La ventana


"Muchacha en la ventana" (1925). Dalí

- Usted es la primera que la abre - le dije. - Todos los anteriores abrieron las puertas de los armarios, las de las alacenas o las de la terraza. ¿Por qué no me acompaña y le enseño el resto de la casa?.

La mujer no pareció hacer caso a mis palabras. Todo lo contrario. Se recostó cómodamente sobre el alféizar y allí permaneció unos minutos más sin decir nada.

- Es un apartamento precioso -continué a fin de romper un silencio que estaba resultándome verdaderamente incómodo- ideal para una chica joven como usted. Sesenta y cinco metros cuadrados, armarios empotrados de madera lacada en el dormitorio y en el pasillo para que no tenga problema de almacenamiento, cocina americana completamente equipada con vajilla y pequeño electrodoméstico, cuarto de baño hecho de materiales de primera calidad, salón comedor espacioso y la joya de la casa, si me permite decirlo, una amplia terraza con vistas al Parque del Retiro - señalé con mi brazo mientras me dirigía hacia ese punto- ¿seguro que no quiere venir a verlas? - insistí.

Ella seguía con la mirada fija en la ventana y cuando ya no sabía ni qué hacer con mis manos ni cómo pararme sobre mis pies susurró:

- Desde aquí se ve el mar...

Fruncí el ceño sorprendido y sin poder contenerme exclamé en tono irónico:

- ¿El mar? Sí, sí, claro... el mar...

Me situé detrás de ella sabiendo que eso era imposible y al notar mi presencia se giró para decirme por encima de su hombro izquierdo en tono displicente:

- No hay más ciego que el que no quiere ver.

El silencio volvió a instalarse entre nosotros. De repente, comencé a percibir a lo lejos un rumor, un sonido que cada vez se acercaba más a mi. No podía creerlo. Me apoyé sobre el sinfonier del comedor. No había duda, estaba escuchando el rumor de las olas del mar, chocando contra las rocas rítmicamente, una y otra vez, una y otra vez.

- ¿Cuándo firmamos? -me pareció oír que preguntaba desde la lejanía-.

Esa vez fui yo el que no contesté. No podía apartar la mirada de esa ventana tapiada por unos humildes ladrillos rojos.


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