Tres mujeres - Sylvia Plath



Título original: Three Women
Edición: Nordica (2ª edición, 2014)
Traducción: María Ramos
Páginas: 97
ISBN: 978-84-15717-61-4
Precio: 16,50 €
Calificación: Por supuesto, 10/10. 
«Cuando vi por primera vez la pequeña hemorragia roja,
no podía creerlo.
Miré a los hombres andar a mi alrededor en la oficina.
¡Eran tan pasivos!
Había algo en ellos, algo acartonado, y ahora lo comprendo,
ese plano, plano vacío de que provienen las ideas, destrucciones,
bulldozers, guillotinas, las habitaciones blancas llenas de gritos.
» (Pág. 17. Segunda voz).
Tres voces. Tres mujeres. Un escenario: un hospital. Tres voces que desgarran, que consuelan y que se desconsuelan. Sylvia explora en este poema oral, concebido para ser leído en voz alta, tres visiones distintas sobre la maternidad y lo hace alternando las distintas voces, dándole a cada una de ella unas notas distintivas tan características que es posible, abriendo el libro al azar, saber a qué voz corresponde cada poema. Las tres voces evolucionan a lo largo del poema: pasan de la ilusión a la preocupación, en el caso de la primera; del desconsuelo a la esperanza, en el de la segunda; del terror a la aceptación resignada, en el caso de la tercera. El contraste que se observa entre ellas, cómo ante situaciones similares reaccionan de una forma tan distinta, es uno de los grandes logros de esta obra poética que hoy ya puede considerarse un gran clásico del siglo XX, atemporal, emocionante.
«¿Puede la nada ser tan pródiga? Aquí está mi hijo.

Su ojo abierto es como los demás, azul plano. 

Se gira hacia mí como una brillante plantita ciega.

Un grito. El gancho del que cuelgo.
Y soy un río de leche. 
Una cálida colina.» (Pág. 63. Primera voz)

«Can nothingness be so prodigal?
Here is my son.
His wide eye is that general, flat blue.
He is turning to me like a little, blind, bright plant.
One cry. It is the hook I hang on.
And I am a river of milk.
I am a warm hill.
» 
La primera, la voz cálida de una esposa devota cuyo faro es convertirse en madre. Por fin lo consigue, y cuando conoce a su hijo se pregunta: «¿Quién es es este niño azul y furioso, / brillante y extraño, como caído de una estrella? / ¡Lo mira todo, lleno de cólera!» La sensación ambivalente que siente una madre cuando ve a su hijo por primera vez, ilusión y miedo, inseguridad y esperanzas, el dolor del parto, «no hay milagro más cruel que este», incredulidad ante el pasado, «¿qué hacían mis dedos antes de tenerle? / ¿qué hacía mi corazón con este amor?», y temor por el futuro, «que sea normal/ que me quiera como yo a él». Los versos de esta voz están repletos de luces luminosas, de amarillos y de marrones, de referencias al mar, de estrellas y de faisanes, de colores tierra y de estrellas. Es «lenta como el mundo». Es «muy paciente». Es fértil, sonríe y se sorprende ante el milagro de la vida
«Qué blancas son estas sábanas. Los rostros no tienen rasgos. 
Son lisos e imposibles, como los rostros de mis hijos, 
esos pequeños enfermos que eluden mis brazos.
Los demás niños tampoco me tocan: son terribles.» (Pág. 27. Segunda voz)

«How white these sheets are. The faces have no features.They are bald and impossible, like the faces of my children,Those little sick ones that elude my arms.Other children do not touch me: they are terrible.»
La segunda, es la voz más oscura, más activista, más políticamente comprometida, más anti belicista; denuncia la violencia de los gobiernos, las muertes. Es la más amarga pues quien nos habla es una secretaria que desea desesperadamente convertirse en madre pero la menstruación acecha mes a mes. Aquellos meses que logra retener la vida una nueva amenaza acecha: el aborto. Una estadística, un número. Ella se hunde y denuncia a los hombres planos que desean acabar con todo lo floreciente, lo curvo, lo que no es plano y está lleno de vida y se compara a sí misma con esos hombres despiadados porque ella también es una creadora de muerte, «yo también doy a luz a cadáveres». Los versos de esta voz están repletos del rojo de la sangre, del blanco de la muerte, de la frialdad de los ángeles, del acero de los cuchillos, de cristales, de hielo, de vidrios. Es capaz de teclear la máquina y procrear textos pero la naturaliza le impide procear una boca, un cara, una vida. Leerla es desgarrador: «no puedo contener mi vida».
«Ella es una islita, dormida y apacible,
y yo soy un barco blanco que resuena: Adiós, adiós.» (Pág. 71. Tercera voz) 

«She is a small island, asleep and peaceful,
And I am a white ship shooting: Godobye, goodbye
.» 
La tercera, la voz más fría de las tres. Una estudiante universitaria embarazada no quiere ser madre, no se siente preparada. Se arrepiente de no haber abortado, de no «haber acabado con esto que acaba conmigo». Las palomas, los cisnes y las serpientes la acompañan. Sus versos están llenos de contrastes que resaltan las dudas y las contradicciones que sufre esta mujer: el querer frente al deber, lo que se espera que sienta y lo que realmente siente. Ve a su hija llorar, al otro lado del cristal que les separa y no siente ganas de acunarla, como hace la primera voz cada vez que el niño grita, no es un río de leche sino que siente miedo, pánico, quiere huir de esos chillidos que arañan su sueño, entran su costado, le arrancan la vida. Hay oro pero también hay negro; hay estrellas y también azules; hay montañas y también escalpelos. Ya es tarde para dar marcha atrás en el tiempo pero no para seguir adelante, sentirse libre como la hierba aunque aun echa algo en falta, «¿qué me falta?». Da a su hija en adopción.
«Soy una de cada cinco, o algo así. Aún tengo esperanza.
Soy hermosa como una estadística. Aquí está mi lápiz de labios
». (Pág. 67. Segunda voz)  

«I am one in five, something like that. I am not hopeless.
I am beautiful as a statistic. Here is my lipstick.
» 
Sylvia con Frieda y Nicholas. 
¿Quién de las tres voces es Sylvia Plath? Las tres. Sylvia leyó este poema en la BBC el 19 de agosto de 1962, un año antes de su muerte, el 11 de febrero de 1963. El 1 de abril de 1960 nació su primera hija, Frieda, de su matrimonio con Ted Hughes. En 1961 sufrió un aborto espontáneo. El 17 de enero de 1962 nació su segundo hijo, Nicholas. Y en cierto modo todas las mujeres somos las tres. El miedo a quedarse embarazada cuando una no está preparada para ello. El temor a perder un bebé cuando has decidido se madre. Los sentimientos ambivalentes que invaden a las madres cuando vemos por primera vez a nuestros hijos, esos grandes desconocidos. Sylvia es las tres voces. Sylvia soy yo. Yo soy las tres voces. Todas somos Sylvia. Pocas obras de la literatura universal han logrado abordar el tema de la maternidad y de la no maternidad con la honestidad, el dolor y la sensibilidad con la que Plath lo hizo. Una obra perfecta para madres y para no madres, para quienes serlo y para quienes no e, incluso, para aquellas personas a las que la poesía se le resiste, como es mi caso. Eso sí, si me permiten un consejo, léanlo en una edición original o al menos bilingüe. Por muy buena que sea la traducción es imposible que ésta capte la cuidosa sonoridad de los adjetivos y de cada una de las palabras que ha seleccionado Sylvia, palabras que golpean y que acarician, que acunan y huyen, que odian y aman y siguen adelante, adelante, adelante...

Comentarios

  1. ¡Me encanta! Me has emocionado; oh, cuando escribes que las tres voces son ella, que todas nosotras lo somos todo realmente. Sentí una gran plenitud. Leí algunos otros versos de la autora que también tocaban la maternidad, muy bonitos y tristes a la vez. En cuanto tenga la ocasión, lo leeré. Gracias por esta preciosa reseña. *_* Se aprecia tu dedicación y esfuerzo. ¡Abracitos!

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    Respuestas
    1. ¡Oooh! Gracias, Diana. Plath emociona y mira que no soy muy dada a lanzarme a la poesía pues me siento plana leyéndola, pero Sylvia es capaz de llegar incluso a profanos de la poesía como yo. Es maravillosa y la forma en la que combina las tres voces... ¡oh! parece increíble que haya sido escrita por la misma persona en el mismo momento.
      Una maravilla. Sin duda te la recomiendo.
      Un abrazote

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