La analfabeta - Agota Kristof
Título original: L´analphabète (2004)
Edición: Obelisco. (1ª edición, 2006)
Traducción: Juli Peradejordi
Páginas: 78
ISBN: 84-9777-332-2
Precio: Tomado en préstamo de la biblioteca
Calificación: 8/10.
Lo que más me ha gustado: una de las virtudes que más me gusta de Natalia Ginzburg, y que gracias a ella he aprendido a apreciar, es esa capacidad de aferrarse al "menos es más" y con ello conseguir transmitir más emociones que un maremoto de imágenes pomposas, exuberancias y excesos. Bien, pues Agota Kristof se puede encuadrar también en ese tipo de escritoras que no necesitan retorcer las líneas, recargar las letras ni llevarnos a situaciones límite para conseguir transmitir honestidad, intensidad y buen hacer.
Lo que menos me ha gustado: es muy corto, tan corto que cuando lo acabé dije, ¡necesito más! Pero no hay más. La analfabeta es un mini libro joyita que concentra todo lo que Agota nos quiso contar. El resto debemos descubrirlo en el resto de su obra.
Lo que más me ha gustado: una de las virtudes que más me gusta de Natalia Ginzburg, y que gracias a ella he aprendido a apreciar, es esa capacidad de aferrarse al "menos es más" y con ello conseguir transmitir más emociones que un maremoto de imágenes pomposas, exuberancias y excesos. Bien, pues Agota Kristof se puede encuadrar también en ese tipo de escritoras que no necesitan retorcer las líneas, recargar las letras ni llevarnos a situaciones límite para conseguir transmitir honestidad, intensidad y buen hacer.
Lo que menos me ha gustado: es muy corto, tan corto que cuando lo acabé dije, ¡necesito más! Pero no hay más. La analfabeta es un mini libro joyita que concentra todo lo que Agota nos quiso contar. El resto debemos descubrirlo en el resto de su obra.
«En primer lugar, hay que escribir, naturalmente. Luego, hay que seguir escribiendo. Incluso cuando no le interese a nadie, incluso cuando tenemos la impresión de que nunca interesará a nadie. Incluso cuando los manuscritos se acumulan en los cajones y los olvidamos para escribir otros.» (Pág. 67)
Agota Kristof |
Cojan papel y bolígrafo. Comiencen a hacer garabatos. Quizás siguiendo el ritmo de alguna canción que estén escuchando o el propio ritmo de sus pensamientos. Al principio verán que nada de lo que dibujen parecerá representar algo concreto y sentirán que eso no es más que un galimatías de rayas y curvas de distinta longitud. Sin embargo, si se fijan atentamente, comprobarán que la mente tenderá a poner orden en medio de ese caos, rellenará vacíos, unirá puntos y seguro que al final podrán decir: «uy, he dibujado un elefante/cielo nublado/rostro/etc...» Pues eso es lo que hace Agota Kristof (Hungría, 1935- Suiza 2011) en este libro autobiográfico de apenas setenta páginas: presentarnos pinceladas, once exactamente, para que contemplemos un esbozo de su vida y de ahí extraigamos lo intensa y dura que ésta fue.
«Leo aún, si tengo algo que leer, a la luz reverberante. Luego, cuando me duermo llorando, nacen frases en la noche. Dan vueltas a mi alrededor, cuchichean, adquieren un ritmo, riman, cantan, se convierten en poemas.» (Pág. 24)
Once bocetos, once episodios fundamentales de su vida, once fotografías, como si estuviésemos pasando páginas al álbum de los recuerdos que la marcaron y determinaron la mujer en la que se convirtió. Una niña, devoradora de libros, que mantuvo su pasión contra viento y marea gracias al orgullo que su padre sentía porque ella hubiese aprendido a leer con cuatro años; una infancia feliz con el húngaro como idioma de cabecera, el de los libros, el de las historias que le contaban y que ella se contaba cuando de la infancia feliz pasó a la absoluta pobreza tras la segunda guerra mundial; el húngaro del internado en el que se vio recluida apartada de su familia; el húngaro en el que recibió la noticia de la muerte de Stalin; el húngaro que la acompañó como único equipaje durante la huída de Austria con su hija en brazos; el húngaro al que tuvo que renunciar para poder dejar espacio al francés al llegar a Suiza.
«Cinco años después d haber llegado a Suiza, hablo francés, pero no lo leo. Me he convertido en un analfabeta. Yo, la que sabía leer cuando tenía cuatro años.» (Pág. 76)
Y es en Suiza, en Lausanne concretamente, donde esa niña de lectura precoz, culta y desenvuelta en su idioma se convierte en analfabeta, analfabeta en francés. Pero poco a poco irá domando esta lengua y en ella escribirá este breve cuadro impresionista esbozado con once pinceladas donde comprobamos la enorme fortaleza de Agota Kristof. Cambia de idioma y quizás por ello, por no ser el francés su idioma materno, el lenguaje resulte sencillo, directo y contundente. No hay apenas metáforas, ni retruécanos, ni barroquismos. Todo es lineal y sencillo. ¿Todo? Aparentemente, sí. ¿Aparentemente? Solo aparentemente, porque igual que cuando contemplamos un cuadro impresionista, si nos acercamos demasiado a él únicamente observamos pinceladas sin ton ni son. Sin embargo, al alejarnos, nos encontramos con un atardecer de Monet, una noche estrellada de Van Gogh, una escena de baile de Renoir...
«¿Cómo habría sido mi vida si no hubiera dejado mi país? Más dura, más pobre, pero también menos solitaria, menos rota; quizá feliz.» (Pág. 58)
Pues eso mismo nos sucede con Agota. Al terminar este libro descubrimos que hemos leído un relato duro pero que se sostiene de forma sólida gracias a su precisión y a que se trata de una de esas #joyitas en las que aquello de lo que no se habla, lo que se calla, asoma entre líneas con una contundencia tal que es imposible no estremecerse ante este relato. Ahora sí, ya estoy preparada para leer Claus y Lucas. No puedo terminar esta reseña sin dejar este párrafo anotado con las primeras líneas de este libro que me definen, no solo a mi, sino seguro que a muchas de las que leáis esta reseña. Ya solo por esto merece la pena abrir la puerta de La Analfabeta e introducirse en esta joya:
«Leo. Es como una enfermedad. Leo todo lo que cae en las manos, bajo los ojos: diarios, libros escolares, carteles, pedazos de papel encontrados por la calle, recetas de cocina, libros infantiles. Cualquier cosa impresa.» (Pág. 9)
Los extractos que has elegido para ilustrar tu reseña me han llegado muy dentro.
ResponderEliminarMe enfadaría contigo por llenar mi lista de pendientes con más y más libros, pero cada vez que leo algo que has recomendado, descubro maravillas literarias.
Así que, otro para la colección.
Muchas gracias por tu reseña.
Ay, ¡no te enfades conmigo! ;-) Lo bueno que tiene este libro es que es tan cortito que se lee de una sentada. Eso sí, te va a encantar, estoy segura.
EliminarEspero tus impresiones.
Un besote y gracias a ti por pasarte por mi rincón <33
¡Pedazo de reseña!
ResponderEliminarCreo que a los que te leemos se nos queda esa sensación que justo te ha disgustado a ti, ¡necesitamos más! Jajaja
Lejos de bromas, me parece un libro muy interesante y digno de leer. Como siempre te digo, entrar en tu blog es un peligro para mí...
¡Un abrazo!
Una vez más, muchas gracias, Santiago por pasarte por este rincón y por tus palabras tan entusiastas. Es una gozada compartir con lectores como tú mi pasión por los libros y si te decides a leer este ya me contarás que te parece.
EliminarUn abrazo gordo y ¡¡no dejes de pasarte por aquí aunque sea un peligro!!!
Leí esta reseña hace una semana y me invadió una pena terrible (por la historia que cuenta: de devorar libros a no poder interpretar otro idioma) y al mismo tiempo unas ganas enormes de leerlo. Me encantan las historias pequeñas, sencillas, contadas de manera simple. Gracias por presentarme a Agota, seguro que la leeré.
ResponderEliminar¡Hola Pilar!
EliminarEsta es una de esas joyitas que, estoy segura, te va a encantar. Estoy ahora leyendo "Claus y Lucas", tras tres meses de espera a que lo liberaran en la biblioteca, y me está recordando mucho a este libro por su estilo cortante, de frases cortas y episodios densos llenos de imágenes. La capacidad de esta mujer para crear atmósferas y contarnos historias completas en apenas dos páginas es... ¡única!
Te animo a que la leas encarecidamente.
Un abrazo y gracias por haberme acompañado todo este año en este rinconcito ;-)
Madre de mi vida, el retraso que llevo con tu blog! Estoy de leer por el móvil.... propósito de 2018, hacerme un calendario de lectura bloguera para que no se me escape comentar! xD
ResponderEliminarEsa frase final, me identifica totalmente, y mira que ahora, por falta de tiempo, no estoy a tope de power con la lectura, pero es taaan gráfica. Nunca he leído nada de Agota Kristof y escribes tan bonito de este libro que ya encabeza mi lista de pendientes en 2018 :D
Da gusto pasar por aquí y llevarme siempre algo interesante, tus lecturas son TOP, Raquel!
¡un besazo!
¡Ay, Ana! Tienes que leer a Agota... Es de esas mujeres que no dejan indiferente a nadie, de verdad. Se que a veces las palabras se repiten y suenan manidas pero en el caso de esta escritora... es tan diferente... tan talentosa... tan dura y a la vez tan conocedora de la psicología humana. Leerla es hacer un repaso por varios capítulos de la historia de una forma tan aparentemente sencilla que hay que releerla para darte cuenta de todo lo que ha conseguido transmitir en un par de líneas.
EliminarUn besazo gordo y nos leemos el próximo año. Gracias, de corazón, por haberme acompañado en este <33