La edad de la inocencia - Edith Wharton



Título original: The Age of Innocence.
Edición: Tusquets Editores. 1988 (2ª ed.)
Páginas: 301  
ISBN: 84-7223-213-1    
Precio: sacado en préstamo de la biblioteca pública municipal .
Calificación: 8/10

Lo que más me ha gustado: Edith Wharton perfila de forma magnífica sus personajes, los cuales se van deslizando con gran coherencia y de forma compacta. Les hace hablar, moverse, agitar un abanico, enfurruñarse y contenerse con gran credibilidad. 

Lo que menos me ha gustado: la previsibilidad en la resolución del conflicto, arma de doble filo, pues es coherente con la crítica que Wharton hace a la alta sociedad neoyorquina pero a la vez quita tensión argumental a la historia.

"— Las mujeres deberían ser libres... tan libres como nosotros— declaró, descubriendo algo cuyas terribles consecuencias estaba demasiado irritado para medir." (Newland Archer. Pág. 42).

Este libro ha sido relegado a los últimos puestos de mi lista de “libros a leer” a lo largo los años. ¿La culpable? La maravillosa adaptación cinematográfica llevada a cabo en 1994 por Martin Scorsese y con un elenco inolvidable (Daniel Day –Lewis como el soñador Newland Archer; Wynona Ryder como la tradicional May Welland y Michelle Pfeiffer como la “peligrosa” condesa Olenksa), hasta el punto de que, aunque en el libro la condesa Olenska es morena, no podía evitar durante su lectura sobreponer la rubia melena de Michelle Pffeiffer sobre los rizos negros de la condesa Olenska. 

La novela plantea una pregunta que casi un siglo más tarde sigue suscitando respuestas de todo tipo: “¿Hasta qué punto los condicionantes sociales pueden marcar el destino de una persona?”. Edith Wharton nos coloca un eje de tres personajes muy bien definidos y diferenciados: el prometedor abogado perteneciente a una de las grandes familias de Nueva York Newland Archer, prometido con la dulce y conservadora May Welland, a su vez prima de la condesa Olenska, recién llegada de Europa tras separarse de un oscuro e infiel noble polaco. Newland Archer se presenta en un primer momento como un hombre consciente de haber tenido una moral dudosa (“como corresponde a cualquier hombre de su tiempo”) pero crítico con la alta sociedad que le rodea, con su hipocresía y cinismo y por ello decidido a actuar noblemente con su futura mujer. Hasta que su enamoramiento de la condesa Olenska hace tambalearse los cimientos de sus principios morales y sociales.

¿Qué podían uno y otra saber de su pareja, si su deber de hombre «decente» le obligaba a ocultarle su pasado, y el de ella, como muchacha casadera, consistía en no tener un pasado que ocultar?” (Se pregunta Archer en la pág. 44)

Newland Archer se promete a si mismo no convertirse en un engranaje más del mecanismo social y de sus convenciones que tan bien conoce. Él aspira a ser diferente, marcar el ritmo de su propia vida, no quedarse anquilosado en un entramado social rígido y decadente al que prevé pocos años de existencia. Sin embargo, cuando parece que va a poder huir de parecerse a ese suegro que tanto le aburre, a ese Lawrence Lefferts adúltero e hipócrita que desprecia a su esposa y juzga a los demás duramente, a ese Beaufort que que regala a su mujer joyas de valor directamente proporcional a la infidelidad y oprobio causado, pasará algo que le arrastrará convertirse en todo aquello que tanto odia y tanto ha criticado.

Edith Wharton únicamente deja hablar y que conozcamos los pensamientos y el discurrir de Newland pero con la suficiente habilidad narrativa como para que podamos discernir y entender al resto de los personajes.
Nos puede resultar curioso que a lo largo del libro, que transcurre en el último cuarto del siglo XIX, Europa represente la amenaza para los valores morales de la clasista y puritana sociedad neoyorquina cuando tradicionalmente siempre se ha considerado que ésta es más avanzada cultural y socialmente. Y es que Wharton sitúa la acción en los últimos coletazos de esa sociedad conservadora, que despliega toda su parafernalia en un intento desesperado de perpetuarse y que por ello es aún más dura y exigente si cabe con el cumplimiento de las normas sociales si uno deseaba pertenecer a esa clase respetable y honorable. A esa sociedad decadente, ya a punto de extinguirse, pertenecen los tres protagonistas, que se convierten en víctimas de esas convenciones sociales y cuyos anhelos vitales son fagocitados por la hipocresía en aras de un interés superior, el bien común.

" -Llámalo como quieras; ves las cosas como son.
-Ah, he tenido que hacerlo. Tuve que mirar al diablo a los ojos.
-Pues bien... ¡no te ha cegado! Has visto que es un viejo truhán como todos los demás.
-No te ciega, pero te seca las lágrimas".
(Diálogo entre Archer y la condesa. Pág. 24)

La gran víctima es Newland Archer porque es consciente del gran sacrificio que tiene que realizar, pero también su propia esposa (quien, en su ignorancia, cree alzarse con el triunfo de retenerle a su lado a sabiendas de que él ya no la ama) y la condesa Olenska, quien huirá a Francia a fin de facilitarles la vida a todos.

¿Es que aquí nadie quiere saber la verdad? ¡La verdadera soledad consiste en vivir entre toda esa gente encantadora que sólo te pide que finjas!" (Condesa Olenska. Pág. 71) 
Es un libro sobre la infelicidad y cómo ésta a veces se instala en la vida de las personas sin que puedan hacer nada por evitarlo. Es un libro de perdedores. No hay héroes ni heroínas. Nadie se rebela ni lucha hasta el estertor. Finalmente el deseo de ser aceptado, de encontrar un lugar en la sociedad, vence cualquier ansia de libertad, de auto realización personal. Wharton ahonda con maestría en la jaula de las convenciones sociales en un grupo social en el que todos son observadores y observados, espías y espiados.

"(...) el pez de la cueva de Kentucky, que había dejado de desarrollar ojos porque no los necesitaba para nada. ¿¿Y si, cuando pidiera a May que abriera los suyos, se encontraba con que sólo eran capaces de mirar huecos al vacío?" (Pág. 75)
Paralelamente a la trama principal formada por este trío amoroso, Wharton despliega tramas secundarias que nos sirven de indicadores del desenlace final como la caída de los Beaufort. Mr. Beaufort, banquero de costumbres disipadas, lengua amarga y antecedentes misteriosos, contrajo matrimonio con la hermosa Regina Dallas, perteneciente a una de las familias más apreciadas de América, lo que le permitió entrar de lleno en la sociedad neoyorquina y que se le pasase por alto sus costumbres disipadas... pues como Wharton dice tan agudamente en boca de Mrs. Archer (madre de Newland) : “todos tenemos nuestros personajillos mimados” y “los hijos de la locura se justifican tan a menudo como los de la sabiduría” (Pág. 24). Dicha caída es observada por el protagonista como un claro aviso de lo que le puede suceder si decide incumplir con las normas, no ya legales, sino las éticas y morales (aún más restrictivas y constreñidoras) y volar hacia su propio destino.

"Y mientras tanto”, pensó, “supongo que en algún lugar viviría gente real, y que les ocurrirían cosas reales...” (pág. 158. Piensa Archer mientras espera a May en el altar de boda).
La edad de la inocencia es la historia típica del pájaro cuyas alas son cortadas y ya no puede volver a volar. Nunca más.

El final del libro, presentándonos al hijo mayor, es el cierre perfecto,  pues en esa figura en forma de boceto,  pero trascendental,  Wharton nos dice dos cosas: la primera, que esa sociedad neoyorquina, que aparece al comienzo de la novela, ya ha desaparecido; y la segunda, que en esa sociedad los secretos no existían y había una especie de conspiración silenciosa por la cual las fuerzas se situaban del lado de la parte mas representativa de la tradición, en su caso, May. Se da cuenta de que todos habían dado por descontado que la condesa y él fueron amantes << en el sentido extremo propio de los vocabularios “extranjeros”  >> (algo que en el libro no aparece como tal pues su relación no fue más allá de un par de besos clandestinos) y que May supo jugar sus cartas con la connivencia de todos. Fue una generación que su propio hijo Dallas define de esta manera: 
—No. Me olvidaba. Jamás os pedíais nada el uno al otro, ¿verdad? Y nunca os contábais nada. Os sentábais, os mirábais y adivinábais lo que pasaba por dentro. ¡Un asilo de sordomudos, en definitiva!” (Pág. 297)
En definitiva, un libro absolutamente recomendable, en el que nos encontraremos personajes de todo tipo, algunos más simpáticos que otros (lo reconozco, mi debilidad es la condesa Olenska) pero imprescindible para obtener un fresco de la alta sociedad neoyorquina de finales del s.XIX no muy diferente en muchos aspectos a lo que nos podemos encontrar hoy en día en cualquier sociedad y en cualquier estatus. El hombre, animal social por naturaleza, siempre ha tenido y siempre tendrá, sus propias ataduras convencionales. 

Un apunte sobre la autora, Edith Wharton.



Nacida en Nueva York, el 24 de enero de 1862, fallece en Francia a los 75 años el 11 de agosto de 1937. De origen aristocrático conocía bien el ambiente de la alta sociedad neoyorquina a la que pudo criticar con tanta ironía y cinismo desde dentro. Su vida amorosa fue tan azarosa y más que la de los personajes de sus novelas. Heredera temprana de una enorme herencia familiar a la que fue sumando los ingentes ingresos por sus obras disfrutó de una vida acomodada plagada de viajes, cruceros, salones parisinos, palacios italianos... A los veintitrés años contrajo matrimonio con Edward Robbins Wharton, Teddy, doce años mayor que ella, compensando esa diferencia de edad con la pasión de ambos por los animales, la vida campestre y los viajes. El matrimonio atraviesa una fuerte crisis al descubrir Edith que él no sólo había dispuesto de parte del patrimonio de ella sin su conocimiento sino que con él había mantenido también a numerosas amantes. En 1913 se divorcian y ella continúa el idilio que había comenzado aún casada con William Morton Fullerton, periodista del The Times. Tras finalizar este idilio continua con una larga lista de amores, mujeres incluidas, como la cantante de ópera Camilla Chabbert, alias Ixo, o la poetisa y guionista Mercedes de Acosta, sin que, sin embargo, vuelva a contraer nunca segundas nupcias. 

Su amor por los libros no le viene de familia pues ella misma reconoció que sus padres no eran unos grandes amantes de los mismos. Sin embargo, como buenos aristócratas, disponían de una amplia y selecta biblioteca. “Siempre que evoco mi infancia –recuerda Wharton– es en la biblioteca de mi padre donde revive”. Desde finales del s.XIX comienza a producir novelas, libros de viajes, cuentos de fantasmas (bastante logrados), poemas... y es en 1905 cuando publica la que se considera su primera gran novela: La casa de la alegría.

En 1907 se establece definitivamente en Francia. En 1911 publica Ethan Frame, novela corta que por su sencillez y su ambientación rural alcanza una universalidad que no tienen sus novelas de sociedad. 
Mujer adelantada a su tiempo, durante la Primera Guerra Mundial consiguió, gracias a sus contactos con el gobierno francés, permisos para viajar en motocicleta por las líneas del frente francés, publicando una serie de artículos que se recopiló como Fighting France: From Dunkerque to Belfort.

También colaboró con la Cruz Roja. Amiga íntima y confidente de Henry James (de quien fue discípula, hasta el punto de que se la considera su heredera literaria), Hemingway, Scott Fitzgerald, Cousteau y Theodore Roosevelt, abrió también camino a las mujeres al ser la primera mujer nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Yale (1923) y la primera galardonada con la medalla de oro del Instituto Nacional de las Artes y la Letras de Estados Unidos (1924). 

Mujer versátil, fue también muy respetada como paisajista y asesora de estilo, así como reconocida filántropa.  




Comentarios

  1. Excelente reseña Raquel, has captado todo lo que representa la edad de la inocencia. Yo ahora mismo tengo Ethan Frome en casa para leer ya te contaré.

    Saludos,

    Eva

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    1. Muchas gracias, Eva. Wharton ha sido un gran descubrimiento para mi, creo que de los mejores del 2016. Ya me contarás que tal Ethan Frome. También he leído buenas críticas de ese libro pero espero tu opinión *__*

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  2. Hace solo unas semanas vi un comentario sobre el Dr. Azaka Solution Temple, alguien hablando sobre cómo la ha ayudado en su relación también lo contacté porque estaba enfrentando el mismo problema en mi relación, hoy puedo recomendar con valentía la solución del Dr. Azaka Templo para alguien que también enfrenta una ruptura en su relación para contactarlo hoy para obtener ayuda porque me ha ayudado a restablecer mi relación a la normalidad, aquí están sus datos de contacto: Azakaspelltemple4@gmail.com o whatsapp +1(315)316-1521, gracias señor Dios lo bendiga.

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