El papel pintado amarillo - Charlotte Perkins Gilman
Título original: The Yellow Wallpaper
Traducción: María Tabuyo y Agustín López
Edición: José J. de Olañeta, Editor (1ª edición. 2014)
Traducción: María Tabuyo y Agustín López
Edición: José J. de Olañeta, Editor (1ª edición. 2014)
Páginas: 93
ISBN: 978-84-9716-910-3
Precio: 9,90€
Calificación: 10/10«John es médico, y tal vez, tal vez, ésa sea una de las razones de que yo no mejore con más rapidez.
¡NI siquiera cree que esté enferma! Y ¿qué puedo yo hacer ante eso?» (Pág. 32)
Vivo encerrada en una habitación. En parte porque mi marido, John, que es médico y especialista en estos temas y, por tanto, debe saber más que yo, me ha recomendado reposo absoluto, apartarme de cualquier actividad intelectual o física que me inestabilice, centrarme en descansar, dormir y recuperar fuerzas; en parte también porque nos hemos venido a esta casa unos meses a pasar las vacaciones y ni tengo amistades en la zona ni puedo invitar a nadie a que me visite porque John, ese gran especialista de reputado prestigio, repito, me dice que pueden desestabilizar mi frágil estado de ánimo. Estoy aislada. La niñera cuida de mi bebé. El desánimo es mi única compañía... El desánimo y este papel amarillo de las paredes de la habitación que parece mandarme un mensaje. Se mueve, vibra, adquiere vida propia. Debo interpretar qué me dice. Debo encontrar un patrón que explique ese estampado desafinado, esa repetición de caras de mujeres, pájaros y bulbos que no parecen tener ni ton ni son. A primera hora de la mañana son una cosa, a mediodía otra y al atardecer algo totalmente diferente. Pero el peor momento es por la noche, cuando hay cuerpos de mujeres que parecen salir de entre esos galimatías para intentar tocarme, atraparme, hablándome en susurros. No las entiendo, pero las entenderé...
«Es muy desalentador no tener ningún consejo, ni recibir el apoyo de nadie en mi trabajo (...) ¡Cómo me gustaría poder mejor más deprisa!» (Pág. 45)
He decidido contar la sinopsis de este pequeño libro de apenas 70 páginas en primera persona porque no puede hacerse de otra manera. La forma en la que la Charlotte nos habla a través de esta mujer es tan directa e intensa que, o te sientes identificada con ella, te cubres con su chal y observas ese papel amarillo a través de sus ojos, o entonces detestas este relato y tienes que abandonarlo. No hay término medio. No voy a engañarles: su lectura no es fácil. La sensación de angustia que me invadió durante su lectura aumentaba en una proporción alarmante con cada giro de página (ahora entiendo por qué es tan corto; si hubiera sido de una extensión mayor me temo que tendría que haberlo dejado a medias). Para la protagonista, la causa de su asfixia es un papel amarillo, un papel cuyos dibujos se convierte en barrotes reflejo de las convenciones sociales que la aprisionan; un papel que contiene caras de mujeres que la observan, algunas la juzgan, otras la entienden, y que reflejan esos ojos de la sociedad que la hacían sentir mala madre, mala esposa, mala mujer; un papel del que se desprenden run run de sonidos como las voces de esos hombres que le dicen que va a mejor, que todo saldrá bien, que tiene que relajarse y poner de su parte; un papel del que se desprenden a rastras cuerpos de mujeres que reptan por el suelo y que proyectan el estado mental y físico de la propia protagonista. Unas personas escuchan voces, otras ven fantasmas; esta mujer proyectó su vida, sus emociones, sus miedos, su soledad, en ese terrible papel amarillo.
«¡Este papel me mira como si supiera la nefasta influencia que ejerce sobre mí!» (Pág. 45)
Charlotte Perkins. |
Charlotte Perkins (1860-1935), una mujer con una vida interesantísima que invito a conocer, insistió en que este relato no estaba basado en su propia experiencia pues si bien ella sufrió depresión post parto cuando dio a luz a su primera hija Katharine en 1885 no llegó al grado de gravedad que muestra la protagonista de este relato. Y si no llegó a esa locura fue porque, precisamente, Charlotte Perkins, que era una mujer de armas tomar adelantada a su tiempo, no se sometió a esa terapia de descanso absoluto que el prestigioso neurólogo Silas Weir Mitchell de Philadelphia le recomendó. Todo lo contrario, viendo que esta terapia la estaba hundiendo en lo que ella misma llama «el límite mismo de la más absoluta ruina mental que se pueda imaginar», hizo acopio de los restos de inteligencia que le quedaban y con ayuda de una amiga comenzó de nuevo a trabajar, a escribir, a involucrarse en el activismo social.
«Todas esas cabezas estranguladas, esos ojos bulbosos,y esos hongos que proliferan y se agitan, ¡chillan burlándose de mí!» (Pág. 82)
Cuando este libro se publicó en 1892 el revuelo social fue tremendo, como se pueden imaginar. No solo porque Charlotte se atrevía a hablar por primera vez de un problema que no existía (la depresión post parto era un síndrome que en aquella época no estaba diagnosticado y sus síntomas se blandían como una prueba del carácter impresionable y débil de las mujeres) y se silenciaba, sino que además animaba a otras mujeres a identificar sus síntomas y a luchar contra ellos haciendo precisamente lo contrario de lo que se les ordenaba hacer, a saber, pensar, en lugar de reposar, actuar, en lugar de tumbarse, escribir, trabajar y vivir, en lugar de enclaustrarse. Por lo tanto, estamos ante una de las primeras novelas feministas de la literatura, escrita por una de las primeras luchadoras a favor de los derechos de la mujer. Por un importante sector de opinión de la época se consideró que este texto podía empujar a la locura a las mujeres que la leyesen. Nada más lejos de la realidad. Tras su publicación, muchas mujeres confesaron que leerlo las salvó de la demencia incipiente que las amenazaba y así mismo, el texto ha sido considerado en el mundo de la psiquiatría como un magnífico fresco de la génesis de la enfermedad mental.
«El texto no fue escrito con la intención de volver loco a nadie, sino de evitar que ciertas personas fueran llevadas a la locura. Y funcionó» (Pág. 93. Apéndice de Charlotte Perkins sobre «Por qué escribí El papel pintado amarillo.»)
Si cuando reseñé Las Retrasadas, otro librito de apenas setenta páginas también, decía que Jeanne Benameur nos enseñaba que menos es más, respecto a El papel pintado amarillo debo repetirme. En pocas páginas se tocan con profundidad temas como el sobreproteccionismo de la época de los hombres hacia las mujeres, su paternalismo y condescendencia, la frustración al no cumplirse las expectativas previstas tras ser madre, la soledad, el traspaso de la fina línea que separa locura de cordura, y un largo etcétera existencia. Y de nuevo AVISO: cuidado con los pequeños libros, los cortos relatos, aquellos que en pocas páginas son capaces de condensar capítulos enteros, pues a veces dejan una huella en nuestras vidas tan imborrables como ese papel amarillo adherido con pegamento durante décadas a una vieja pared.
Qué texto más grande. Me encantó leerla. Un relato revolucionario en su momento e incluso hoy en día en el que parece que la depresión postparto solo es cosa de muy pocas mujeres (igual que las estrías, los cambios hormonales, el aumento de peso que tarda meses y años en irse...). Un texto valiente que denunciaba el tratamiento tan poco humano en la salud mental. Bravísima, Charlotte.
ResponderEliminarPilar,
¡Tú sí que eres brevísima! Gracias por pasarte por aquí y que coincidamos en gustos literarios. Un placer, como siempre.
EliminarHola!venimos siguiendo de instagram y el blog nos parece alucinante☺y Está lectura acabe ayer de leerla de una antología. Así que nos quedamos si nos acestas y te invitamos al nuestro!!😉😉😉saludosbuhos
ResponderEliminar¡Qué ilusión! Por supuesto que sois más que bienvenidas y con gusto pasaré a haceros una visita. Un abrazo y ¡nos leemos!
EliminarEs un texto magnífico sobre esa frontera entre la enfermedad mental y la salud mental, pero aderezado de una época donde el machismo no era tan sibilino como él de ahora, entonces era mucho más palpable y descarado, no por ello menos violento. No comenté en su momento esta lectura porque sentí que no tenía mucho más que añadir a lo que ya se había dicho (a veces me pasa, no comento lecturas por distintas razones, no siempre porque no me haya gustado).
ResponderEliminarMe he quedado pensando en lo que dices de que no es una lectura fácil. En lo que entendemos o no por lectura fácil o difícil y en porqué sentimos esa necesidad de advertirlo...
Un abrazo.
A mi también me pasa, Ana, que no comento porque siento que me han leído la mente y que poco más puedo añadir. Aun así siempre tus comentarios son valiosos y respecto a la necesidad de advertir que no es una lectura fácil siento que yo siempre lo hago por poner en situación a futuras lectoras. Hay libros, como este, que pueden remover muchas cosas por dentro y, por ello, lo ideal es no ir a ciegas y prepararse anímicamente para lo que una se va a encontrar. Me sucede lo mismo con «Nada crece a La Luz de la luna», un libro que a mí me marcó profundamente tanto por su estilo como por su historia y que tampoco resulta fácil por su intensidad.
EliminarUn abrazo y un gusto verte por aquí