Lecturas noviembre
«Leo. Es como una enfermedad. Leo todo lo que me cae en las manos, bajo los ojos: diarios, libros escolares, carteles, pedazos de papel encontrados por la calle, recetas de cocina, libros infantiles. Cualquier cosa impresa.»
Así comienza «La Analfabeta», de Agota Kristof, una de mis (felices) lecturas de este mes. Y cuando estas líneas fueron procesadas por mi cerebro inmediatamente me di cuenta de cuánto nos parecíamos Agota y yo con cuatro años. Las dos leíamos cualquier cosa impresa que caía bajo nuestros ojos, listados de ingredientes de alimentos, rótulos de calles, carteles publicitarios, incluidos. Hoy, casi cuarenta años después, sigo leyendo como una enfermedad pero me he vuelto más selectiva. Es inevitable. Con los años y la experiencia adquirida, el gusto adaptado a nuestra personalidad, así como la falta de tiempo y el amplio volumen de libros que se publican semanalmente, no nos queda otra que plantarnos y decidir: ¿qué leemos? Este mes ha habido un poco de todo, aunque en general estoy muy satisfecha con todas estas mujeres que han convertido mi mes de noviembre en un mes para recordar literariamente por su intensidad, su viveza y su belleza. Estas son las lecturas que me han acompañado. Me temo, querid@s amig@s, que a estas alturas mi enfermedad lectora, aunque diagnosticada, es ya incurable. Sé que me entienden...
1. ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Jeanette Winterson. Acercarse a una autobiografía a veces no es fácil. Diferenciar al escritor de su obra es imposible y si éste no te inspira simpatía o confianza a nivel personal es complicado atreverse a abrir unas páginas en las que nos vaya a hablar de su vida. NO es, obviamente, el caso de Jeanette Winterson. Esta impresionante mujer, a la que ya conocía no solo por ser una de las voces narrativas contemporáneas más consolidadas sino también por haber leído su (impresionante y diferente) «Espejismos», ya me caía simpática antes de leer esta obra suya y, tras haberla leído, aun me cae mejor por su cercanía, su honestidad y su humanidad. Una historia dura de superación en la que nos lanza mensajes de lucha, de amor por la vida, por la escritura y la literatura, y por las personas que nos hacen el día a día más fácil. Una auténtica obra inspiradora escrita con ese estilo tan personal y repleto de talento propio de Jeanette. Yo prefiero ser feliz... Al fin y al cabo, ¿qué es lo «normal»?
2. Tres mujeres. Sylvia Plath. La poesía... mi gran asignatura pendiente. Pero nunca es tarde para emocionarse ante versos como estos (abro el libro al azar): «Nunca están quietos / quietos, como el vacío que llevo en mí». O estos: «¿Qué hacían mis dedos antes de tenerle?/ ¿Qué hacía mi corazón con este amor?» O estos (y sigo abriendo al azar): «¡Es tan agradable no tener ataduras!/ Soy solitaria como la hierba. ¿Qué me falta?» Tres mujeres, tres visiones de la maternidad: la primera ansía ser; la segunda cumple su sueño de ser madre; la tercera renuncia a ser madre. Con ellas lloramos, nos estremecemos, alzamos la voz, nos preguntamos y cuestionamos nuestra situación personal. Tres mujeres a las que queremos abrazar, tranquilizar, consolar. Tres mujeres que pueden ser tú o yo. Tres mujeres que son todas nosotras a la vez que somos al mismo tiempo cada una de esas tres mujeres. Qué maravilla, Sylvia...
3. La extraña desaparición de Esme Lennox. Maggie O´Farrell. Hay libros que llegan a tu vida recomendados por personas de confianza (en mi caso, como no, mi querida librera Alba, de @Lib_Mujeres) sin que sepas más sobre ellos que el nombre de una autora que te suena de haber visto por ahí (Maggie O´Farrell y su libro, que por supuesto leeré, «Tiene que ser aquí» estaba por todos los lados). Abres la primera página del libro y lo primero que detectas es un estilo narrativo cristalino y elegante, sutil y cuidado, repleto de emoción e intriga, rico en colorido e imágenes. Dos mujeres, una sentada y otra de pie, asisten a un baile de sociedad. Sabes que tienen una historia que contar, misteriosa e impactante. Vas pasando las páginas. La historia avanza. Comienzas a tener las primeras sospechas sobre qué pudo pasar y te niegas a creerlo. Una felicidad enjaulada, simplemente por cometer el delito de querer volar. La madre cierra la puerta, el padre tranca la cerradura y la hermana tira la llave. Dolor, injusticia, traición... Una de esas historias que seguiré recordando toda mi vida. Inolvidable. Imprescindible. Necesaria.
4. Tránsito. Rachel Cusk. Lo confieso. Siento debilidad por esta autora, y no solo porque sea tocaya mía. Tras leer su anterior libro, «A Contraluz», esperaba ansiosa la publicación de Tránsito, su continuación aunque pueden leerse como libros independientes. Ambos tienen en común que la narradora, Faye, solo aparece precisamente así, «A Contraluz», y la vemos a través del relato que ella realiza de las historias que personas con las que cruza le van contando. En Tránsito, Faye regresa a Londres donde intenta rehacer su vida tras su inesperado divorcio. La herida aún duele. La autoestima está bajo tierra. Las inseguridades se comen a las certezas. Las preguntas que se creían cerradas vuelven a resurgir con más fuerza que antes, como si hubiese rebotado contra una pared recogiendo los signos de interrogación. ¿Qué es la responsabilidad? ¿Cómo afectan los padres/madres en l@s hij@s y viceversa? ¿Cuánto pesa la soledad? ¿Cómo conseguimos avanzar arrastrando recuerdos? ¿Es posible disimular el dolor y aparentar lo que ni somos ni sentimos? Con Rachel Cusk te sientes como si te encontrases con una amiga para tomar un café y profundizar en cuanto os ha sucedido. Rachel escucha. Y yo, al escucharla, no puedo menos que incomodarme y reflexionar sobre cómo me afecta lo que me está contando. Al fin y al cabo, tod@s hemos vivido momentos vitales de «Tránsito»... y los que nos quedan.
5. La leyenda de una casa solariega. Selma Lagerlöf. ¿Saben cuántas mujeres han recibido el Premio Nobel de Literatura desde que empezó a concederse en 1901? Catorce. ¿Y hombres? Noventa y siete. Por ello, Diana del blog Todo mi ser tuvo una idea genial: leer a las catorce mujeres por orden de premiadas. ¿La primera? Selma Lagerlöf, en 1909. Reconozco que no sabía absolutamente de ella e indagar en su vida y en su obra ha sido todo un descubrimiento genial. Selma era una mujer adelantada a su tiempo que tuvo claro desde niña que quería ser escritora. Se imaginaba su futuro muy alejado del prototipo de la época de mujer de su hogar y de su casa. Al contrario, ella solo quería escribir y ser autosuficiente. En este libro el joven protagonista, Gunnar, es un estudiante que se vuelve loco cuando se ve obligado a trabajar para recuperar su casa familiar y tener que renunciar así a su violín. La joven Ingrid Berg, uno de esos personajes femeninos que quedan fácilmente incorporados al imaginario literario por su tenacidad, su resiliencia y su realismo se enamora de Gunnar, al que de loco llaman el Chivo. Esta historia de amor, a camino entre la fábula y la novela, es deliciosa de leer.
6. La analfabeta. Agota Kristof. ¿Es la cantidad directamente o inversamente proporcional a la calidad? Pues depende... pero en el caso de este pequeño libro #joyita está claro que menos es más y que cada una de sus cortas frases contiene una grandeza literaria inigualable. Agota selecciona once momentos clave de su vida para narrarnos, cada uno en un capítulo, cómo pasó de ser una lectora infatigable a convertirse en una analfabeta. Su exilio de Hungría a Suiza la obligó no solo a abandonar su país, su familia y sus raíces sino, sobre todo, su idioma, aquel en al que se aferró para lograr sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial, a una existencia solitaria en un internado, a unos primeros años en un país en el que todo era desconocido. La emoción que contiene cada una de sus comas, cada uno de sus puntos, cada palabra, es tal, que es imposible no sentir el desgarro que transformó a esta mujer por dentro y la llevó a escribir este relato que por breve es dos, y hasta tres veces, bueno. Otra #joyita más que me prepara para lanzarme a leer, próximamente, su celebradísimo «Claus y Lucas».
7. Madre mía. Florencia del Campo. «La pregunta que yo me estaba haciendo era: ¿tenemos (hijos e hijas) la obligación (moral) de cuidar de nuestros padres cuando enferman o es algo que puede elegirse (según los sentimientos, la historia, las circunstancias...)?» Esta pregunta es el punto de partida de esta historia. Una pregunta muy interesante que supedita la lealtad a la familia a que ésta sea correspondida. Sin embargo, con este libro he tenido sentimientos enfrentados. Mientras lo leía anotaba frases de una potencia brutal, imágenes que se depositaban en nuestra mente revolviendo recuerdos, reflexiones interesantes que me obligaban a parar para contestarlas. Pero, por otro lado, me costó mucho empatizar con la protagonista hasta el punto de que por la dureza de algunos episodios que relataba tuve que dejar el libro a un lado para tomar aire unos instantes mientras exclamaba: ¡madre mía! Quizás, a diferencia de lo que sucede con el libro de Winterson, ¿Por qué ser feliz cuando se puede ser normal?, faltan aquí unos anclajes previos que nos ponga en antecedentes sobre la relación de la protagonista con su madre, a la que llama Bernarda Alba en referencia a la tiránica mujer de Lorca. Al acompañar el relato con los informes médicos de la madre tiraba inevitablemente a posicionarme a favor de ésta y a no entender a la protagonista. La discreción a la hora de hablar de uno mismo es más que comprensible pero eso impide que tengamos una perspectiva completa del pasado y que la ausencia de detalles dificulte que entendamos por qué se comportó como lo hizo. Aun así es una novela valiente, muy bien construida y con un potente lenguaje que no deja indiferente.
8. Los Mandible. Una familia: 2029-2047. Lionel Shriver. Esta autora, que obtuvo el reconocimiento internacional por «Tenemos que hablar de Kevin», regresa con esta distopía de apocalipsis económico en la que se pone en el peor de los escenarios posibles para un estadounidense actual: el dólar se devalúa, el sistema quiebra, el oro es confiscado, el mercado colapsa, y EEUU pasa de ser el país que maneja los hilos a convertirse en un paria internacional. México cierra sus fronteras, progresa espectacularmente e impide que los «blancos» vayan allí a trabajar. El mundo al revés. Y, mientras tanto, cuatro generaciones de Los Mandible sobreviven a estos cambios en función de sus posibilidades y personalidad. En este ejercicio de ficción es interesante comprobar cómo Los Mandible aprenden dos lecciones muy interesantes: la primera, todo puede cambiar en cualquier momento así que abre bien los ojos y estate preparado para lo que venga; la segunda, si tienes una buena red de familiares y amigos, siempre lograrás salir adelante. Un #tocholibro de más de quinientas páginas en las que las lecciones de economía se alternan con lecciones de vida. Realmente interesante para salir de "mi zona de confort literario".
9. La brigada de Anne Capestan. Sophie Hénaff. Otra obra más con la que salir de "mi zona de confort" literario. Tras una temporada de lecturas intensas, necesitaba algo liviano pero bien narrado, ¿y qué mejor que una novela policíaca narrada por una de las revelaciones en Francia de este género? Anne Apestan, una policía apartada de servicio por tomarse la justicia por su mano, es reincorporada al frente de una brigada de «tarados» a donde destinan a aquellos policías con los que nadie quiere trabajar. Un oficial de Asuntos Internos que sabe demasiado, una escritora best seller, un alcohólico, un cenizo... todos encuentran en esa brigada un hogar en el que convivir a gusto. Los personajes están muy bien elaborados, la trama es ágil y la autora tiene un sutil sentido del humor que ayuda a pasar un rato agradable. Aunque el final es un poco previsible (una pena, porque la trama enganchaba) lo cierto es que disfruté muchísimo leyendo las peripecias de esta brigada y, sabiendo que hay una segunda parte, recurriré de nuevo a ella para «desconectar».
3. La extraña desaparición de Esme Lennox. Maggie O´Farrell. Hay libros que llegan a tu vida recomendados por personas de confianza (en mi caso, como no, mi querida librera Alba, de @Lib_Mujeres) sin que sepas más sobre ellos que el nombre de una autora que te suena de haber visto por ahí (Maggie O´Farrell y su libro, que por supuesto leeré, «Tiene que ser aquí» estaba por todos los lados). Abres la primera página del libro y lo primero que detectas es un estilo narrativo cristalino y elegante, sutil y cuidado, repleto de emoción e intriga, rico en colorido e imágenes. Dos mujeres, una sentada y otra de pie, asisten a un baile de sociedad. Sabes que tienen una historia que contar, misteriosa e impactante. Vas pasando las páginas. La historia avanza. Comienzas a tener las primeras sospechas sobre qué pudo pasar y te niegas a creerlo. Una felicidad enjaulada, simplemente por cometer el delito de querer volar. La madre cierra la puerta, el padre tranca la cerradura y la hermana tira la llave. Dolor, injusticia, traición... Una de esas historias que seguiré recordando toda mi vida. Inolvidable. Imprescindible. Necesaria.
4. Tránsito. Rachel Cusk. Lo confieso. Siento debilidad por esta autora, y no solo porque sea tocaya mía. Tras leer su anterior libro, «A Contraluz», esperaba ansiosa la publicación de Tránsito, su continuación aunque pueden leerse como libros independientes. Ambos tienen en común que la narradora, Faye, solo aparece precisamente así, «A Contraluz», y la vemos a través del relato que ella realiza de las historias que personas con las que cruza le van contando. En Tránsito, Faye regresa a Londres donde intenta rehacer su vida tras su inesperado divorcio. La herida aún duele. La autoestima está bajo tierra. Las inseguridades se comen a las certezas. Las preguntas que se creían cerradas vuelven a resurgir con más fuerza que antes, como si hubiese rebotado contra una pared recogiendo los signos de interrogación. ¿Qué es la responsabilidad? ¿Cómo afectan los padres/madres en l@s hij@s y viceversa? ¿Cuánto pesa la soledad? ¿Cómo conseguimos avanzar arrastrando recuerdos? ¿Es posible disimular el dolor y aparentar lo que ni somos ni sentimos? Con Rachel Cusk te sientes como si te encontrases con una amiga para tomar un café y profundizar en cuanto os ha sucedido. Rachel escucha. Y yo, al escucharla, no puedo menos que incomodarme y reflexionar sobre cómo me afecta lo que me está contando. Al fin y al cabo, tod@s hemos vivido momentos vitales de «Tránsito»... y los que nos quedan.
5. La leyenda de una casa solariega. Selma Lagerlöf. ¿Saben cuántas mujeres han recibido el Premio Nobel de Literatura desde que empezó a concederse en 1901? Catorce. ¿Y hombres? Noventa y siete. Por ello, Diana del blog Todo mi ser tuvo una idea genial: leer a las catorce mujeres por orden de premiadas. ¿La primera? Selma Lagerlöf, en 1909. Reconozco que no sabía absolutamente de ella e indagar en su vida y en su obra ha sido todo un descubrimiento genial. Selma era una mujer adelantada a su tiempo que tuvo claro desde niña que quería ser escritora. Se imaginaba su futuro muy alejado del prototipo de la época de mujer de su hogar y de su casa. Al contrario, ella solo quería escribir y ser autosuficiente. En este libro el joven protagonista, Gunnar, es un estudiante que se vuelve loco cuando se ve obligado a trabajar para recuperar su casa familiar y tener que renunciar así a su violín. La joven Ingrid Berg, uno de esos personajes femeninos que quedan fácilmente incorporados al imaginario literario por su tenacidad, su resiliencia y su realismo se enamora de Gunnar, al que de loco llaman el Chivo. Esta historia de amor, a camino entre la fábula y la novela, es deliciosa de leer.
6. La analfabeta. Agota Kristof. ¿Es la cantidad directamente o inversamente proporcional a la calidad? Pues depende... pero en el caso de este pequeño libro #joyita está claro que menos es más y que cada una de sus cortas frases contiene una grandeza literaria inigualable. Agota selecciona once momentos clave de su vida para narrarnos, cada uno en un capítulo, cómo pasó de ser una lectora infatigable a convertirse en una analfabeta. Su exilio de Hungría a Suiza la obligó no solo a abandonar su país, su familia y sus raíces sino, sobre todo, su idioma, aquel en al que se aferró para lograr sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial, a una existencia solitaria en un internado, a unos primeros años en un país en el que todo era desconocido. La emoción que contiene cada una de sus comas, cada uno de sus puntos, cada palabra, es tal, que es imposible no sentir el desgarro que transformó a esta mujer por dentro y la llevó a escribir este relato que por breve es dos, y hasta tres veces, bueno. Otra #joyita más que me prepara para lanzarme a leer, próximamente, su celebradísimo «Claus y Lucas».
7. Madre mía. Florencia del Campo. «La pregunta que yo me estaba haciendo era: ¿tenemos (hijos e hijas) la obligación (moral) de cuidar de nuestros padres cuando enferman o es algo que puede elegirse (según los sentimientos, la historia, las circunstancias...)?» Esta pregunta es el punto de partida de esta historia. Una pregunta muy interesante que supedita la lealtad a la familia a que ésta sea correspondida. Sin embargo, con este libro he tenido sentimientos enfrentados. Mientras lo leía anotaba frases de una potencia brutal, imágenes que se depositaban en nuestra mente revolviendo recuerdos, reflexiones interesantes que me obligaban a parar para contestarlas. Pero, por otro lado, me costó mucho empatizar con la protagonista hasta el punto de que por la dureza de algunos episodios que relataba tuve que dejar el libro a un lado para tomar aire unos instantes mientras exclamaba: ¡madre mía! Quizás, a diferencia de lo que sucede con el libro de Winterson, ¿Por qué ser feliz cuando se puede ser normal?, faltan aquí unos anclajes previos que nos ponga en antecedentes sobre la relación de la protagonista con su madre, a la que llama Bernarda Alba en referencia a la tiránica mujer de Lorca. Al acompañar el relato con los informes médicos de la madre tiraba inevitablemente a posicionarme a favor de ésta y a no entender a la protagonista. La discreción a la hora de hablar de uno mismo es más que comprensible pero eso impide que tengamos una perspectiva completa del pasado y que la ausencia de detalles dificulte que entendamos por qué se comportó como lo hizo. Aun así es una novela valiente, muy bien construida y con un potente lenguaje que no deja indiferente.
8. Los Mandible. Una familia: 2029-2047. Lionel Shriver. Esta autora, que obtuvo el reconocimiento internacional por «Tenemos que hablar de Kevin», regresa con esta distopía de apocalipsis económico en la que se pone en el peor de los escenarios posibles para un estadounidense actual: el dólar se devalúa, el sistema quiebra, el oro es confiscado, el mercado colapsa, y EEUU pasa de ser el país que maneja los hilos a convertirse en un paria internacional. México cierra sus fronteras, progresa espectacularmente e impide que los «blancos» vayan allí a trabajar. El mundo al revés. Y, mientras tanto, cuatro generaciones de Los Mandible sobreviven a estos cambios en función de sus posibilidades y personalidad. En este ejercicio de ficción es interesante comprobar cómo Los Mandible aprenden dos lecciones muy interesantes: la primera, todo puede cambiar en cualquier momento así que abre bien los ojos y estate preparado para lo que venga; la segunda, si tienes una buena red de familiares y amigos, siempre lograrás salir adelante. Un #tocholibro de más de quinientas páginas en las que las lecciones de economía se alternan con lecciones de vida. Realmente interesante para salir de "mi zona de confort literario".
9. La brigada de Anne Capestan. Sophie Hénaff. Otra obra más con la que salir de "mi zona de confort" literario. Tras una temporada de lecturas intensas, necesitaba algo liviano pero bien narrado, ¿y qué mejor que una novela policíaca narrada por una de las revelaciones en Francia de este género? Anne Apestan, una policía apartada de servicio por tomarse la justicia por su mano, es reincorporada al frente de una brigada de «tarados» a donde destinan a aquellos policías con los que nadie quiere trabajar. Un oficial de Asuntos Internos que sabe demasiado, una escritora best seller, un alcohólico, un cenizo... todos encuentran en esa brigada un hogar en el que convivir a gusto. Los personajes están muy bien elaborados, la trama es ágil y la autora tiene un sutil sentido del humor que ayuda a pasar un rato agradable. Aunque el final es un poco previsible (una pena, porque la trama enganchaba) lo cierto es que disfruté muchísimo leyendo las peripecias de esta brigada y, sabiendo que hay una segunda parte, recurriré de nuevo a ella para «desconectar».
¡Hola!
ResponderEliminarCoincido contigo y con Agota en que yo también leía todo lo que caía en mis manos. Mis padres nunca fueron lectores por lo que en mi casa no había muchos libros, un pequeño estante y poco más. Pero en la casa de mis tíos abuelos había un desván lleno de libros y no te puedes imaginar la de horas que me pasaba allí encerrada. Mi madre siempre me recuerda que hasta leía y hacía los ejercicios de los libros de COU que tenían muchos años. Luego tuve una época que por diferentes circunstancias dejé la lectura apartada, pero ahora sé que nunca más volverá a pasar eso. (Siento el momento explaye...)
Tengo ganas de leer este libro de no ficción de Jeanette Winterson pero a la vez tengo miedo. Hace tiempo leí su novela 'La mujer de púrpura' y no sé que me ocurrió pero se me atragantó de mala manera. Desde ese momento no he vuelto a coger ningún libro de la autora pero sé que, tarde o temprano, acabaré leyendo otros libros suyos.
'La extraña desaparición de Esme Lennox' lo cogí en la biblioteca cuando se publicó y al final no pude leerlo. Tengo que reconocer que se me quedó clavada la espinita y después de leer tus palabras me apetece mucho leerlo. A ver si en el año nuevo consigo hacerle el hueco que no pude hacerle en el pasado. A Rachel Cusk y a Lionel Shriver me gustaría leerlas en algún momento.
El libro de Selma Lagerlöf ha sido una grata sorpresa y me ha gustado encontrar representada a la autora por Gunnar. Me alegra participar en #WomenPNL y que vayamos comentando nuestras lecturas. Sé que en un futuro volveré a leer algo de Selma.
'La analfabeta' será una de mis lecturas del 2018 y tengo muchísimas ganas de ponerme con él. Creo que será una gran lectura.
Un beso y disfruta de tus próximas lecturas
¡Hola Isa!
ResponderEliminarQué alegría que te llamen la atención tantos títulos... La analfabeta se lee de un tirón, tan rápido que al menos yo necesité regresar a algunos de sus párrafos para poder retener su esencia pues detrás de tanta sencillez se esconde toda una sabiduría de vida.
Jeanette se merece una oportunidad y creo que esta novela autobiográfica es perfecta para retomarla porque tiene un estilo más "normal". No he leído "La mujer de púrpura" pero sí leí "Espejismos" y como tiene una forma tan rompedora es cierto que al principio cuesta cogerle el tranquillo pero luego engancha. Ella misma explica en esa autobiografía que quería romper con lo convencional escribiendo, dejar volar su imaginación, escribir algo distinto, de ahí su estilo tan rompedor. Pero sus historias, ay, son tan comprometidas y emocionantes que es imposible no conmoverse con ella.
Y respecto a Selma... ¡quiero leer más cosas suyas! Me ha encantado y aprovechando que en mi biblioteca tenían alguna obra más aprovecharé la próxima vez que vaya para coger alguna.
Un besote y muchas gracias por pasarte por aquí. ¡Nos leemos!