Noches azules - Joan Didion


Lo que más me ha gustado: el tono lírico con el que Joan Didion va enlazando los recuerdos de su hija a medida que van apareciendo por su narración, los jazmines de Madagascar, los sandwiches de pepino, el poema del mundo. La tristeza que desprende es, obviamente, contagiosa y abarca también al paso del tiempo, aun más notable a medida que ves crecer a tus hijos y que en el caso de Didion va acompañado del remordimiento y la culpa por sentir que no se ha aprovechado el momento, que quizá pudo haber hecho algo más para evitar el fatal desenlace, que la pérdida de su marido seguida dos años después de la de su hija, le acabará pasando factura tanto física como psicológicamente.

Lo que menos me ha gustado: el más que comprensible dolor que Didion siente al escribir este libro impide también que se abra en él completamente. Mantiene un mutismo absoluto sobre la causa real de la muerte de su hija y ese dar vueltas alrededor del tema sin entrar en él puede provoca que la conexión de quienes la leemos con su relato se dificulte. Da pequeñas pistas sobre el posible motivo, habla de una infección, el tema del alcohol sobrevuela como un buitre el desierto a la espera de posarse, pero no se posa. En lugar de eso ahonda en la vejez, en costumbres de juventud que ya no podrá retomar, en personas que ya no están vivas, pero lo realmente importante en este libro, que es su relación con su hija, presenta muchos vacíos.
«Los franceses llaman a esta hora del día "l´heure bleue". Nosotros la llamamos "el crepúsculo". La misma palabra "crepúsculo" reverbera, despierta ecos —crepitación, creyendo, corpúsculo, crisálida—, lleva en sus consonantes las imágenes d personas que se cierran de jardines que se oscurecen, e ríos flanqueados de hierba que se deslizan entre las sombras». 
Joan Didion y Quintana
En determinadas latitudes hay unas horas de los días previos al verano en los que los atardeceres se alargan y las noches nunca llegan a ser negras, sino azules. Estas «Blue nights», que también aluden al doble juego de palabras de Blue como triste, son muy valoradas por la autora tras su regreso de California (donde no se daba este fenómeno) a Nueva York (donde sí se da), y especialmente, después de la muerte de su hija Quintana. A través de un relato que va dando saltos en el tiempo y que arranca del más vivo recuerdo de ella el día de su boda, Didion nos va enlazando cómo Quintana llegó a su vida, como resultado de un proceso de adopción que no por deseado no resultó menos sorprendente. La sinceridad con la que reconoce que en un primer momento pensaban ella y su marido que podrían seguir con su agitada vida social como antes de su llegada, nos provoca ternura y también una sonrisa (¿a qué padres primerizos no nos has pasado?) como cuando señala que logró escribir «dos libros mientras miraba cómo la ropa de ella se secaba en aquellas cuerdas». Sin embargo, esos recuerdos amables repletos de poemas y dibujos infantiles, pronto dan paso a los remordimientos y a una búsqueda infructuosa de la autora de señales que pudiesen haber hecho prever lo que después le sucedió a Quintana de adulta.
«Seguíamos pensando que la felicidad y la salud y el amor y la suerte y los hijos hermosos son "bendiciones comunes y corrientes"». 
Joan Didion nace en California en 1933 y pronto se convierte en una periodista de prestigio al ganar en 1956 un concurso de ensayos para Vogue. Sus artículos periodísticos, incisivos y críticos, con una voz muy personal, así como su intenso trabajo como escritora vinculada al cine, ha hecho de ella una persona muy admirada y respetada en su país y que en el nuestro poco a poco se va dando a conocer gracias a la tradición de sus obras y al documental de Netflix «El centro cederá». En «Noches azules», a pesar de la dureza del tema que ella está tratando, se perciben al otro lado de la rabia y de la desesperación, una gran capacidad para condensar ideas y exponerlas de tal forma que remueva a los lectores. Con una gran sensibilidad nos habla de su hija y también de ella misma así como de la relación entre ambas que estuvo marcada desde el primer momento por el miedo de su hija a ser de nuevo abandonada. La claridad con la que Didion expone estos temas contrasta por otro lado con la ambigüedad con la que habla de otros pasando como de puntillas sobre el reencuentro de Quintana con su familia biológica así como sobre la adolescencia y la etapa adulta de su hija. Vemos a una Quintana niña inteligente, divertida y sensible que plantea preguntas de una madurez excepcional a la que la propia Didion apenas sabe dar respuesta. ¿Pero cómo era Quintana a medida que fue creciendo? No sabemos apenas nada de esa Quintana.
«Es horrible verse a uno morir sin hijos. Lo dijo Napoleón Bonaparte.
¿Puede haber para un mortal un dolor mayor que ver a sus hijos muertos? Lo dijo Eurípides.
Cuando hablamos de mortalidad, estamos hablando de nuestros hijos.
Eso lo dije yo
».
Un libro doloroso de leer, como para Didion debió ser doloroso de escribir, que nos habla de maternidad, de muerte, de «la aparente insuficiencia del acontecimiento desencadenante», es decir, esa «tendencia a reaccionar exageradamente ante algo que puede ser ordinario o predecible», como perder dos trenes. Un libro lleno de elipsis que va dejando pequeñas pistas que hemos de seguir ante el dolor que le provoca a Didion hablar de la muerte de su hija, de sus causas, de su, ella cree, cierta responsabilidad: la letra de Hotel California, el Hombre Roto, esa Joan Didion rodeada de amigos siempre tomando una copa o pensando en tomarla o preparando una copa o pensando en prepararla, el consumo de alcohol como «automedicación» para combatir la depresión y los ataques de ansiedad... Y también, por supuesto, nos habla del transcurso del tiempo durante los cuales vamos acumulando recordatorio de lo que «fue, de lo que se rompió, de lo que se perdió y de lo que se echó a perder» y que ahora Didion ya no quiere tener porque son recordativos de lo poco que aprecio aquellos momentos cuando los tuvo delante. Porque el tiempo es muerte pero a la vez es vida, ambas caras de una misma moneda unidas por el canto de las horas y los días y las «Noches azules» que siempre, a medida que avanzan, se acercan a su fin. 


Ficha técnica
Puntuación: 6/10
Título original: Blue Nights (2011)
Traducción: Javier Calvo
Editorial: Literatura Random House (1ª edición, 2012)
Páginas: 150
ISBN: 978-84-397-2633-3
Precio19,90 €

Comentarios

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