Nieve antigua - María Sotomayor


«ALGÚN DÍA las mujeres de la tierra
alzarán sus vestidos blancos para enseñar
el idioma del pecho caído
sus rodillas pequeñas y redondas
sus amables manos de calmar»

Lo que más me ha gustado: los frascos de recuerdos, olores y sensaciones que los poemas de Nieve antigua han destapado en la alacena recóndita de mi memoria. La nieve es belleza pero también desolación, frío, lejanía, aislamiento. Bajo ella se esconden recuerdos. Algunos florecerán cuando llegue el deshielo, si llega. Otros, sin embargo, permanecerán enterrados bajo ella para siempre, muertos, cadáveres de algo que una vez que fue y que ya no será. Memoria arcana, olvido rescatado de sus raíces.

Lo que menos me ha gustado: el hermetismo de algunos de sus poemas, hermetismo subjetivo provocado en gran parte por mi torpeza y falta de práctica en leer poesía, me ha obligado a llevar un ritmo muy lento en su lectura, un ritmo al que he tenido que acompasarme, lo cual no ha sido fácil. Acostumbrada a mi ritmo de caballo trotando por el bosque cuando leo novela, la ralentización por sentir que avanzaba sobre capas y capas de nieve arrastrando cadenas me ha generado frustración e incluso cabreo. Hay que parar y sentir; dar tiempo a que la memoria se expanda, analizar sensaciones y descubrir el porqué de las mismas. Tocar la nieve, moldearla, olerla, palparla. Ahora puedo decir: «Cuánto he aprendido. Gracias a esta obra he sabido cómo se camina sobre la nieve».

«CUIDA tus manos
del hambre de las montañas
cuando el niño se esconde
con los pies llenos de frío»

María Sotomayor. (Foto: Twitter) 
Este poemario llegó a mi vida de una forma realmente curiosa. Paseando por Malasaña me topé con una librería-jardín que acababa de abrir sus puertas: la Semillera (@LaSemilleraMad). Una exquisita selección de títulos está ahí esperando a que cotillas como yo los hojeemos y, entre ellos, Nieve antigua, con un título tan sugerente como esa portada con imagen de mujer vista entre sueños, que me recordó a Rosalía De Castro. Al cogerlo, la dueña de la librería me avisó: de ese libro puedo contarte muchas cosas. Sí, era María Sotomayor.

«PARECE MENTIRA que nadie lo sepa
el frío es como una corona clavada en el ojo»

La poesía es un género al que siempre le he tenido mucho respeto. El miedo a no saber interpretar los poemas, a perderme su esencia, a no captar el mensaje, ha provocado que siempre me haya considerado más «lectora de narrativa y ensayo». Sin embargo, en el momento en que abrí la primer página de Nieve Antigua supe cuál sería mi reto para 2018: mudarme, aunque sea por temporadas, a la poesía. Llegué a este poemario sin ninguna idea preconcebida salvo la simpatía, la sensibilidad y humanidad que me inspiraron su autora. Llegué a este poemario con un consejo dado por ella misma: haz estos poemas tuyos y déjate llevar por las sensaciones que te inspiren.

«ALGUNAS niñas beben 
y otras ensucian sus labios 
¿cómo haremos para limpiarnos la vergüenza?»

Borges, quien es citado en el colofón del libro con el verso «Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia» sintió toda su vida una fascinación por esa tierra inhóspita y desconocida que inspiró varios de sus trabajos. Consideraba el islandés como «el latín del norte» y se propuso dar a conocer al mundo hispanohablante la cultura de este pueblo guerrero, sobre todo la metafórica, que se manifestaba especialmente a través de las populares sagas. María Sotomayor da en Nieve Antigua una vuelta a las sagas islandesas al hablarnos no de reyes ni de héroes que ganaban batallas con escudos y espadas sino de mujeres en cuyo estómago «también pesa el frío aunque no lo parezca». Nos habla de zapatos y de huellas, de la luz de cerillas, de farolas y de lumbres, de ventanas con cristales rotos a través de las cuales se esboza un amanecer, de montañas «que no son los suficientemente grandes» y de hombres justos y juicios justos; de mujeres encerradas en la soledad generacional a modo de matrioshkas que lavan la ropa a mano, se bañan en ríos, cocinan y cosen manteles juntas, que tienen manos suaves y sanadoras, cuyos pechos son frutos verdes y que sufren la enfermedad del frío.

«una ciudad entera se ha enterrado en una luz
de mujeres que repintan los labios de árbol
ya no importa en qué río se escondan para quitarse la
ropa
se lavan las unas a las otras    unidas por la vergüenza»

El poeta inglés Alexander Pope identificó que una función fundamental de la poesía es tomar los pensamientos a medio formar y darles una formulación clara, algo así como poner en palabras lo que a menudo se pensó pero nunca se expresó tan bien. María Sotomayor es poesía. Cuando la leemos caen capas de nuestra memoria y aparece una pizarra arañada. Algo, en algún momento, fue escrito ahí por nosotros. Lo borramos, seguimos viviendo y escribiendo pero queda un rastro. Hacer estos versos nuestros implica seguir ese rastro. Es por ello difícil hacer una reseña de este libro pues precisamente su magia radica en que sus versos pueden adaptarse a la propia autobiografía de quien lo lea, colocándose en nuestra alma como un traje a medida. A fin de no crearles prejuicios sobre ellos no profundizaré en mi interpretación aunque sí les puedo decir, a modo de pista, tres cosas.

«la más ovillada en la mirada
la más invierno de oro
que cuando el miedo deje de correr mamá
saldremos al frío a cortarnos el pelo en los balcones»

La primera. Si se deciden a leerlo no cometan, como yo, el error de intentar buscar un sentido literal a estos versos. Aunque existe un hilo conductor que une todos los poemas e incluso, a medida que se va leyendo, hay imágenes a las que recurre la poeta para crear unidad y guiarnos por el sendero como si nos dejase miguitas de pan, es mucho mejor cerrar la cabeza y abrir el corazón para sumergirnos así en el universo de sensaciones que despliega ante nosotros gracias a esa atmósfera fría nieve que a veces de deshiela, dejándonos ver la tierra, las huellas y los cuerpos que esconde, y que a veces se congela sintiendo el frío en cada una de nuestras células.

«ALGUIEN HA VACIADO su rabia dentro de mi cuerpo
porque a mi cuerpo nunca se acercaron hombres
justos»

La segunda. La belleza de estos versos es tan conmovedora que al leerlos es imposible no estremecerse ante ese espectáculo de pureza, con risas «dentro de una rosa parando el tiempo» que contrasta con el mundo caótico, ajetreado y retorcido que nos rodea. Al mismo tiempo, otros versos nos obligan a tragar saliva al mostrarnos una lucha tenaz de generaciones de mujeres curtidas ante el frío, con costillas de cristal, con el «miedo dentro de una palabra gastada», que hablan solas y que luchan «hasta el final del hambre» con los ojos resecos porque ni llorar se permiten.

«LAS MANOS DE LAS MUJERES de mi casa son suaves
tienen la fortaleza del vidrio
tras haber sucedido en las hogueras»

La tercera. Gracias a esa versatilidad para adaptar esos versos a nuestra propia historia íntima he recordado a mis abuelas, a Paula, que no llegué a conocer más que por fotos y menciones familiares y a María, que amasaba pan, lavaba la ropa en el río y me tejió una bolsa de lana azul que aun hoy conservo. También gracias a ella me he parado más a menudo a observar las manos de mi madre, callosas y endurecidas, que cuidan y consuelan, preguntándome qué secretos esconden y qué recuerdos habrán logrado conservar antes de desparecer para siempre. E incluso gracias a ella he puesto palabras a miradas de amor a mi hijo hasta el punto de que uno de sus poemas lo he transcrito en un cuaderno que le estoy haciendo para que algún día, dentro de unos años, lo lea. Quizás entonces él me diga:

«Eres idéntica a la nostalgia»


Título original: Nieve Antigua.
Edición: La Bella Varsovia. (2ª ed. Noviembre 2017)
Páginas: 89
Precio: 12,00 €
ISBN: 978-84-945007-7-0
Calificación: 9/10

Comentarios

  1. ¡Pero cómo lo haces! ¡Cómo consigues escribir estas... reseñas! Teniendo en cuenta que se trata de poesía, me resulta todavía más extraordinario. ¡Eres maravillosa! Describes las cosas de una manera que yo puedo sentirlas. En cuanto a mí, no sé si logro hacerlo. Creo que escribo sin explicarme. No sé si podrían entenderme a mí. Ay. ¿Sabes? ¡Me han entrado ganas de leer poesía! ¡Me apetece escribir una entrada sobre los versos de Alejandra! Tal vez lo haga ahora mismo. Me han fascinado las palabras que has compartido. Me lo tendré que comprar. *____*

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    1. Ay, Diana. Y eso que por pudor no he puesto muchas de las impresiones que me provocó este poemario y que tengo reservadas en mis "cuadernos privados". Es una maravilla, especialmente leída en estos días tan de agua y nieve que te sumergen en vivo en todo un mundo de recuerdos y ensoñaciones.

      Espero ansiosa tus comentarios si finalmente sacas un ratito para leerla.

      Un abrazo enorme y un honor tu paso por aquí.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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