Espejismos - Jeanette Winterson





Título original: Sexing the Cherry.
Edición: Lumen. Marzo de 2006 (1ª ed.)
Páginas: 203
ISBN: 84-264-1566-0
Precio: sacado en préstamo de la biblioteca pública municipal.
Calificación: 7/10

Lo que más me ha gustado: la ambientación “como de cuento de hadas” donde todo es posible. Especialmente, las historias de las doce princesas que vivieron felices y comieron perdices... pero sin sus maridos. Se tratan de historias duras, incluso crueles, pero de búsqueda de la libertad, identidad y felicidad propias alejadas de las típicas historias de princesas de cuento.

Lo que menos me ha gustado: Jeanette Winterson con sus cambios en los planos temporales y espaciales baila en una frágil cuerda de difícil comprensión en la que no sabes si está hablando de física cuántica, o si, simplemente, son reflexiones suyas sobre las que ha perdido el control.
"Recuerda la piedra en la que te han tallado y la cantera de la que fuiste extraído” (Pág. 13)
“Espejismos”, escrito por Jeanette Winterson en 1989, cuando ya es una escritora consagrada y aclamada tras la publicación de su primera novela Oranges are not the only fruit (traducida al castellano como Fruta prohibida), es el primer libro que leo de esta curiosa autora de la que se pueden leer críticas tanto entusiastas como demoledoras. No es una escritora fácil, ciertamente. De hecho, hasta que no me he sentado a escribir esta reseña no tenía claro si me acababa de gustar o no, lo confieso. Tiene un estilo onírico, embebido por el realismo mágico que le da un toque de complejidad y un carácter etéreo. Espejismos se trata de un libro que hay que digerir, reposar. En algunos párrafos abofetea, en otros repugna, en otros conmueve.

Me llamó la atención la forma en la que se tituló su edición en castellano: Espejismos, teniendo en cuenta que el título original Sexing the cherry es mucho más evocador, aunque de complicada traducción. A lo largo de la narración descubrimos porqué Winterson lo tituló así. Uno de los personajes secundarios principales del libro, Tradescant, es un jardinero real muy aclamado por sus trabajos con la cereza. Y es con esa misma fruta con la que Jordan, el protagonista masculino, aprende el arte del injerto y se pregunta si podría aplicárselo a sí mismo.   
 “Al ver mis pacientes intentos por lograr una cosecha de injerto entre cereza negra y guinda, mi madre hizo dos comentarios: «También podrías intentar la unión entre tú y yo cosiéndonos por las caderas» y «¿De qué sexo es el monstruo que estás fabricando?» (...) El cerezo creció, hemos determinado su sexo y es hembra” (...) Me gustaría injertar en mí parte de Tradescant para convertirme en un héroe como él”. (Pág. 112. De aqui vendría el título, Sexing the cherry, o Determinando el sexo del cerezo...)
Intentar escribir una sinopsis del mismo sin contar el final, que es donde se cierra el círculo, y donde todo el puzzle que Winterson nos va desperdigando durante el relato adquiere una forma visible, como un cuadro impresionista que sólo se puede apreciar en su conjunto si tomas distancia para observarlo, es difícil pero voy a intentarlo.

Espejismos cuenta la historia ambientada en el Londres del s. XVII de una mujer a la que llaman Mujer Perro y de Jordan, un chico al que recoge de bebé del río Támesis. La Mujer Perro cría a Jordan al mismo tiempo que se dedica a la cría de perros de lucha, despliega una peculiar forma de instalar la justicia a su alrededor, y vive rodeada de amigas prostitutas, brujas y curanderas, lo más bajo de la sociedad. A medida que pasan los años Jordan se convierte en un muchacho ansioso de vivir aventuras, de viajar, de explorar la tierra. En sus caminos se cruza Tradescant, jardinero al servicio del rey Carlos I, quien tiene como misión recorrer el mundo para encontrar frutas y plantas exóticas con las que enriquecer los jardines reales y que estará encantado de tener a Jordan a su servicio. Como telón de fondo, la convulsa situación política y religiosa de la Inglaterra del s. XVII, con el enfrentamiento entre Cromwell y el rey Carlos I que desemboca en la decapitación de éste.
“-Debemos tener responsabilidades –dijo-, pero no siempre se corresponden con las que uno elegiría.
-Estoy de acuerdo –opiné-. Y para la mujer la carga del diablo es doblemente pesada.” (Pág. 30)
La Mujer Perro va contando su propia historia alternándose la narración de la misma con la propia de Jordan, creando un hilo argumental de múltiples narradores en primera persona que no es lineal, sino que va dando saltos entre los personajes e intercalándose con las historias secundarias de hombres y mujeres con los que los protagonistas se van encontrando en su camino.
“Sé que las gentes me temen, sea por los ladridos de mis perros o porque soy más alta que la mayoría. De pequeña mi padre me sentó en sus rodillas para contarme un cuento y le quebré las piernas. Nunca volvió a tocarme, salvo con la punta del látigo que empleaba con los perros. Empero, mi madre, que vivió muy poco y era tan ligera que cuando soplaba el viento no se atrevía a salir, me carga a las espaldas y me acarreaba durante kilómetros. Aunque se habló de brujería, ¿existe algo más fuerte que el amor?” (Página. 33)
La Mujer Perro, cuyo nombre real ya ha olvidado, se percibe a sí misma como una mujer monstruosa, grotesca, enorme, fea y maloliente pero noble y fuerte. Segura de sí misma aunque torpe a la hora de hablar de sus emociones y sus sentimientos, no tiene miedo a nada ni a nadie y es una mujer tenaz que lucha por lo que cree y que defiende al rey frente a los puritanos (inicia incluso una cruzada personal contra ellos arrancándoles los ojos y despedazándoles). Winterson, a través de este personaje nos introduce en el concepto de “Los otros” o “El otro”. ¿Cómo ven los demás a la Mujer Perro? ¿Cómo influye esa visión de los otros en la forma en la que ella se ve a sí misma? La Mujer Perro representa todo lo opuesto al estereotipo de “mujer ideal o femenina”: desagradable por fuera pero firme por dentro.
“¿Hasta que punto soy monstruosa?” (Se pregunta La Mujer Perro, no cuestionándose si es monstruosa o no sino en qué medida lo es. Pág. 33)
Esta narración en primera persona provoca que el lector no sólo pueda llegar a sentirse más identificado con los personajes sino que también pueda llegar a sentir más simpatía por los mismos. La Mujer Perro, a pesar de ser una mujer físicamente horrible que podría llegar a producirnos incluso asco y desprecio, nos va enterneciendo cada vez más a medida que vamos conociendo un poco mejor su historia, su procedencia, sus pensamientos. Esta empatía la va creando Winterson con gran sutileza a través de dos elementos: (1) Facilitándonos más y más información sobre ella. (2) Haciendo que salgamos inconscientemente en su defensa cada vez que un tercer personaje la juzga con crueldad y severidad.
“Los huesos me salvarían de cualquier tipo de dolor y me conducirían piadosamente al cielo. Él mismo lucía algunos huesos.
- ¿Y el amor? –pregunté-. ¿Y el amor?
Negó con la cabeza y me aseguró que nada estaba a salvo del amor.” (Pág. 104)
Por otro lado, Jordan es el soñador, el aventurero. Durante su viaje como explorador de tierras lejanas Jordan conocerá ciudades en las que las palabras dichas por sus habitantes flotan y hay un escuadrón que se dedica a borrarlas del cielo a fin de evitar que les asfixien; ciudades en las que el amor está prohibido después de que éste arrasara su población tres veces seguidas; se cruzará con doce princesas, apasionadas, auténticas y decididas que le contarán sus historias; con casas sin suelos cuyos habitantes se deslizan a través de ellas con cuerdas suspendidas en el aire; con muchachas encerradas por ellas mismas en habitaciones que creen que son torres y con cerrrojos que ellas mismas se han echado.

A diferencia de su madre que nunca se enamora (en parte porque los hombres la temen y en parte porque ella no siente ninguna fascinación por ellos) él sí se enamora perdidamente de una bailarina a la que buscará por todo el mundo. Una bailarina que le romperá el corazón. Jordan, al igual que Winterson, es adoptado, lo que le llevará a una búsqueda de su propia identidad, búsqueda que realizara fuera de si mismo, explorando tierras lejanas, hasta que el reencuentro con la misteriosa bailarina le llevará por fin a buscar en su interior.
“Pasé un mes con Fortunata, aprendiendo más cosas sobre sus hábitos y algunas sobre los míos. Me contó que durante años vivió con la esperanza de que la rescataran, de ser de otro, de bailar juntos. Y después aprendió a bailar sola, por su propio bien y únicamente para sí”. (Págs. 142-143).
Winterson recrea en este libro una fábula compleja sobre el amor, la búsqueda de uno mismo, el sexo y la identidad de género. Es un estilo difícil de clasificar. De hecho, ella misma reniega de cualquier etiqueta y cuando le han preguntado si su obra podría encuadrarse en el realismo mágico lo ha negado. Lo cierto es que, a través de fábulas, recreadas en un contexto histórico real (la guerra civil derivada del conflicto religioso entre Cromwell y Carlos I) que les da soporte, Winterson hace una crítica mordaz a todos los estereotipos sociales de género y de roles explorando voces narrativas y argumentales. Pero también hace una defensa tenaz al ecologismo criticando el capitalismo brutal causante de que los organismos públicos miren a otro lado mientras los ríos se contaminan y los bosques desaparecen. Es un canto a la naturaleza en estado puro, tanto la naturaleza esencial del ser humano, más salvaje y primitiva como la del entorno que nos rodea. Desde su visión posmodernista hace una promoción de la diversidad, una defensa de los intereses de las minorías, de “los otros” y para ello usa el lenguaje como instrumento para crear la realidad, negando el acceso a la verdad absoluta y reivindicando la verdad como perspectiva.
“No odio a los hombres, simplemente me gustaría que se esforzaran un poco más. Todos quieren ser héroes y lo único que nosotras queremos es que se queden en casa y ayuden con las tareas domésticas y con los niños. Pero no es el tipo de heroísmo del que ellos disfrutan” (Pág. 180)
A través de La Mujer Perro y de la historia de las doce princesas Winterson no sólo da voz a aquellas mujeres silenciadas durante años por su tendencia sexual sino también a todas las que sienten que no encajan en lo que la sociedad espera y exige de las mujeres. También el tema de la búsqueda personal que tanto a marcado a Winterson en su vida, tiene un papel fundamental en esta obra. Por lo tanto, aunque no se trate de una novela autobiográfica es innegable la influencia que los temas que tanto preocupan a Winterson dejan en esta obra.
“Los budistas afirman que hay ciento cuarenta y nueve maneras de llegar a Dios. NO busco a Dios, sino a mí mismo, lo cual es mucho más complicado. Sobre Dios se ha escrito mucho y ni una línea acerca de mí.” (Pág. 147)

En conclusión, no es un libro que regalaría ni recomendaría a cualquiera. Una vez digeridas las primeras impresiones tras acabar de leerlo me detuve a reflexionar sobre él, a intentar entenderlo. No es un libro fácil, aunque (o quizás porque) es muy poético. Puede resultar desagradable a veces, aunque otras me ha parecido muy bello. Winterson experimenta, retuerce, estira y pliega el argumento, lo que convierte este libro en algo original y diferente, muy diferente. Winterson tiene talento, y lo sabe, lo que a veces puede resultar un poco "presuntuoso" pues sitúa al lector en la tesitura de sentirse inferior o un poco estúpido si no la entiende. Pero... ¿quién puede culparla por eso? Leeré algo más de ella para confirmar (o rebatir) mis intuiciones acerca de su genialidad. 

 Un apunte sobre la autora. Jeanette Winterson.




Nacida en Manchester (Inglaterra) el 27 de agosto de 1959 fue adoptada por Constance y John William Winterson, una pareja evangélica profundamente religiosa y fue educada en la iglesia Petencostal Elim. De niña quería ser misionera y con seis años escribía ya sermones.

Su madre nunca aceptó su homosexualidad. Cuando descubrió, leyendo sus diarios y cartas, que estaba enamorada de una mujer, mandó llamar al pastor de la iglesia para que la exorcizara. Más tarde, cuando fue la propia Jeanette quien le confesó que amaba a otra mujer, la madre le contestó: “O te vas de casa y no vuelves nunca más o dejas de ver a esa chica”. Jeanette recogió las cosas de su habitación y cuando estaba saliendo de casa su madre la preguntó: “Jeanette, ¿puedes decirme por qué?” “Cuando estoy con ella soy feliz. Feliz sin más”, le respondió. La señora Winterson le hizo una última pregunta: “¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?”. Una profesora del colegio la acogió en su casa y la ayudó a estudiar y a ingresar en la Universidad de Oxford, donde empezó a escribir.

En 1985 publica Oranges are not the only fruit (Fruta prohibida), en la que cuenta la experiencia del abandono del hogar. Era y no era una novela autobiográfica que tuvo una recepción espectacular y por la que recibió el premio Whitbread, convirtiéndose en un símbolo de la lucha de las minorías sexuales. En 1990 se adapta en miniserie para la BBC y ese mismo año fallece su madre. No alcanzaron a despedirse puesto que no se hablaban. La señora Winterson nunca le perdonó su homosexualidad ni que contase su historia.

En 1987 publica The Passion (La Pasión) y en 1989 el libro que aquí estamos comentando. De fuerte personalidad y carácter, se vio desbordada por la fama y el éxito que, como ella misma confesó más tarde, no supo digerir bien. Por ejemplo, se autoproclamó la heredera natural de Virginia Woolf y la salvadora del mundo a través de sus libros. En 1992 nominó su propio libro Escrito en el cuerpo (Written on the body) como el libro del año y al año siguiente se autodenominó a sí misma como su escritora viva favorita. Su ego crecido la convirtió en objeto de feroces críticas y antipatías.

En 2006 es condecorada con la Orden del Imperio británico por “sus servicios a la literatura”.

Tras su muerte, su padre se casa de nuevo con Lilian, diez años menor, y con la que Jeanette mantiene una relación excelente hasta que fallece inesperadamente en 2007. Mientras ayudaba a su padre a recoger la casa para que éste ingresase en una residencia de ancianos, encuentra un papel amarillo: la orden judicial que resuelve sobre su adopción y donde aparece el nombre de su madre biológica, Ann. Jeanette, que ya sabía que era adoptada, encuentra así a su madre y, aunque feliz por conocerla, reconoce que también con ella se ha sentido incomprendida.

Años después decide contar la historia real, la que no contó en “Fruta prohibida" y en 2011 publica Why be happy when you could be normal? (¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?). En sus primeras páginas dice de su madre que: “era una mujer muy solitaria. Una mujer solitaria que anhelaba que una persona la conociera. Creo que ahora la conozco, pero es demasiado tarde”.

En 2012, escribe: “la adopción no es una cuestión de amor; es una cuestión de identidad. ¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes? ¿A dónde perteneces? (...) Los niños adoptados se inventan a sí mismos porque necesitan hacerlo”.

Respecto a su vida privada, por su carácter fuerte y a veces polémico, se ha visto expuesta en más de una ocasión en los tabloides británicos por sus relaciones con mujeres casadas y por haber sacado del armario a alguna de ella contra su voluntad. Pero no es éste el lugar para entrar en esos detalles...

Puedes leer más artículos suyos en su página web www.jeanettewinterson.com/

Comentarios

  1. Parece un poco caos el libro... Yo no entendería mucho. Igualmente gracias por la reseña.

    Pd. la piedra tallada la han sacado de la carretera, eso tiene que ser jejejejje

    Besos!!!

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    Respuestas
    1. El libro es complicado pero es cierto que requiere abrir mucho la mente, sobre todo al principio, aunque luego merece la pena porque contiene pasajes inolvidables.
      Gracias por comentarme y... muy bueno lo de la piedra :D

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  2. Hola a todos, mi nombre es Fenna Thijs de Utrecht, Países Bajos.
    Estoy aquí para agradecerle al Dr. Elumelu por traer de vuelta a mi familia y a mí otra vez, pensé que ya había perdido todo antes de encontrar un comentario en Facebook sobre cómo el Dr., Elumelu ayudó a las personas a quedar embarazadas y a recuperar a sus ex.
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