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Mostrando entradas de enero, 2015

Cuestión de respeto

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El otro día una amiga puso un estado en su Facebook que me dio mucho que pensar. En él expresaba su desacuerdo con la opinión de ciertas personas de su entorno que tendían a hacer algo que todos inconscientemente hacemos y que es generalizar. Clasificar, engrupar, ordenar, categorizar todo lo que nos rodea es una cualidad innata del ser humano útil para poder organizar la cada vez más numerosa información que recibimos a lo largo del día. Si no lo hiciéramos, si analizáramos cada uno de los estímulos e inputs que llegan a nuestro cerebro, no sólo nos veríamos desbordados hasta el punto de llegar a enloquecer sino que además no sobreviviríamos porque nuestra capacidad de reacción se ralentizaría hasta tal extremo que actividades como conducir o caminar por la calle podrían llegar a poner en riesgo nuestra vida. De la misma manera, una vez que hemos clasificado nuestros inputs ahorramos tiempo en el procesamiento de la información y nos facilita de forma intuitiva la forma en la q

Cuestión de suerte

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                                                          "Lo peor es pedir" (1812) Francisco de Goya - No creo que pueda pedirse mucho más para ser un lunes por la tarde - dijo Jota, apilando las monedas en el suelo - casi veinte euros, diecinueve euros con treinta y siete céntimos, toda una fortuna - y con el dorso de la mano se limpió la nariz en un gesto suyo tan característico como desagradable-. No está nada pero nada mal, no señor. ¿Con esto tengo...? Con esto tengo para un bocata y para dormir en la pensión calentito esta noche. Todo un lujo, ya ves, voy a tirar la casa por la ventana - gritó soltando una estruendosa carcajada tras la cual volvió a limpiarse la nariz moqueante-. Mientras le observaba me preguntaba cómo habíamos llegado a este punto sin retorno. En qué momento de nuestras vidas nos habíamos equivocado al tomar las decisiones por las que habíamos aterrizado en este aquí y ahora vacío. Toda mi vida intentando superar la ansiedad que me provo

La ventana

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" Muchacha en la ventana " (1925). Dalí - Usted es la primera que la abre - le dije. - Todos los anteriores abrieron las puertas de los armarios, las de las alacenas o las de la terraza. ¿Por qué no me acompaña y le enseño el resto de la casa?. La mujer no pareció hacer caso a mis palabras. Todo lo contrario. Se recostó cómodamente sobre el alféizar y allí permaneció unos minutos más sin decir nada. - Es un apartamento precioso -continué a fin de romper un silencio que estaba resultándome verdaderamente incómodo- ideal para una chica joven como usted. Sesenta y cinco metros cuadrados, armarios empotrados de madera lacada en el dormitorio y en el pasillo para que no tenga problema de almacenamiento, cocina americana completamente equipada con vajilla y pequeño electrodoméstico, cuarto de baño hecho de materiales de primera calidad, salón comedor espacioso y la joya de la casa, si me permite decirlo, una amplia terraza con vistas al Parque del Retiro - señalé c

Tábula rasa

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8am. Como cada día suena la alarma de mi móvil. Resisto la tentación de posponerla cinco minutos una vez más y con un gesto rápido y decidido aparto de mi el edredón y me siento en la cama apoyando los pies en el suelo. Noto algo raro en mi cabeza, no es dolor, ni jaqueca sino algo anómalo, diferente, una sensación extraña. Salgo al pasillo y me dirijo al baño sintiendo la cabeza tremendamente ligera y despejada, como si hubiese tenido un sueño profundo y reparador. Enciendo la luz del baño y al mirar mi reflejo en mi espejo compruebo a qué se debe esa sensación que lleva acompañándome los pocos minutos de este nuevo día. La parte superior de mi cabeza se ha convertido en un libro, un libro abierto para ser más exactos. El cabello de los laterales forma las tapas negras y el resto del cabello son las páginas. Ladeo mi cabeza hacia la izquierda y las páginas se mueven hacia esa dirección, pero no la tapa que permanece pegada a mi cabeza. La ladeo luego hacia la derecha y ha

La carta

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"New York Office". (1962). Edward Hopper Ayer recibí una carta, sí, una carta, de las de toda la vida, de las que se echan en un buzón para que venga un señor a recogerla y remitirla, mediante un complejo entramado logístico, a su destino. Una carta que seguramente ha pasado por un montón de manos que indiferentes han ido clasificándola junto con otros miles de cartas, la mayoría de publicidad o de información bancaria porque eso de mandar cartas está demodé, ya no se lleva, ha sido desbancado por el arte del mensaje instantáneo vía Facebook, o google o whatsapp. Una carta. Al abrir mi buzón ayer a las 6 de la tarde, como todos los días, esperando encontrarme con la propaganda del Día de mi barrio, del restaurante chino dos calles más abajo o de mi banco agradeciéndome que pague puntualmente mis recibos (diez veces he pedido que me den de alta en la banca electrónica y diez veces siguen desoyendo mis solicitudes) cayó al suelo traspapelado entre tanto papeleo un n