Cósima - Grazia Deledda


Título original: Cosima (1937)
Edición: Nórdica Libros (1ª edición, 2007)
Traducción: María Teresa Navarro
Páginas: 218
ISBN: 978-84-935578-8-1
Precio: préstamo biblioteca municipal
Calificación: 7/10.
«¡Que la pequeña grafómana se vuelva a los límites del huerto paterno a cultivar claveles y madreselvas! ¡Qué vuelva a hacer calceta, a crecer y a esperar a un buen marido, a prepararse para un saludable porvenir plagado de afectos familiares y maternales!.» (Pág. 133. Crítica que recibió la autora del "erudito y poeta sardo" Giovanni Antonio Murru. Afortunadamente, la resistente Grazia no le hizo caso ;-) 
Lo que más me ha gustado: la historia vital de Grazia Deledda es, sin duda, una historia de superación. Desde niña tuvo claro que quería ser escritora y luchó por conseguir este objetivo contra viento y marea, oposición familiar y del entorno incluidas. Su narración es un compendio de historias folclóricas de su Cerdeña natal, relatos sobre bandidos y animales embrujados, supersticiones y fenómenos sobrenaturales, largas noches que se superan al calor del fuego del hogar y largos días que se balancean sobre los rayos del sol. Una calma llena de vida infinita.

Lo que menos me ha gustado: las comparaciones son inevitables e injustas también. Igual que no me costó reconocer en el estilo de la primera ganadora del Premio Nobel, Selma Lagerlof (de ella leí el mes pasado La leyenda de una casa solariega), el encanto y la riqueza narrativa que la llevó a hacerse un hueco en ese cerrado mundo lleno de hombres, en el caso de Grazia no he podido encontrarlo. Su narración es de calidad desigual, alternando momentos mágicos que se clavan como anzuelos, como esa enigmática fábula sobre una mujer que dio a luz a un niño sordomudo tras haber cuidado de un muflón en invierno, con otros de descripciones aburridas que no llevan a ningún lado. 
«Cósima aun no sabe leer, pero conoce las imágenes y aunque le está prohibido tocarlos, poco a poco abre un enorme libro de gruesas hojas (...) marcados con puntos amarillos, que bien sabe lo que significan: son las estrellas en el atlas celeste.» (Pág. 52)
Grazia Deledda. 
Siguiendo con el reto de #WomenPNL propuesto por Diana (@todomiser. Os dejo aquí el link del mismo por si les apetece unirse), este mes me tocaba acercarme a la obra de la segunda mujer a la que concedieron el Premio Nobel en 1926, la escritora italiana nacida en Cerdeña, Grazia Deledda (1871-1936). Esta obra, publicada póstumamente, fue la última que escribió Grazia Deledda y se trata de una novela autobiográfica que, sin embargo, presenta la peculiaridad de que está narrada en tercera persona. Esa distancia que adopta respecto a la niña de grandes ojos negros que observa la calle al principio de la novela le da cierto encanto y objetividad que, sin embargo, utiliza la autora también para esconderse y no profundizar en algunos aspectos de la narración pasando de puntillas por hechos y personajes que podrían resultar claves. 
«(...) el misterio de la fábula, aquel silencio final, grave, de cosas verdaderamente grandiosas y terribles, el mito de una justicia sobrenatural, la eterna historia del error, del castigo y del dolor humano, le hacían experimentar una profunda impresión, una sensación casi física» (Pág. 63)
Pero empecemos por el principio. Estamos en Nuoro, un pequeño pueblo situado en el centro de Córcega situado a la sombra de El Monte Orthobene, una tarde de mayo de 1880. Una niña morena de ojos castaños, limpios y grandes, se asoma por la ventana de su sencilla pero amplia casa y vigila con inquietud la calle. Espera a alguien, a cualquier persona que pase por allí, no importa quién, pues lo que desea es transmitir una gran noticia que necesita contar. Por fin, la Señorita Peppina, sobrina del rico canónigo que vive enfrente, abre una de sus ventanas y la niña ve la oportunidad de desahogarse: «Señora Peppina, tenemos un nuevo niño: un Sebastianino». Luego resultaría que el nuevo hermano era realmente una hermana pero la cría tenía tantas ganas de que fuese niño que se lo inventó, con nombre y todo. Este episodio anecdótico con el que arranca la narración ya nos dice mucho del carácter de esta futura escritora que alcanzaría un reconocimiento con el que nunca hubiese soñado: inquieta, creativa, imaginativa y tenaz.
«Cósima quería, quería saber; más que los juguetes se sentía atraída por los cuadernos, y la pizarra de la clase, con aquellos signos blancos que allí trazaba la maestra, tenía para ella el encanto de una ventana abierta sobre el azul oscuro de una noche estrellada.» (Pág. 68)
Casa natal de Grazia en Nuoro. Hoy, Museo Deleddiano.
Condenada por su condición de mujer nacida en un entorno rural profundamente tradicional y en el seno de una amplia familia de siete hermanos, con devotos primos sacerdotes y resignadas primas solteronas, en la que la lectura favorita del padre era la Unitá Cattolica, a casarse con un hombre digno de su condición para cumplir con las obligaciones de toda mujer de su época, Grazia pronto demostró, sin embargo, una rebeldía sin igual. Robaba a escondidas, como ella misma cuenta, libros de las habitaciones de sus dos hermanos varones mayores, los únicos que tenían «acceso al conocimiento», para poder leerlos mientras leía uvas que robaba de la despensa. A pesar de ir solo a la escuela hasta los diez años tenía claro que quería ser escritora y se tomó la tarea de escribir tan en serio que todos los días rellenaba hojas y más hojas con sus cuentos. Buscaba inspiración para sus relatos en cualquier persona que entrara en su casa y en todos los personajes a los que conocía a través de sus padres o hermanos. No había obstáculo que impidiese lograr su objetivo: ni la muerte de su padre, ni la preocupación de su madre porque ningún hombre querría casarse con ella, ni las palizas de su hermano al enterarse de que habían publicado libros suyos... Ella, constante e inflexible, nunca dejó de escribir.
«Odios de familia, sed de venganza, prejuicios de honor, eran, en la mayoría de los casos, el origen de esos episodios sangrientos que entristecían la vida del pueblo y de comarcas enteras.» (Pág. 78)
De aquí viene el gran mérito de esta escritora. Esta historia personal de superación que narra en este libro corto pero intenso desde su niñez hasta su exilio a Roma, donde se consolidaría como autora de éxito. Su carácter completamente autodidacta, a falta de guía o editor, compensa este estilo narrativo que, como decía al principio, desemboca en un resultado desigual. Mientras que hay episodios en los que apenas profundiza ni a nivel emocional ni argumental (como la muerte de su padre o la paliza que le da su hermano Andrea), a otros de carácter más secundario les dedica páginas y páginas (como esa descripción minuciosa de la casa con la que empieza el libro). Sin embargo, si lo compesamos en una balanza, en el otro platillo podemos poner a esa galería de personajes enigmáticos de los que sabemos poco pero que constituyen un armazón para la historia de gran colorido como ese criado que vive en una chabola construida con sus propias manos pero que custodia bajo la chimenea un tesoro de monedas de oro, o ese hermano Santus, el intelectual, el mayor de la familia, que se convierte en alcohólico y que estremece con su delirium tremens, o esa madre, casada sin amor, que se va apagando parto tras parto y acallando muerte tras muerte...
«Todos se conocían en aquella pequeña ciudad, todos se juzgaban severamente, y los que menos podían tirar la primera piedra eran los más inflexibles.» (Pág. 93)
Nuoro y Monte Orthobene.
Esta novela debe su título, Cosima, a que este era el tercer nombre de la autora —Maria Grazia Cosima Deledda—tal y como nos explica en el Apéndice de esta cuidada edición de Nórdica Libros (como todas las obras publicadas por esta excelente editorial) el propio Antonio Baldini, primer editor de esta obra. Y es así, además, como la autora se llama a sí misma cada vez que hace referencia a esa niña vivaracha que observa con atención cuanto ocurre a su alrededor a fin de poder ponerlo por escrito en sus cuadernos. Y esa mirada aguda que la caracteriza no pierde tampoco la ocasión de denunciar las injusticias con las que choca: la primera, la pobreza de algunos de los habitantes del pueblo, en claro contraste con la riqueza de su propia casa (Grazia/Cosima pertenecía a una familia mixta mitad agricultora mitad burguesa que si bien no era rica gozaba de una buena posición respecto a muchos otros habitantes del Nuomo rural); la segunda, la hipocresía social (esas tías solteronas, guardianas de la tradición, que se escandalizaban ante el deseo de Cosima de escribir o ante cualquier conducta que se "desviase" del camino marcado para las mujeres o esos sacerdotes amancebados que pregonaban castidad desde el púlpito).
«Uno de esos sueños que bastan para iluminar toda una vida hasta en sus más sombríos rincones, como el sol y la luna iluminaban, en aquellos fabulosos días de agosto, el bosquecillo de robles en torno a la milagrosa ermita.» (Pág. 119)
La tercera, que se merece un punto y aparte por ser realmente interesante, es la situación delicada y frágil de la mujer, obligada a estar encerrada en la cocina que era «como en todas las casas patriarcales, el lugar más habitado, más tibio de vida e intimidad», atendiendo a su marido o esperando la llegada de uno. Mujer tradicional encarnada en la propia madre de Cosima, una mujer que aunque siempre había sido seria, «ahora se había vuelto melancólica, taciturna, encerrada en un mundo exclusivamente suyo»; una mujer que no descuidaba sus obligaciones, cuidaba de sus hijos y de las cosas de la casa, atendía a su marido, veinte años mayor, casada con él por un matrimonio concertado, pero todo lo hacía «con una frialdad mecánica, con los escrúpulos de un deber por el que no se espera ninguna recompensa». Una frialdad que inspira miedo a la Cósima niña pero que se transmuta en pena y en dolor en la Cósima adolescente que ve más claro que para salir de ese ambiente debe abandonar Cerdeña, escribir y huir. Pero antes debe superar los interminables lutos que encerraban a las mujeres en las casas durante meses enteros, los encuentros a escondidas con pretendientes con los que sabe que no se va a casar pero ante los que la necesidad de saber qué es el amor y la pasión es más apremiante, los enfrentamientos a las habladurías... Todo eso otorga a esta novela un halo feminista (aunque lo más probable es que Grazia no conociese la existencia de este movimiento que ya empezaba a dar sus primeros pasos con las sufragistas en el continente europeo) que la convierten en una obra valiente que merece la pena ser leída.




Comentarios

  1. ¡Hola, Raquel!

    Qué decir de tu trabajo. Increíble reseña una vez más. Tengo mucha curiosidad por leer esta obra, ya que es la que he elegido para la iniciativa.
    No es la primera vez que te leo escribir que no hay comparación posible con el trabajo de, por ejemplo, Selma. Pero, no obstante, es una autora que me provoca una intuición positiva. Ya os contaré.

    ¡Un abrazo grande!

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    Respuestas
    1. ¡Hola Santiago!

      Qué bien que hayas elegido también esta obra (en mi caso no tuve más opciones porque era la única disponible en la biblioteca ;-) así podremos luego intercambiar opiniones. Ay, los libros... Son algo tan personal. A mi Grazia no me ha gustado en su estilo narrativo. También es cierto que no he leído nada más de ella y al ser una obra póstuma no se hasta que punto le dio tiempo a editarla y revisarla. Sin embargo, lo que si me ha fascinado es su historia personal. Irradia valentía, vocación y decisión y esas notas también se perciben en su narración por lo que no quiero ni quitarle mérito ni prestigio por haber recibido el Nobel.

      De todas formas ya nos irás contando. Te leeré atentamente.

      Un abrazo

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    2. ¡Muchas gracias por pasarte por aquí!
      Un saludo

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