Cuentos escogidos - Shirley Jackson


Edición: Editorial Minúscula S.L. (1ª ed. Diciembre 2015)
Traducción: Paula Kuffer
Páginas: 163
ISBN: 978-84-943539-7-0
Precio: 18,50€
Calificación: 8/10
«Pero quizá una de las cosas más prácticas de ser escritor de ficción es que no se desaprovecha nada; cualquier experiencia sirve para algo; tiendes a verlo todo como una estructura potencial de palabras.» (Experiencia y ficción. Pág. 103)

Shirley Jackson es poseedora de una característica que la hace única: cuando la leemos nos reconocemos en ella. No solo porque sentó las bases que inspiraron cientos y cientos de películas, libros y relatos de terror psicológico (Stephen King y Carol Joyce Oates han confesado que ella es una de sus fuentes de inspiración, reivindicando su figura) sino porque nada a pulmón como nadie en el lado más oscuro, inconfesable incluso para nosotros mismos, que todos encerramos bajo cien llaves en un armario del sótano. No me consta que Shirley Jackson y Carson McCullers llegaran a conocerse, aunque fueron contemporáneas, pero ambas comparten algo más que esa clasificación de su obra como "gótica" y es una profunda inquietud por el aislamiento y la incomprensión. Pero mientras que McCullers batea este tema a través del desgarro emocional embellecido por una prosa lírica y unos atardeceres sureños, Shirley lo hace de forma más dramática recurriendo a una violencia psicológica que nos aterra por su recurrencia a lo cotidiano, a lo banal, a lo que rodea esa clase media norteamericana no muy alejada de la nuestra.
«En el país de los cuentos el escritor es el rey. él dicta todas las reglas, solo debe cuidarse de no pedir al lector más de lo que este puede conceder razonablemente. Recuerda, el lector es un cliente muy pero muy exigente, obstinado, que arrastra los pies y se irrita con facilidad.» (Notas para un joven escritor. Pág. 149)
Esta selección que nos presenta Minúscula recoge siete cuentos y cinco escritos que podríamos denominar autobiográficos sumamente interesantes para poder entender mejor el mundo tanto personal como profesional de Shirley y, especialmente, cómo el relato de «La lotería» impactó en su vida. En ellos observamos ya el universo de Shirley, que luego desarrollaría en obras como «Siempre viviremos en el castillo» o «The Haunting of Hill House» en toda su plenitud: el desarraigo, la angostura del límite entre la locura y la cordura y el aislamiento. Y es que Shirley Jackson fue una mujer infeliz. Rechazada por su madre quien la insultaba y menospreciaba, continuó sufriendo el maltrato de su marido, un adúltero que se burlaba de su obra y de su condición de mujer. Leyéndola da a veces la sensación de que el único consuelo que encontró en su vida, aparte de la escritura, fue el juego con sus hijos, del cual se sirvió para desarrollar su talento artístico y conseguir la tenacidad suficiente para poder escribir relatos tan increíbles como los que podemos leer en este libro.
«Sabía que en el otro apartamento había alguien, porque podía oír las voces hablando en voz baja y alguna risa de vez en cuando (...) no importa cuán a menudo o cuán fuerte llamara, nunca le abrieron la puerta». (El amante demoníaco. Pág. 31)
Hay una balada escocesa titulada «The Daemon Lover», cuyo argumento es el siguiente: un misterioso hombre llamado James Harris regresa a su antigua amante para convencerla de que huya con él abandonando a su marido e hijos. ¿Y qué tiene que ver esta balada con Shirley Jackson? Pues muchísimo ya que el tal James Harris, un elegante hombre vestido con traje azul aparece en el primer relato, que lleva el mismo nombre de dicha balada y que se ha traducido como «El amante demoníaco». Una joven espera en su casa la llegada de su prometido para ir juntos a casarse pero él no aparece. Ella sale a la calle, sigue su rastro, pregunta por él a sus vecinos, al kioskero, al florista. Todos se ríen de ella al mismo tiempo que la miran con lástima, con desconfianza. Ella descubre una terrible verdad y entiende el por qué de las risas: está pagando el precio por apartarse del camino marcado para las mujeres. Eso le pasa por ingenua, por tonta, por descarriada, se va a quedar solterona, excluida de la sociedad... No me digan que no es desgarrador.
«El Niño asintió con más vehemencia, y la madre alzó la vista del libro y sonrió mientras escuchaba. 
—Le compré un caballito y una muñeca y un millón de piruletas —dijo el hombre—, y luego la cogí y le puse las manos en el cuello y apreté y a pretender y apreté hasta que se murió.» (La bruja. Pág. 36).
James Harris vuelve a aparecer a través de la imagen de un hombre vestido con un traje azul en «La Bruja», donde la autora nos da una auténtica lección: el peligro no está en las brujas ni en lo sobrenatural sino en lo doméstico y en lo ordinario. Un relato perturbador cuyo protagonista es un niño deseoso de dejar volar su imaginación. Ante la pasividad de su madre la presencia de ese desconocido de traje azul será el resorte para elevar el juego de las historias a un nivel peligroso. Leyéndolo es imposible exclamar un ¡Madre mía, Shirley Jackson! ¡Eres increíble! En «Siete tipos de ambigüedad» aparece encarnado en un librero que representa un ejemplo espeluznante de la mezquindad humana, una maldad sin más motivo que la envidia, el deseo de hacer sufrir de forma gratuita a otra persona, aprovechar su debilidad para humillarle, hundirle. Terrible. Y en «La muela» es la voz de la tentación que susurra al oído de una mujer, casada y con un hijo, que viaja a Nueva York para visitar al dentista, promesas de un paraíso de blancas arenas, azules cielos y verdes hierbas.  Mientras tanto, el dolor de muelas de la protagonista se extiende al lector, le incomoda, le molesta y sufre con ella. Es el equivalente al dolor psíquico que Shirley sitúa en el cuerpo para su mejor comprensión. La angustia que se siente al leerlo va aumentando paralelamente al desequilibrio mental de la mujer a quien el paso del pueblo a la ciudad aniquila, destruyéndola. 
«Ella era solo su incómodo vehículo, y solo como al resultaba de interés para el dentista y la enfermera, solo como soporte de su muela era digna de una atención inmediata y experta.» (La muela. Pág. 75)
El entorno doméstico, que siempre ha sido sinónimo burgués de seguridad, limpieza y confort, Shirley Jackson lo deconstruye para alzar sobre él la sombra de la duda y de la sospecha, de la incertidumbre y del peligro en cada esquina. Como en «Después de usted, mi querido Alphonse», un ejemplo de cómo los niños gozan de una ingenuidad y de una ausencia de prejuicios que los adultos van poco a poco arrebatándoles o en «Charles», donde el hijo inventa la presencia de un compañero de colegio para dar cuenta de su propio comportamiento antisocial e irreverente.
«Cuando oyes hablar a los más jóvenes, nada es lo bastante bueno para ellos. Dentro de poco querrán que volvamos a vivir en cuevas, que nadie trabaje, que vivamos así un tiempo. Solía haber un dicho, "La lotería en junio con el trigo a punto". Así acabaremos comiendo guiso de pamplina y bellotas. Siempre ha habido lotería». (La lotería. Pág. 94)
Pero, sin duda alguna, el relato estrella de esta recopilación es «La Lotería». Cuenta en «Biografía de una historia», que la idea se le ocurrió empujando el cochecito de su hija cuesta arriba y que al llegar a casa, colocar la compra en la nevera, y a la niña en su parque, la escribió del tirón. Era el año 1948. Shirley vivía ya con su marido en una pequeña comunidad rural de Vermont en la que la autora no pudo llegar a integrarse por sentir el rechazo del resto de las tradicionales mujeres de la comunidad. De ahí que muchas de las protagonistas de sus obras sean mujeres aisladas de su entorno, objeto de burla y de exclusión, y también el mensaje principal que se manda en este breve pero magistral relato: toda comunidad necesita un chivo expiatorio y éste se elige al azar, sin ningún motivo determinado. Puede ser un defecto físico, una característica racial o sexual, una mala palabra dicha en un momento o dado, un rumor, o simplemente una debilidad, en definitiva, convertirse o no en ese objeto de rabia de un grupo es tan aleatorio como que te toque una lotería.





Comentarios

  1. Me encanta cómo has desgranado la esencia de los relatos. Cada uno es perturbador a su manera, y creo que porque el lector percibe que Shirley vuelca en esos textos muchos de sus temores, de su infelicidad, de sus obsesiones... Es cierto eso que dices al inicio de tu reseña, de que nos reconocemos en ella. Personalmente, me parecieron perturbadores El amante demoníaco (creo que está muy bien contado); La Bruja y Charles. El anexo con apuntes de Shirley me parece un regalazo de la edición.

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    1. Tienes razón, Pilar. La edición es excepcional con esos apuntes suyos que redondean todo lo que cuenta y ayuda a entender aun mejor sus relatos, a veces un poco crípticos y que son como las naranjas: para sacarles el jugo hay que exprimirlos al máximo por el riesgo de dejarte algo. ¡Vaya narradora más experta! Encontró la fórmula mágica para narrar historias de terror psicológico y eso no es nada fácil. Shirley es total. ¡Qué bien haberla conocido gracias a ti! <3
      Un besote

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