Lecturas de abril y mayo
1. «El nudo materno». Jane Lazarre. «¿Dónde están las madres?» Se pregunta Laura Freixas en el prólogo de este libro emulando a Simone de Beauvoir y su «¿Dónde están las mujeres?». Pues en este libro están. Al menos una, Jane Lazarre, quien pone palabras a los sentimientos de la inmensa mayoría de madres que ni somos madres-perfectas-resignadas ni tampoco madres-arrepentidas. Madres reales que aman con todo su ser pero que también quieren seguir siendo mujeres, amigas, parejas, ciudadanas, trabajadoras. La ambivalencia como término que mejor define esta amalgama de sentimientos encuentra su máxima expresión en este libro que se lee como un diario y en el que, por fin, podemos sentir que no estamos solas. #imprescindible #MaternidadesLit
2. «Papá se ha ido de caza». Penelope Mortimer. Si «El devorador de calabazas» os dejó con ganas de más Mortimer, ya podemos ponerle remedio leyendo este libro en el que nos encontramos con una madre que se enfrenta al «síndrome del nido vacío». Con sus hijos en un internado y con la hija mayor ya volando sola, Ruth regresa a una casa perfecta donde se encierra a beber sola y a hablar sola. Nunca pasa nada, piensa mientras observa desolada la cárcel perfecta que la aprisiona. Hasta que pasa algo. Aborto, maternidad, amistad entre mujeres, traición e infidelidades, van enredándose en una trama que nos mantiene en vilo hasta el final. Una historia narrada en el estilo cáustico e incisivo que cubre la frustración y amargura de Penelope Mortimer. #joyita #másPenelopeMortimerporfavor
3. «Mujer en punto cero». Nawal El-Saadawi. FIRDAUS, así en mayúsculas, es uno de esos personajes que se quedan enganchados a los poros de tu piel después de escuchar su historia que, es, al mismo tiempo, la historia de miles de mujeres. Nacida en un pequeño pueblo de Egipto, desde pequeña comprobó el lastre que suponía nacer mujer: no poder estudiar, ni moverse, ni hablar con libertad, salir a trabajar al campo, estar sometida al padre, cuidar de la casa y de los hermanos, acarrear agua hasta deslomarse. Su traslado a El Cairo a casa de un tío lejos de mejorar la situación la empeora y encontrará en la prostitución la única salida hacia la libertad. Sin embargo, también descubrirá que hay hombres que ni siquiera la permitirán decidir sobre su propio cuerpo. Un alegato feminista estremecedor que constituye una crítica demoledora a las estructuras patriarcales y que hace plantearnos hasta qué punto una mujer prostituta decide serlo «por libre elección». #obligadalectura #joyita
4. «La señora Dalloway». Virginia Woolf. «La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores», y así, decidida e ilusionada, sale de casa dispuesta a pasear por el Londres que tanto ama y a ultimar los preparativos de la fiesta que va a dar en su casa por la noche. Y es que, Clarissa Dalloway, es mujer de cincuenta años que una vez fue joven, inquieta y con proyectos propios se ha acabado convirtiendo en esposa-madre-perfecta anfitriona y ya no es Clarissa sino «la señora de». Y qué habría pasado, se pregunta, si en lugar de haber tomado la decisión de casarse con la cabeza la hubiese tomado con el corazón. El eterno dilema que a todos nos aborda recurrentemente en nuestra vida y que Virginia resuelve con el talento e inteligencia que le son tan propias. #aVirginiaWoolfhayqueleerlasiempre #librodecabecera
5. «Leche caliente». Deborah Levy. Las relaciones madre-hija son complicadas y tradicionalmente se han movido en dos polos opuestos: la madre-perfecta versus la madre-absorbente, frente a las cuales solo había dos opciones: someterse o huir. No había grises. A medida que las mujeres han empezado a contar sus propias historias, surgen nuevas tonalidades, interesantes, reales, verosímiles, y esta novela es una de ellas. ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar una madre por retener a su hija? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar una hija para hacer reaccionar a su madre y lograr entablar con ella una relación más sana? Un canto al amor entendido como una relación libre de acompañamiento y una elegía al cuidado de una misma y de aquellas personas a las que amamos. Leer a Deborah Levy ha supuesto toda una revelación para mi pues tiene una extraordinaria historia que contar y encima la cuenta con una calidad literaria excepcional.
6. «La primera mano que sostuvo la mía». Maggie O´Farrell. Si hay una escritora capaz de profundizar en la familia hasta el punto de considerarla como «el universo» donde encontrar el material de sus historias esa es Maggie O´Farrell. En esta novela aborda el tema de maternidad a través de dos mujeres en dos períodos diferentes de tiempo. La primera vive en los años cincuenta, descubre el Soho bohemio londinense de la época, decide ser madre soltera y compatibiliza con esfuerzo pero desenvoltura su desarrollo como madre y como mujer. La segunda, cincuenta años después, se enfrenta a una terrible depresión postparto y araña la realidad en una búsqueda incansable de equilibrio. Aparentemente nada une a estas dos mujeres, hasta que una maraña de secretos comienza a desenredarse y la verdad sale a luz. Una novela que se lee del tirón, como si fuese un thriller, al mismo tiempo que vamos encajando las piezas que Maggie nos brinda. #unadelicia #imprescindibleparaamantesdehistoriasdefamilia
7. «Con la misma moneda». Verity Bargate. Quienes leímos «No, mamá, no» terminamos la novela pensando: «No puede ser... ¿o sí?». Gracias a Alba Editorial volvemos a disfrutar de esta autora tan singular y terminamos el libro diciendo: «¡Brutal!». Y es que así es Verity Bargate, insolente, directa, atrevida. Nos lleva de la mano por toda la narración haciéndonos sentir en cada una de sus páginas todo un crisol de emociones. Se lee de un suspiro porque es imposible soltarla, nos tiene en vilo intentando descubrir cómo va a resolver toda la trama que va tejiendo en esta obra corta pero de una intensidad densa sin que la veamos venir ni por un solo momento, y cuando llega, ¡ay!, cuando llega, nos deja sin aliento. Una novela sobre el aprendizaje vital y sexual de una joven Sadie que es lanzada a la vida real tras años de reclusión en orfanatos y sin ningún tipo de apoyo, modelo ni referencia que, sin duda, no dejará a nadie indiferente. #joyaza
8. «Las ciudades invisibles». Italo Calvino. Considerada como una de las grandes obras de la literatura del s.XX, este libro es un viaje por ciudades imaginarias a través de las cuales Italo nos habla de lugares imposibles, llenos de laberintos, caminos de hilos, casas suspendidas en el aire. Por eso es inevitable terminarla diciendo: ¡menudo viaje literario más maravilloso acabo de hacer! De un virtuosismo magistral, un domino del lenguaje envidiable y un entusiasme descriptivo que profundiza en urbanismo, estados mentales y proyectos de vida tiene, sin embargo un pero: la perspectiva de género. No quiero ser la mujer que dice ¡oh! asomada a una ventana peinando mis cabellos o que se baña desnuda en un río mientras hombres me acosan a escondidas, o que corre por esas calles huyendo de hombres que la persiguen. Quiero ser la mujer que viaja, que descubre, que conquista, que cuenta historias, y esa mujer, Italo, no sale en tu libro. #leeresviajar
9. «Cuando sale la reclusa». Fred Vargas. El fin de la lectura de este libro coincidió con el anuncio de que Fred Vargas era la ganadora del Premio Princesa de Asturias 2018 y no me sorprendió lo más mínimo. Hacía mucho tiempo que no leía nada de novela negra y no pude hacer mejor elección. Considerada como una novela «feminista» (una perspectiva que, desgraciadamente, no abunda en este género), en ella Fred Vargas no sólo hace una crítica directa a esos hombres que cuando se juntan en una «manada de depredadores» (no puedo imaginar un tema de mayor actualidad en estos momentos) tienen un objetivo claro: la violación y acoso de mujeres, sino que también pone el acento en el dilema ante el que se enfrenta su investigador, Adamsberg sobre qué hacer con una persona que ha decidido tomarse la justicia por su mano al no encontrar amparo en las instituciones estatales. La calidad literaria de la obra se desprende del manejo de los tiempos, la profundidad psicológica de los personajes y los juegos de palabras como con la protagonista del título, reclusa, que hace referencia tanto a una araña como a las mujeres que se recluían en la Edad Media tras ser violadas a fin de vivir al margen de la sociedad. #maravillosaynecesaria #paraentreteneryreflexionar
10. «Me casé por alegría». Natalia Ginzburg. Dejo a mi #Naty para el final porque, como sabrán quienes me sigan, siento debilidad por esta autora. Y es que nunca deja de sorprenderme. Es la primera obra de teatro que leo suya y en esta ocasión, Naty coloca a esa mujer ginzburgiana marca de la casa (indecisa, insegura, ansiosa por ser amada y un poco perdida en la vida) frente a su marido, con quien ha contraído matrimonio hace apenas un mes tras un noviazgo express. Los días pasan y, mientras que él declara que se casó «por alegría», ella aún no tiene claro si lo hizo porque casarse es la única salida que ve a su condición de mujer, o bien para que él la ayudase a saldar sus deudas, o bien por aburrimiento. Una obra hilarante que roza el absurdo más genial en muchas ocasiones sin abandonar ese tono melancólico y agridulce que caracteriza a #miNaty #autoradecabecera
Ensayo feminista del mes:
«Contra los hijos». Lina Meruane. «Presten atención: a cada logro feminista ha seguido un retroceso, a cada golpe femenino un contragolpe social destinado a domar los impulsos centrífugos de la liberación». En un estilo fresco y fluido, Lina desgrana cómo la sociedad ha ido imponiendo generación tras generación la creencia de que la mujer únicamente puede realizarse de una manera: siendo madre. Esa presión se ha visto intensificada en el S.XX con la reivindicación del «ángel del hogar» y una nueva imposición: no basta ser madre, hay que ser una buena-madre, devota, entregada, resignada, absorbida por cuantos más hijos mejor. Tras un breve repaso de la Historia del Feminismo y un interesantísimo estudio de la relación entre Maternidad y Escritura (repasando nombres de autoras -preparen su bloc de notas- sin hijos, con uno o con varios) desemboca al S.XXI en el que la reivindicación de la crianza natural vuelve a encerrar a las mujeres en su casa, cocinando creativos platos ecológicos para sus retoños, lavando pañales de tela y amamantando hasta que el cuerpo aguante. Un lúcido y reivindicativo alegato feminista que leí con interés sintiéndome identificada con esas «madres-únicas», tan estigmatizadas, hasta que llegué a las últimas páginas donde puse el grito en el cielo cuando, al criticar que hoy no se pongan límites a los hijos, justifica la bofetada y denuncia que los padres puedan ser demandados por los hijos «por cualquier motivo, bastando su palabra». Lo siento, no puedo estar de acuerdo con ello en lo más mínimo, antes de recurrir a ese extremo, o mejoras los argumentos, o te largas a dar un paseo, o te das un cabezazo contra la pared, en fin qué se yo. Aparte de esto, el resto me resultó muy interesante y me reafirmó en mi búsqueda para hacer que en la suma mujer+madre la mujer no siga restando.
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