Lecturas marzo 2017



«Nuestras consultas me recuerdan a veces esas tardes de infancia que pasaba ayudando a mi madre a demadejar ovillos de lana. El movimiento coreografiado de las manos, la calma, las palabras, la sensación de necesitar y tener todo el tiempo del mundo —que luego era sorprendentemente breve— para deshacer la madeja, para enrollar el ovillo y hacer un jersey. Ovillarse contra desmadejarse» (Silvia Nanclares. Quién quiere ser madre)
He escogido esta cita de Silvia Nanclares en la que hace referencia a sus encuentros con su terapeuta por dos motivos: el primero, porque me he dado cuenta de que a raíz de ser madre, primero de forma inconsciente, ahora ya conscientemente, he ido tendiendo a lo que podríamos encuadrar como "Maternidades en la Literatura" (nombre que muy agudamente le dio mi librera, de la que luego hablo); el segundo, porque leer un libro es muy parecido a ese «ovillarse contra desmadejarse», ese tirar del hilo para ponerlo todo en orden, desenredando nudos, organizando ideas, retomando recuerdos perdidos en el olvido, creando recuerdos nuevos. En los libros buscamos respuestas aunque paradójicamente muchas veces me pasa, imagino que a ustedes también, que al acabar un libro el número de preguntas es mucho mayor que el que poseía antes de abrirlo por la primera página. El libro es aventura pero también es reflexión, cuestionamiento, indagación. Aquí les hablo de los libros-pregunta y libros-respuesta sobre los que me he cuestionado durante el pasado mes de marzo.


El devorador de calabazas. Penelope Mortimer. Hablando con Alba, mi maravillosa librera de @Lib_Mujeres, le comentaba los pocos libros que había en los que se hablase de los claroscuros de la maternidad y que parecía que era ahora cuando por fin muchas mujeres estaban empezando a sincerarse, a bajar del pedestal esa maternidad idealizada, de cuentos de hadas. Fue entonces cuando ella, sin dudarlo, se dirigió a uno de los estantes y me sacó este libro escrito en, ¡ATENCIÓN!, 1962. Penelope Mortimer relata en esta novela descarnada, cínica, brutal, de corte autobiográfico, su experiencia como madre deprimida, incomprendida y encerrada en una doble prisión: por un lado la de un matrimonio con un hombre mujeriego y adúltero sin remedio, y por otro, la de una maternidad como única forma de identidad de la mujer. Exigencias de la época que de repente pierden su sentido cuando accede, a instancias de su marido, a someterse a una esterilización y se entera de que la amante de éste está embarazada. Una mujer que intenta encontrarse consigo misma. Un sentido del humor negro ausente de conmiseración y autocompasión. Un conflicto que exige reinventarse, buscar opciones y estilos de vida nuevos. La historia de muchas mujeres de ayer, hoy y, esperemos que ya no, mañana. 

 Quién quiere ser madre. Silvia Nanclares. Otra recomendación de Alba ;-) Este libro es mucho más que "el difícil camino de la maternidad" con el que muchos medios se han dedicado a etiquetarlo de forma superficial. Es mucho más que la crónica de una generación de mujeres que han/hemos pospuesto su/nuestra maternidad hasta que el reloj biológico les/nos apremiaba. Es mucho más que una visión sensata y crítica del feminismo más radical. Es mucho más que una denuncia al capitalismo voraz que está haciendo su agosto con el negocio, sí, negocio, de la maternidad. Es mucho más que el relato, en palabras de la propia Silvia, de «una clase media que se cae a cachos y que nuestros padres veían como progreso». Es mucho más que el testimonio de un duelo dolorosísimo tras la muerte del padre, el reencuentro con la madre, la compañía impagable e incondicional de amigos y pareja. Quién quiere ser madre es un libro tan, tan completo y tan valiente que si queréis saber realmente qué es, tenéis que/debeís leerlo.

La acústica de los iglús. Almudena Sánchez. Diez relatos. Diez poscuentos. Todos con historias diferentes pero con puntos en común que unas veces son caricias y otras puñetazos: el aislamiento, la soledad, la incomprensión, la desesperación, incluso. El dolor como etapa necesaria y enriquecedora del ser humano con un punto de optimismo y alegría por la vida que les da un toque tierno e ingenuo. Leerlos es un acto de deleite. Un sumergirse en esas atmósferas oníricas llenas de símbolos y de imágenes que se graban a fuego. Un crucero, un viaje por el espacio, una estancia en un hotel, un paseo por el zoo... La acústica de los iglús te reconcilia con el (buen) gusto por lo estético y lo impecable, lo delicado, lo sutil. No hay grandes giros, tampoco explosiones ni impactos contra árboles pero sí hay sensaciones sinestésicas que permanecen en tu memoria incluso algún tiempo después de haber leído el libro. Una delicia.

Verde agua. Marisa Madieri. En Verde agua todas las aguas tienen su desembocadura. Unas fluyen mansas como las de un arroyo, otras profundas como las oceánicas, otras estancadas como las de una fosa séptica. Porque Verde agua es la vida misma, con esa pátina reluciente del mar con tormentosas corrientes subterráneas, como fue la vida de su autora. Marisa Madieri escribió este libro delicioso, honesto y auténtico tras la remisión de un cáncer de mama. Sus hijos ya son mayores y disfruta de un presente que estuvo a punto de serle negado a fuego lento, con serenidad y calma. Reflexiona sobre su pasado que es al mismo tiempo la historia de todo un pueblo: el del éxodo istriano-dálmata, una de tantas limpiezas étnicas detestables y que la autora vivió con su familia en primera persona. Un libro que te reconcilia con la vida, con las aguas residuales, con las Verde agua.  

Querido Miguel. Natalia Ginzburg. Quienes me conocéis, ya sea virtualmente, ya sea personalmente, sabéis de mi pasión por esta mujer, mi Naty. De ahí que últimamente, cuando hablo de ella, sobrevuele en mi inconsciente la sensación de no ser objetiva, el miedo a que penséis: «claro, ¿qué va a decir de sus libros si no es imparcial? Ni que me llevase comisión por sus derechos de autor ;-D En esta novela epistolar Naty profundiza en las intrincadas relaciones familiares y, como si de una red de pesca se tratara, las lanza al mar a ver qué sale. Pocas personas son capaces de retratar tan bien en tan pocas palabras a un personaje, exprimir los significados, darle sentido a todo. Su minimalismo aparente y su profundidad oculta es de museo. Me callo. Dejo a Naty que hable: «Todos nosotros en alguna zona de nuestro ser andamos algo desorientados y a la deriva y nos sentimos a veces fuertemente atraídos por el vagabundeo y por el deseo de no respirar otra cosa más que la propia soledad. Y a esa zona es adonde cada uno de nosotros debe trasladarse para entenderte a ti».

Buenos días, guapa. Maxie Wander. ¿Un retrato de la situación de las mujeres allá por 1977 en RDA, un país que ya ni existe? ¿Qué interés puede tener eso hoy en día? Es lo que se preguntarán muchas personas que hojeen este libro. Mi respuesta: mucho más del que podamos imaginar. Cuando a Maxie le propusieron escribir un reportaje sobre las mujeres de su época ella decidió entrevistar a diecinueve mujeres. Este libro es el resultado pero no se engañen. Aunque Maxie no aparezca en él implícitamente su presencia inunda toda la obra. Ella seleccionó los pasaje a transcribir, les dio forma, gracia y profundidad y, lo más importante: generó tal corriente de confianza con sus interlocutoras que todas ellas se muestran locuaces, desenfadadas y honestas de una forma tan natural que en su época supuso una auténtica revolución para muchas mujeres. Temas como la libertad sexual, el aborto, la promiscuidad, la maternidad, el trabajo, la posición de la mujer en ese comunismo que daba sus últimos coletazos, la amistad, convierten el trabajo de Maxie en algo atemporal que conserva su frescura y su voz a pie de calle. 

Siempre hemos vivido en el castillo. Shirley Jackson. Me decidí a sumergirme en el mundo Jackson tras leer la reseña que @pilarllp hizo de este libro en su blog y ¡vaya descubrimiento! Jackson tuvo una vida complicada. Su madre la consideraba un «aborto frustrado»; sufrió de agorafobia; estaba sometida a un marido que la humillaba e infravaloraba continuamente como mujer, como madre, como escritora. Sus vecinos la miraban con recelo. Se sumió en el alcohol y en los medicamentos como forma de afrontar el día a día. Toda esa vorágine vital que la inundaba logró canalizarla en este libro que recrea el ambiente claustrofóbico, la conducta supersticiosa que intenta controlar cuanto rodea, la ingenuidad infantil, la idea de que la línea que separa a "los malos" de "los buenos" es muy fina. Tres personajes: dos hermanas y un tío superviviente de un envenanimiento masivo en la familia, viven recluídos en su castillo. La hermana pequeña, Merricat, es uno de esos personajes de la literatura que son tan auténticos, tan entrañables, tan endiabladamente encantadores que nunca podrás olvidarlos.

Fascinación. Don Delillo. ¿Qué hace aquí, en medio de tanta escritora, un personaje como éste? Muy fácil: hay que leer a Don Delillo. Es lo primero que leo de él, lo confieso, pero desde la primera línea me cautivó por la forma en la que consigue sumergir al lector, cogiéndole de la mano, en una historia a priori de misterio pero que a medida que avanza va colocando a personajes tan fascinantes que ya sólo por ellos mismos se sustenta la historia. Y eso es complicadísimo ¿no creen? Los personajes masculinos son complejos, los femeninos son fuertes, ninguno de ellos son líneales y presentan una evolución realmente interesante que te hace entender por qué a Delillo no sólo se le estudia en los cursos de escritura sino también cómo se siente un escritor que domina la trama, la retuerce, la sube y la baja, tira de recursos que tiene más que de sobra y construye toda una historia de relaciones humanas más que de novela negra. El argumento: la aparición en el mercado de arte erótico de una supuesta grabación en la que aparecería Hitler. Pero, créanme, llega un punto en la novela en el que te olvidas de si esta grabación existe de verdad o no.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Él y yo - Natalia Ginzburg

La invitada - Simone de Beauvoir

Jesús Carrasco - Intemperie

El amor molesto - Elena Ferrante