Lecturas de marzo


Elegir una mejor lectura en este mes tan variado es bastante complicado, en primer lugar, por la pluralidad temática de todos estos libros (aunque hay un tema que se repite: mi imprescindible #MaternidadesLit en sus diferentes vertientes) y, en segundo lugar, por la genialidad narrativa de la mayor parte de las autoras. Todas ellas gozan de una voz propia claramente distinguible y además tienen muchas, muchísimas cosas que contar. 

1. «Amores». Léonor de Récondo. En la línea tradicional de la mejor narrativa francesa esta autora, que también es violinista, desarrolla la historia, en un lenguaje vestido de belleza triste y elegancia, de una joven sirvienta cuyo corazón se acelera por el pánico cuando por la noche oye los escalones crujir bajo los pasos que se acercan a su habitación. Esa presencia indeseada corresponde al dueño de la casa, un prestigioso y acomodado notario cuyos principios legales y morales de cara a la galería se corrompen cada vez que, respaldado por la oscuridad, fuerza a la sirvienta. Como consecuencia de esas violaciones Céleste se quedará embaraza y de ahí se precipitará toda una cadena de acontecimientos que involucrará a todos los habitantes de esa bucólica casa situada en un idílico pueblo del centro de Francia. El dilema entre mantenerse fiel a la convención social o seguir adelante un amor clandestino inesperado, el enfrentamiento entre dos mujeres, una que quiere ser madre a toda costa y otra que lo es y no "debería" serlo, los prejuicios y la doble moral de la sociedad francesa de principios del s. XX, son algunos de los principales temas que Léonor trata dirigiendo con maestría a toda una galería de personajes secundarios perfectamente orquestrados con los protagonistas principales. Una #joyita que se disfruta de principio a fin. 

2. «Quédate conmigo». Ayebami Adebayo. Gracias a la Lectura Conjunta organizada en Twitter por John (@bienvenidanarrativa) pude disfrutar de este libro que sólo puede definirse con una palabra: MARAVILLOSA. Con un ágil ritmo narrativo la autora desarrolla la historia que transcurre en Nigeria entre 1985 y 2008 de Yejide y Akin, dos jóvenes profundamente enamorados que renuncian a la poligamia tradicional de su entorno cuando contraen matrimonio. Sin embargo, Akin aporta al enlace un secreto que tendrá unas consecuencias imprevisibles. Como consecuencia del mismo y de la imposibilidad de Yejide de quedarse embarazada esa promesa inicial se quebrará y conllevará también la entrada de una nueva persona en la pareja: el propio hermano de Akin. Los conceptos tradicionales de masculinidad (hombre es aquel que mantiene a varias mujeres y perpetua su linaje con multitud de descendientes, a ser posible varones) y feminidad (mujer es aquella que lleva la casa y la puebla de hijos) son el punto de partida de la autora para, con el convulso panorama político del país de fondo con golpes de estado y dictaduras militares que se encadenan, tratar temas como la infertilidad, la mortalidad infantil, el amor, la satisfacción sexual, el deseo de las nuevas generaciones de romper con el corsé de las tradiciones familiares y las consecuencias de las mentiras que se usan con «buena intención». En definitiva, otra #joyita que pone a Ayebami a la altura de Chimamanda Ngozi y cuya trayectoria literaria merece la pena seguir de cerca.

3. «Ellas ambién] cuentan». Antología de Federico Vivanco. Acercarse a este libro es asomar la cabeza a la vasta e interesantísima cultura de un continente que aún hoy me es desconocido. Federico Vivanco recopila aquí una serie de relatos cortos de autoras africanas de distintas nacionalidades y épocas que nos muestra la multitud de temas que les preocupan e interesan así como la forma en la que la tradición ha silenciado a las mujeres en muchas ocasiones. Relatos como «La sala de embarque», «Recuerda a Atita» o «Sueños del color del arcoíris» nos hablan de la precaria situación de la mujer, del choque que supone regresar al país de origen, de la emigración, de la violencia, de los vínculos familiares que a veces asfixian... Y, como no sólo de narrativa se puede vivir, la antología reúne también varios poemas y ensayos que ayudan a completar la visión de esta original obra. Imprescindible

4. «Pequeños fuegos por todas partes». Celeste Ng. La novela comienza con una casa incendiada en una perfecta urbanización estadounidense donde está regulado hasta el color de las cortinas de las casas. Para saber qué ha pasado debemos retroceder un año atrás, cuando una madre soltera artista y bohemia y su hija adolescente se instalan allí. La creencia de que sin normas no se puede vivir se verá cuestionada por el estilo de vida y la integridad de estas dos nuevas habitantes que poco a poco van captando la atención de sus vecinos. De nuevo la maternidad subrogada aparece en este libro como uno de los temas principales junto con el aborto, las diferencias sociales de clase, la amistad, el interés, la inmigración, las relaciones materno-filiales y la problemática de la adolescencia, temas que también se tratan en la primera novela de la que hablé en este post, «Amores» pero que aquí se hace cambiando el marco espacio-temporal y dándole una visión más actual al mismo. Una novela fluida que se lee como un thriller y que engancha también gracias a sus personajes tan bien definidos, algunos de los cuales se ganan con facilidad la simpatía del lector y otros no tanto; vamos, personajes reales que podemos encontrarnos en nuestro día a día. 

5. «Con rabia». Lorenza Mazzetti. Esta novela autobiográfica tiene un tema en torno al cual gira todo el libro y que con ese título no es difícil de adivinar. A través de Penny, trasunto de la autora, conocemos su desembarco en la adolescencia marcada por la muerte de su familia adoptiva (sus tíos y primos) como consecuencia del exterminio nazi. Hambrienta de amor y poseída por un profundo sentido de venganza ante la injusticia sufrida, Penny se enfrenta con rabia a todo cuanto le rodea en la ciudad de Florencia de los años cincuenta: las normas educativas, las convenciones sociales, la vida que transcurre en esa ciudad de provincias como si nunca nada hubiese pasado, el machismo imperante, la doble moral, el inconformismo y los hombres. El tono agresivo de la narración poseído por la ira puede hacer que esta lectura resulte agotadora y ha de leerse con una gran dosis de concentración a fin de poder captar la esencia de lo que la autora quiere contarnos. Repleta de frases y reflexiones llenas de cinismo inteligente este es uno de esos libros que se subrayan sin cesar y que nos obligan a pararnos y reflexionar sobre si algo como lo que sucedió podría volver a pasar y si realmente hemos aprendido algo de ello. 

6. «La casa del mirador ciego». Herbjørg Wassmo. Si no está en los primeros puestos de esta lista no es porque me haya parecido de una calidad narrativa mediocre, más bien todo lo contrario, es brillante, sino porque es el primer volumen de la «Trilogía de Tora» y me es difícil de calificar sin haber leído el resto. No soy muy dada a leer sagas pero esta me atrapó en cuanto la tuve en mis manos porque siento debilidad por las autoras nórdicas (ese estilo tan sutil que se entrelaza con historias brutales, esa paisaje que es un protagonista más de la obra, esos silencios más expresivos que los gritos, esos personajes tan enigmáticos y con tanta vida interior...) y por sus primeras páginas que muestran ya una gran potencia narrativa. Como apunte indicaré que este libro es una de las lecturas obligatorias en los institutos suecos como forma de ayudar a los alumnos a identificar los abusos sexuales. La historia transcurre en un pequeño pueblo pesquero, en los años cincuenta, donde la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi aun sigue muy presente, especialmente en aquellos niños que nacieron fruto de relaciones entre ciudadanos de ambas nacionalidades. La pequeña Tora vive en una antigua mansión llamada «El Hormiguero» porque hoy es la vivienda de numerosas familias de clase obrera. Su familia, su carismática tía Rachel, sus amigos y los vecinos de esa curiosa comunidad van dando forma a esta historia que atrapa desde las primeras líneas por la ingenuidad mezclada con crudeza. Seguiré contando...

7. «Hombres». Angelika Schrobsdorff. Cuando lees un libro que te ha encantado es inevitable buscar más obras de esa autora para poder seguir conociéndola y disfrutando de sus historias. Ese es el motivo principal por el que no dudé un momento a la hora de comprar este libro ya que «Tú no eres como otras madres» me enamoró. Sin embargo, hacer eso tiene un gran riesgo: la comparación, y en este caso el resultado es desastroso. «Hombres», primera novela de la autora, está narrado en un ritmo lento y redundante que puede llegar a resultar exasperante. La acción se centra en la protagonista deseando sentirse querida por los hombres, seduciendo hombres, aprovechándose de los hombres, sufriendo por los hombres, haciendo sufrir a los hombres, viviendo por y para los hombres, hombres que no la aportan nada ni a ella ni a la tensión narrativa que resulta monocromática. No hay nada más. Todo lo vivido en la Segunda Guerra Mundial produce en ella una continua insatisfacción y desesperanza que cristaliza en la falta de proyecto vital y que encuentra como única forma de huir de su aburrimiento existencial la de llenar su vacío gracias a un hombre. Por este motivo me ha decepcionado tanto que, con todo lo bueno que hay por leer, creo que es una novela absolutamente prescindible. 

*El poemario de este mes*

«Poema de Chile». Gabriela Mistral. Este mes continué con la fabulosa iniciativa en Twitter de Diana (@todo_mi_ser) la que os he hablado en ocasiones anteriores de #WomenPNL. Este mes tocaba leer a Gabriela Mistral, una propuesta doblemente interesante porque fue la quinta mujer en recibir el Premio Nobel de Literatura (en 1945) y porque al estar centrada en el género de poesía podía continuar con mi reto para este año de leer más obras poéticas. «Poema de Chile» es su poemario póstumo y narra en un estilo accesible pero no por ello menos hermoso el regreso de la poeta a su país natal encarnada en un fantasma y haciéndose acompañar en su recorrido por el país de un niño que bien podría ser ella misma, como si quisiera contarnos qué tipo de vida le gustaría haber llevado realmente y qué le habría dicho a esa Gabriela niña si pudiese retroceder en el tiempo. El amor por esa tierra y ese país en el que apenas vivió de adulta por su trabajo como cónsul se refleja en la ternura y nostalgia con la que nos habla del desierto de Atacama, del río Bíobío, de los pueblos con los que se cruza, de la Patagonia y del Valle del Elqui. Hay también espacio en ese trayecto para la reivindicación de los campesinos olvidados y de los indígenas reducidos tras las guerras de colonización así como para el mensaje ecológico. Todo un canto de amor a la naturaleza y al carácter efímero de la vida. 


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