Dame tu corazón - Joyce Carol Oates


Título original: Give Me Your Heart
Edición: Gatopardo ediciones (1ª edición, febrero 2017)
Traducción: Patricia Antón de Vez Ayala-Duarte
Páginas:337 
ISBN: 978-84-945100-6-9
Precio:19,95
Calificación: 9/10

Desde hace años, cuando se va acercando la fecha en la que se anuncia el ganador del Premio Nobel de Literatura, el nombre de Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938) aparece siempre en las apuestas. Y no es de extrañar. Lo extraño, más bien es que no lo haya ganado aún. Leyendo este libro de diez relatos publicado en 2010 y que ha sido traducido este año por Gatopardo ediciones entiendes por qué esta escritora está entre las más grandes de la literatura contemporánea. Oates es una araña, animal al que recurre con cierta frecuencia, y leer un relato suyo es como contemplar a esa araña tejer paso a paso, sin prisa pero sin pausa, una preciosa y artística red en la que nosotros, como moscas ingenuas y atolondradas, caemos.

Los protagonistas de sus relatos suelen caminar como equilibristas en la cuerda floja entre la cordura y la locura, entre el autocontrol y la explosión incontrolada. Y ahí es donde Oates demuestra su maestría: en la ausencia de miedo. Oates perdió el miedo a profundizar en el lado más oscuro de la mente humana, en la fosa más sórdida. Si leer a otros autores es como observar un armonioso paseo a nado por un hermoso lago canadiense, leer a Oates es sumergirse en una tenebrosa cueva submarina a pulmón donde no sabes qué te vas a encontrar ni cómo vas a salir... si sales. 
«Invisible tanto de día como de noche, sigo hilando la tela que brota de mis entrañas, incansable y leal... Feliz». (Pág. 27)
En el primer relato, que da título al libro, Dame tu corazón, una mujer rencorosa y obsesionada con el que fue su primer amor, le escribe una carta muchos años después reclamándole ese corazón que le fue prometido en su momento, cuando ella, una joven estudiante, se sentaba tal y como vino al mundo sobre las rodillas desnudas de un hombre mucho mayor que ella, el doctor K. Durante todos estos años no sólo no le ha olvidado sino que le ha observado de cerca sin que él lo supiera, como una araña, sigilosamente, silenciosamente. 
«En ese instante en el que empuja suavemente la puerta, ella ve todo eso, igual que el fogonazo de un único relámpago puede iluminar un paisaje nocturno de retorcida e inimaginable complejidad». (Pág. 35)
El segundo relato, Cerebro/Escindido es ese fogonazo que alumbra la cara de la protagonista de una película de terror justo antes de morir. El lector suplica mientras lo lee, «vete, sal de ahí» y a veces parece que lo va a hacer, que sí se va, pero otras ves cómo la apuñalan. Oates da saltos en el tiempo, se adelanta al pensamiento del lector y juega con nosotros de forma retorcida con una inimaginable complejidad. 
«Sonrió al pensar que, como una boa constrictor que engulle viva a su presa paralizada por el terror, su secreto envolvería al de Valerie y, con el tiempo, lo engulliría». (Pág. 52)
Como en el primer relato, aparece en El primer marido una obsesión, la de los celos. Un exitoso abogado encuentra por casualidad unas antiguas fotos de su mujer con el que fue su primer marido. Las mira, las estudia, las memoriza, regresa a ese cajón donde están guardadas una y otra vez, subrepticiamente, como una serpiente de cascabel. Pero esa serpiente va creciendo, se convierte en boa, y acaba devorándole a él. 
«Lo que haces con lo que te han repartido. En eso consiste el póquer». (Pág. 95)
Cuando lees el título del cuarto relato, Strip Poker, y descubres que la narradora es una adolescente de catorce años en bikini que se sube en la lancha de un grupo de treintañeros borrachos, te echas a temblar. Es Oates, con ella no hay final feliz... ¿o sí?
«La amnesia es un desierto de fina arena blanca, deslumbrante bajo el sol, que se extiende hasta el horizonte. La amnesia no equivale al olvido». (Pág. 119)
Asfixia es, sin duda, uno de los mejores relatos de este libro y donde Oates juega con el lector de forma descarada. No es difícil imaginármela riéndose entre diente mientras observa cómo el lector va cambiando de opinión a cada página: ¿es? ¿no es? Una aspirante a artista que se gana la vida como modelo en las Universidades de Bellas Artes comienza a tener sueños recurrentes sobre una niña de dos años muerta por asfixia. Las pesadillas se van perfilando, se vuelven más detalladas, más realistas. Se siente confundida. Hasta que un día ve un titular en el periódico sobre un caso de asesinato que se ha reabierto y las piezas comienzan a encajar en su mente. Sin embargo, cuando la policía acude a interrogar a la madre de la joven, una prestigiosa investigadora en Psicología, conocemos su versión y dudamos. ¿A quién creemos? ¿A la inestable joven ex drogadicta o a la respetable mujer?
«El sol derrama su luz en el puente, en el río, como una detonación a cámara lenta en la que, pese a que miles de personas acaban destrozadas en un feroz holocausto, nadie siente dolor alguno». (Pág. 184)

En el sexto relato, Tétanos, Oates nos muestra su extrema sensibilidad hacia uno de los grandes problemas de la actualidad: la infancia perdida. Sin compasión pero con una indulgencia Oates nos habla aquí de los niños que amenazan como tiranos a su familia, se meten en líos cada vez más graves, se rodean de malas compañías, adoptan de forma precoz roles y se sumergen en un mundo tenebroso que por su condición de niños aún nos genera más desconcierto, rabia e impotencia. El narrador de este relato, un asistente social, intenta poner un poco de luz en la vida de estos menores pero cuenta con muy pocos medios para hacerlo. El sistema jurídico y de bienestar no tiene una respuesta eficaz para estos casos más allá del castigo y él mismo está enfrentando un divorcio que le impide iluminar siquiera su propia vida.
«Lizabeta veía los estratos rocosos y las aguas relucientes que fluían revueltas y ruidosas hasta desembocar en el río, más abajo. Percibía el olor del agua, el olor del lodo. Un hedor intenso y mareante a descomposición invadió sus fosas nasales» (Pág. 226)
En El Torrente un adulto con mentalidad de niño es mandado por su madre a vivir con sus tíos. Lizabeta se resigna a acogerle en su casa y observa en un primer momento, agradecida, cómo este niño grande juega con sus hijas, las cuenta cuentos y permite ser su bufón. Pero las dudas aparecen. El niño adulto es raro. Hace cosas raras. Mira a las niñas de forma rara. Lizabeta debe proteger a sus hijas y toma una decisión impulsiva, inconsciente, como el torrente...
«¿Dónde había estado? Tenía la boca seca, terrosa. Como si hubiera dormido con la boca abierta, tan indefensa en el sueño como una niña pequeña». (Pág. 283)
En Ninguna parte nos presenta como en Strip Poker a una adolescente rodeada de veinteañeros, drogas y alcohol. Una adolescente que odia a su madre pero que lleva ese odio a un extremo casi mortal sin que ella parezca consciente de las consecuencias.
«(...) Refugiarse en sus pensamientos más secretos y prohibidos, pensamientos enfermizos, pensamientos culpables, a los que ni su madre i su padre tenían acceso. Porque hay lugares en el mundo que son como grietas secretas y recovecos en los que podemos refugiarnos, y escondernos, adonde nadie puede seguirnos». (Pág. 287)
El noveno relato, Sangría retoma esa confusión narrativa que ya mencionaba en Asfixia. Oates nos confunde. Los padres sospechan de su hijo adolescente. El lector, a párrafos se posiciona a su favor y a párrafos en su contra. El adolescente se convierte en adulto y un siniestro episodio atraviesa su vida. ¿Qué es realidad y qué es sueño? ¿Cuál es la verdad y cuál es su verdad? 
 «Muchas cosas le resultaban confusas en la oscura zona de su cerebro donde las cosas se perdían». (Pág. 319)
Décimo y último relato de este libro Vena Cava conmueve y aterroriza por igual. Un ex militar regresa a casa tras luchar en Irak. Oates critica aquí como el estado exprime a los soldados y cuando ya no les son útiles les mandan a casa con una vena cava artificial, una medalla y la cabeza llena de recuerdos que les convierten en otras personas diferentes a la que eran cuando les reclutaron. Una clara flecha directa contra el sistema que no es capaz de estar a la altura de las circunstancias.

En conclusión, dice Oates en Sangría que hay grietas adonde nadie puede seguirnos pero nos miente porque Oates sí te persigue, te persigue y se queda. Allá donde nadie se atreve a entrar ella lo hace a pecho descubierto y allá de donde todo el mundo quiere huir ella se queda a observar, diseccionar y narrar. ¡Qué grande es Oates!



Comentarios

  1. Precisamente mi última lectura ha sido una novela de Oates y mi anterior lectura de esta autora ha sido un libro de relatos aunque no éste.
    Suscribo todo lo que dices. Me encanta esta escritora. Bucea como nadie en lo más oscuro de la condición humana, aquello en lo que no nos queremos ver reflejados pero en lo que inevitablemente nos vemos (a nosotros o a alguien de nuestro entorno) cuando la leemos. Muy grande, sí.
    Besos

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    Respuestas
    1. Oates seduce... irremediablemente. Yo creo que es imposible que deje indiferente a alguien. Ya no es tanto lo que narra sino la forma de hacerlo. Es capaz de conseguir que un acto tan cotidiano, y en apariencia inofensivo, como puede ser la preparación de un café se convierta en un relato de terror auténtico.
      Seguiremos leyéndola. La den o no el Nobel para mí ya es ganadora absoluta de mi devoción.
      Un besote y gracias por tu visita. ¡Me encanta que te pases por aquí!!

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