La velocidad de los jardines - Eloy Tizón



Edición: Páginas de Espuma (2ª ed. Abril 2017)
Páginas: 146
Precio: 15,00 €
Calificación: 9/10
«Un cuento se escribe con un poco de música y un poco de sangre. No se necesita mucho más. Intuyes que la fórmula de cuento puede ser esta: Cuento = rigor técnico + compasión humana.» (Zoótropo. Pág. 25)
Últimamente me encuentro cautivada por los «cuentistas españoles». Si hace pocas semanas publicaba las reseñas de esa joyita sinestésica llamada «La acústica de los iglús» de Almudena Sánchez y de ese maravilloso ejercicio de desconcierto cotidiano que es «Normas de inseguridad» de Almu Ballester, hoy les hablo del que está considerado uno de los impulsores de este estilo en nuestro país: Eloy Tizón. En el prólogo ya nos anuncia que: «con este libro ha sucedido algo extraordinario. Lo tenía todo para ser olvidado y sin embargo, ya ves, no lo ha sido». Bendito boca a boca. Pues precisamente así ha sido como llegó a mis manos este librito de once relatos y un prólogo (exquisito, emocionante y de una sensibilidad sutil que atrapa) en el que el autor sienta las bases de lo que actualmente se denomina, siguiendo el término creado por él mismo, postcuento. ¿Pero qué es el postcuento? Alegaba Tizón en una entrevista a elcultural.com que el cuento de hoy «no sabe qué ponerse» y lucha por sacar del armario el estricto esquema de planteamiento-nudo-desenlace para modernizarlo, liberarlo del olor a naftalina rancia y que luzca espléndido un nuevo look con el que sea más fácil sentirse identificado en esta sociedad rauda y veloz en la que la información nos desborda, los estímulos se atoran y la capacidad de concentración es un hábito en vías de extinción. 
«La memoria se asienta sobre bases muy frágiles e indestructibles, una columna de polvo en el desván del verano, la retícula de sombra de una hamaca, y así sucesivamente». (La velocidad de los jardines. Pág. 36)
Como claro ejemplo de esta ruptura con el cuento clásico y ese andar en busca de su emancipación, de su espacio propio en el panorama literario actual, es el prólogo del libro titulado Zoótropo y en el que se percibe con claridad la evolución del cuentista. Si bien los otros once relatos fueron publicados en 1992 (hace veinticinco años) el prólogo es actual, lo que nos da una oportunidad magnífica para comprobar cómo Tizón había asentado tan bien sus bases que a día de hoy sigue sirviéndose de ellas para narrar sus historias, aunque, como es lógico, veinticinco años después se le nota más cómodo entre sus cimientos, conoce el recorrido porque lo ha hecho cientos de veces, cada rincón, cada trampa, cada trampolín, pero lo que le hace tan maravilloso cuentista es que su frescura se mantiene intacta, por no decir que es aun mayor que antes, menos encorsetada, más fluida. En este prólogo recurre a la imagen del Zoótropo, ese ingenio mecánico que fascina y atrapa, para hipnotizarnos mientras hace un repaso por su vida desnudándose lo justo como para sentir que uno desea saber más.
«Los deseos son futuros incumplidos. Todo parece indicar que nuestros antepasados también abrigaron deseos humanos, razonables, y todos ellos desaparecieron sin dejar rastro. ¿son algo? Una galería de bonitos muertos chistosos.» (Pág. 48)
El transcurrir del tiempo, y con él la acumulación de recuerdos, unos que se mantienen, otros que se recuperan ante un estímulo inesperado, otros permanentemente olvidados, se produce a una velocidad vertiginosa, la velocidad de los jardines, esos jardines que aparecen de forma casi constante en estos relatos como una minúscula obsesión embellecida y a la vez denostada. Con Tizón viajamos a otros mundos, salimos de nuestro microcosmos para sumergirnos en otro superior más universal y totalizador donde no es difícil identificarnos con todas esas explosiones de imágenes que excitan nuestros sentidos, como esa mecha que se enciende y recorre metros de distancia para detonar en el cerebro. Infancia, adolescencia, recuerdos de Instituto, primeros amores, primeros tabúes, como el del cuento La vida intermitente... se tamizan, idealizan o permanecen intactos conservados en formol. Viajes en tren, como Los viajes de Anatalia, saltos en el tiempo, un discurrir tranquilo con el vaivén del vagón como banda sonora de fondo de esa hermana perdida y esa infancia a la que uno se aferra. 
«¿Es que existe en algún sitio una especie de depósito de residuos donde alguien almacena alegremente nuestros momentos dichosos? Si es así, yo a ese lugar lo llamaría Dios». (Austin. Pág. 90)
Uno de mis relatos favoritos es Austin, el típico cuento en el que parece que no pasa nada pero que no dejan de pasar cosas. Austin es una metáfora, una Técnica de Iluminación (imposible no usar este término que además da título al último libro de Eloy Tizón) del mundo interior del decadente Profesor Austin quien se desliza cuesta abajo por la última pendiente de su vida, viudo, con un hijo ausente que sigue su propia senda vital, solitario y desbordado por la tristeza. Como anécdota contarles que en la Feria del Libro de Madrid de este año tuve la oportunidad de que Eloy Tizón me firmase este libro y precisamente hablando de Austin me decía que logró superar la tentación de poner el final previsible a un hombre que va solo en un coche en Nochevieja: estrellarle, matarle. No lo hizo. Afortunadamente. Los sentimientos son por si solos el mejor de los giros y de los argumentos, la mejor de las tramas. La tristeza que emanan algunos de los cuentos de Tizón es tan bella que lejos de deprimir al lector le resurge el amor por la vida, la melancolía como estado placentero de inspiración, la musa lejana de la añoranza que a menudo envuelve con un abrazo dulce que huele a lavanda.
«Imposibilidad de explicar su amor por los jardines. (...) Y su padre que se inclinaba con gravedad hacia ella y le decía: "Un jardín es un bosque razonado"» (Villa Borghese. Pág. 75)
Es La Velocidad de los Jardines un libro para subrayar, lleno de potentes imágenes que despliegan todos los sentidos, los aletargados y los vibrantes, con pinceladas expresionistas y surrealistas, capaces de crear pinturas en nuestra mente y que nos hace viajar a nosotros mismos a nuestra infancia, a nuestra adolescencia, a nuestros primeros amores y a nuestros bancos del parque donde nos hemos sentado a observar y a soñar con los ojos abiertos. Bancos como el del cuento Villa Borghese. ¿Quién no ha jugado alguna vez a imaginar cómo será la vida de esa viejecita que se entretiene dando pan a los pájaros o de esa joven que se sienta frente a nosotros a ver pasar el tiempo con un paraguas en la mano? 
«Cuando se colorean viñetas es imprescindible vigilarlo todo, que la pintura no se expanda y nos salpique, que es algo que sucede con frecuencia cuando se colorean viñetas». (Familia, desierto, teatro, casa. Pág. 111)
Dice Tizón en el prólogo que uno de los primeros pasos para romper la estructura tradicional del cuento es esconder cosas, no contar todo, confiar en la inteligencia del lector. «La elipsis como arma arrojadiza (...) Ningún cuento es completo si no le falta algo», afirma. «Escribir es siempre una traición». No puedo estar más de acuerdo. «Toda la literatura es epistolar: necesita del otro para existir», y eso es lo que hace Tizón cuando nos cuenta sus historias, conversar con nosotros. Nos deja espacio para rebatir, asentir, confirmar, aclarar. El diálogo que entabla con el lector es sugerente e inspirador. ¿No es eso maravilloso?
«La luz templaba los corazones, y recordé la definición que en una ocasión P., algo bebido, había hecho del mundo: "Un lugar muy bello donde ocurren toda clase de desgracias".» (En cualquier lugar del atlas. Pág. 130)
La maravillosa cualidad de un cuentista, de cualquiera, es la forma de ver lo que sucede a su alrededor. Como decía mi profesor Eduardo Vilas, del curso de Escritura Creativa en Hotel Kafka, ya todo está contado. Hay cientos (sino miles) de libros que hablan sobre el amor, el desamor, la orfandad, el dolor, el miedo, la presión social, la pobreza, la riqueza, la muerte, la vida... ¿por qué seguir entonces escribiendo? Por los ojos con los que uno mira y esos ojos, los de Eloy Tizón, son los que nadie debería perderse mientras nos cuenta sus historias a susurros, reconciliándonos con la vida, con el transcurrir cruel e implacable del tiempo, con la memoria que va y viene a su antojo convirtiéndonos en marionetas. Es como si nos transmitiese un invaluable secreto, como si estuviese hablando en clave consigo mismo...

Comentarios

  1. Hoy sin duda es el día de ponerme al día (valga la redundancia jijij), con tu blog, porque tenía tus tres últimas reseñas por leer!
    La velocidad de los jardines, sabes que mi librera favorita es fan de este señor porque fue profesor suyo en la Uni??? Por lo que me contó, El libro estaba descatalogado y gracias a Páginas de espuma se ha vuelto a reeditar, vino a la librería y todo hacer la presentación ^^ Es un libro que me recuerda a la sensibilidad de la poesía, reconozco que lo he ojeado mil veces y no acababa de venirse conmigo...pero después de leer tu reseña y ver esos párrafos tan bien escogidos, la próxima vez no voy a poder resistirme.
    Me gusta mucho la sensibilidad que le das siempre a cada reseña, tiene ese toque Raquel que hace que un libro que en principio pasa desapercibido para mí, me llame la atención ^^
    Tiene razón Cris, tú blog últimamente es una fuente de inspiración literaria que hace que mi lista de pendientes no tenga límites! :D

    El de Maxie Wander ya lo tenía en pendientes, no dejo de leer maravillas sobre este libro y si tenía alguna duda, tú me la has quitado de golpe...
    Da gusto tomarse un café contigo hablando de libros!jijiji
    ¡Un besote!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué maravillosa historia la de tu librera y qué pequeñito es el mundo! No me extraña que fuese fan absoluta de Tizón pues su forma de escribir es tan magistral que ha creado toda una escuela de aprendices y de admiradores. Si te decides a leerlo descubrirás por ti misma cómo la tristeza puede ser esperanzadora y cómo el pasado puede regresar con unos tintes agridulces deliciosos.
      Ni te imaginas lo que me halaga que mi pequeño rincón literario os inspire a personas tan increíbles como vosotras. Es una forma también de compensar y agradeceros la continua inspiración que vuestros blogs son también para mi. ¡No sin mi Anita! ¡No sin mi Cris! <3 Qué maravillosa forma de unir tiene la pasión por la literatura.
      Un abrazo, Ana. Mil gracias por tomarte un café literario conmigo... nos seguimos leyendo.

      Eliminar
  2. Reconozco que, haber leído el libro, te da una perspectiva diferente a la hora de escudriñar tu reseña. Maravillosa. Emocionante como lo es el libro. Leerla ha sido volver al texto de Tizón, ha sido querer volver ahí otra vez. Cada día son mejores tus reseñas, y estoy de acuerdo con el comentario anterior: generas una sensación de querer leer un montón de libros nuevos y releer los ya vistos, haciendo que la lista sea casi infinita.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay, Carlos. ¡Pero si fuiste tú el que me dio el empujón definitivo para leerlo! Cuando alguien te habla de un libro con chispas en los ojos la tentación es inevitable: hay que coger el libro y descubrir por uno mismo qué tiene que despierta esa pasión. Así que gracias por a ti por presentarme esta joyita. Estoy deseando comenzar "Técnicas de iluminación" para que sigamos comentando ;-)
      Y gracias por tus amables palabras. Ya sabes que no soy muy constante escribiendo así que tus feedbacks son muy motivadores.
      Abrazotes

      Eliminar
  3. Yo también voy a seguir con los comentarios anteriores, lo siento, pero es que es verdad... Es un peligro adentrarse en tu blog. Siempre soñé con uno como el tuyo porque encuentras libros que no todo el mundo lee; ¡me encanta! Y, bueno, ¿qué decir sobre este libro? ¡Pues que ni me sonaba su nombre! No obstante, me lo apunto. Tengo la sensación de que me enamorará... Ah, me hablas de tristeza y me conquistas. Adoro las historias que muestran sensibilidad. *_*
    Muchas gracias por todo el trabajo que estás realizando aquí, en tu precioso blog. ¡Gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Diana, como ya te dije en una ocasión, eres una "lucecita twittera" ;-) La sensibilidad que demuestras en la elección de tus lecturas y en la forma de interpretarlas es excepcional así que creo que este libro sí puede llegar a emocionarte, y mucho. Te conquistará su tristeza, pero también su belleza, su luminosidad, su poesía. No es un libro oscuro, sino todo lo contrario, es un libro mágico que dota las sombras de cromatismos que se graban en la memoria.
      Gracias a ti. Este blog no es ni la mitad de precioso que el tuyo <3

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Él y yo - Natalia Ginzburg

La invitada - Simone de Beauvoir

Jesús Carrasco - Intemperie

El amor molesto - Elena Ferrante