión y la desconexión ya existen otro tipos de libros.

Título original: Tit for Tat (1981)
Edición: Rara Avis (1ª edición, 2018)
Traducción: Íñigo F. Lomana
Páginas: 230
ISBN: 978-84-947408-8-6
Precio: 17,50€
Calificación: 9/10.

Comentarios

  1. Voy a necesitar un mes mínimo para ponerme al día contigo, Raquel! Ay madre pero qué entradas más maravillosas haces. A Verity tengo que hacerle hueco ya, creo que debo ser la única que no ha leído "No, mamá, no" y este también tiene muy buena pinta.
    He visto también que habías reseñado La señora Dalloway, es de los pocos de Virginia que tengo pendientes, a ver si hago lectura temática este veranito...
    Espero ir poniéndome al día poquito a poco ^^
    ¡Un besazo!

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