Nada crece a la luz de la luna - Torborg Nedreaas


Título original: Av maneskinn gror det ingenting (1947)
Edición: Errata Naturae. (3ª edición, 2017)
Traducción: Mariano González Campo.
Páginas: 270
ISBN: 978-84-16544-09-7
Precio: 18,50€
Calificación: 9/10.
«Eso es lo que hace que las personas digan tantos disparates, que dejen que el mundo prosiga su torcido curso y vivan en su propia luz de luna sin poder ver —sin querer ver— que La Luz de la luna tan sólo es un frío reflejo de La Luz del sol.» (Pág. 258)
Lo que más me ha gustado: la calidad narrativa de este libro es extraordinaria, literatura en estado puro. De lo mejor que he leído este año (y miren que he leído este año). Si a alguien se le ocurre decir que las mujeres no escriben tan bien como los hombres pienso plantarle este libro debajo de sus narices. Con solo una frase lograré convencerle de que eso, querido mío, no es verdad. Y es que Torborg Nedreaas posee una capacidad tan excepcional de hilar ideas con frases tridimensionales que cuando hable a partir de ahora de «la emoción del lenguaje» estaré usando como punto de referencia esta novela. MARAVILLOSA.

Lo que menos me ha gustado: no es feminista. Me explico. Dice Ana de Miguel (y comparto su opinión) en su obra «Neoliberalismo sexual» que una obra feminista no es solo aquella que retrata la situación de las mujeres, dándoles voz, sino que también debe darles una salida a esa opresión a la que están sometidas. Anna Karenina o Madame Bovary eran obras bellas que mandaban, sin embargo, un mensaje desalentador: si buscas en el amor la justificación de tu vida y no lo encuentras, si te apartas del camino marcado, estás abocada a la destrucción. «¿Y si en vez de hacerlas morir de las formas tan tremendas en que lo hicieron estos dos novelistas les hubieran dejado la puerta abierta a luchar por transformar esa sociedad injusta?», se pregunta Ana de Miguel. Bien, pues Torborg cierra también todas las puertas a esta mujer de voz rasgada por el tabaco y el alcohol no dejándola ninguna salida a un proyecto vital propio, y eso, a mi pesar, impide que esta novela pueda considerarse «feminista».
«—Dios sabrá a qué se debe. Al fin y al cabo, es lo único que anhelamos, el calor de otro ser a nuestro lado.» (Pág. 13)
¡Aviso! La intensidad de la belleza narrativa es directamente proporcional a la intensidad de la angustia que se siente al leer esta historia dura de una hermosura sangrante. La propia protagonista avisa que su historia no es bella, no trata sobre sangre hermosa sino sobre pus. Sin duda, la autora cumple la exigencia de Chejov y no nos dice que la luna brilla sino que directamente nos muestra el brillo de La Luz sobre los cristales rotos. Porque aquí hay cristales rotos y cuerpos rotos (muchos) y vidas rotas e ilusiones rotas. Y cárceles sin puertas y cerraduras oxidadas y sótanos malolientes. Una novela Muy realista y necesaria aunque tan trágica y desesperanzadora que para leerla hay que estar en un momento fuerte. Por eso he echado de menos alguna salida, un túnel cavado en la pared con una cucharilla, un poco de oxígeno para poder respirar el aire de esa luna bajo la que nada crece...
«El mundo ha sido construido de forma equivocada, con una especie de dispositivo que convierte a un montón de seres humanos en víctimas de las existencia mientras que unos pocos se lo pasan tremendamente bien y no logran entender por qué todos los demás no son felices y se dejan azotar con gusto hasta morir.» (Pág. 146)
Una mujer con un abrigo de lana azul llega a la estación de tren. Un hombre que deambula por allí sin saber qué hacer con su vida se fija en ella y se le acerca, a lo que ella le propone: «mi cuerpo o mi historia». Él elige su historia. En la casa de él, hacia donde se dirigen, entre el humo del tabaco, los efluvios del alcohol y los ruidos de la calle como sonido de fondo, ella comienza a narrar con un estilo que mezcla la espontaneidad del lenguaje coloquial con la belleza sangrante de un lenguaje que enroca las palabras, enrollándolas unas detrás de otras, hilando pensamientos, expectativas, sueños y, sobre todo, con pérdidas porque a medida que va avanzando en la narración nos va narrando una historia de pérdidas: de pérdidas de alegría, de humanidad, de esperanza, de ímpetu, de ilusión... pero a la vez, esta mujer de abrigo de lana azul, cuyo rostro resulta cada vez más hermoso a medida que va hablando, las transforma en auténtica sabiduría. Toda la melancolía y la amargura, la tristeza, la desesperación que exhalan sus palabras han sido experiencias que ella ha transmutado en perlas de conocimiento. 
«El alma de una persona sólo significa algo para quien, a su vez, tiene alma. Una gran parte de la humanidad no la tiene. Y quienes la tienen se cuidan mucho de exponerla.» (Pág. 14)
Si leen cualquier reseña de esta obra les dirán que hay dos personajes: la mujer que habla y el hombre que escucha. Pero yo añado dos más: el paisaje y el lenguaje. La historia que la mujer nos cuenta transcurre en Gruben, un minúsculo pueblo del norte de Noruega, con sus oscuros inviernos y sus vivaces primaveras. Salvaje. Exótico. Misterioso. Seguro que ya tienen en su mente la estampa. Bien, pues este paisaje es el doble de la mujer que habla, su gemelo, una sombra con la que unas veces baila acompasada y otras dándose pisotones a destiempo como si fuese su doppelganger. Y ese lenguaje... con el que retuerce la sobriedad. No se me ocurre otra forma de definirlo. Saquen sus propias conclusiones a través de las citas seleccionadas para esta reseña. 
«Mi historia trata sobre la sangre. Pero no sobre la sangre en sentido poético, con belleza incluida. No. Fea. Horrible. Sangre, mucosidad y pus. ¿Sí? Estás frunciendo el ceño. Ya te he dicho que no a a ser algo hermoso, porque lo que voy a contar es la verdad». (Pág. 22)
La verdad. No será que Torborg no nos haya avisado y, ya se sabe, quien avisa... La novela nos da ejemplos concretos sobre lo que ha supuesto a lo largo de generaciones esa maldita doble moral, ese «lo que está bien para el hombre está mal para la mujer». La mujer que habla se enamora, con diecisiete años, de su profesor, un hombre honorable en la comunidad al ser profesor de instituto. Johannes, pues así se llama, dispone de su vida, de su cuerpo y de su destino con total libertad. Trabaja, aprende, entra, sale, sin dar explicaciones a nadie. Se equivoca, huye sin asumir responsabilidades, y aquí no ha pasado nada. Pero la mujer que habla, miles de mujeres como ella, no pueden hacerlo. Cada pequeño error determina su destino y puede ser irreparable. Ella sucumbe a ese amor que sabe no correspondido y en situación de desigualdad pero a pesar de que es consciente de esto ella no cuenta con los recursos ni económicos, ni psicológicos, ni morales para salir de esa situación que, y también lo sabe, la está abocando a su ruina personal. A lo largo de la narración hay momentos de luz en los que parece que ella va a conseguir salir de Johannes, abandonarle, romper con él. Se lo propone una y otra vez y, una y otra vez reincide. Salvando las distancias, me ha recordado levemente a otra novela también preciosa, con una narrativa lírica espectacular y con una historia, sino tan trágica, sí con las mismas reminiscencias de amor-apasionado-dador-de-vida-y-otorgador-de-identidad: «En Grand Central Station me senté y lloré», de Elisabeth Smart.
«Ya sabes, dicen que el carácter es el destino. Pero habría que añadir: el entorno es el carácter.» (Pág. 34)
Esta crónica de una tragedia anunciada es terrible. Una auténtica agonía. Y ese episodio final... no se lo cuento, obviamente, pero cuando lo lean se quedarán paralizados. Es esta falta de ventanas, de mujeres a las que aferrarse para salvar una situación, la ausencia de amigas, de ejemplos de mujeres que en la misma situación lucharon y salieron adelante, la que no me permite catalogar, como decía al principio, esta novela como feminista. Torborg Nedreass (Noruega, 1906-1987), es conocida como «La Simone de Beauvoir noruega» y se trataba sin duda alguna, era una mujer de profunda conciencia social. Esa crítica al trabajo en las minas, propiedad de capitales extranjeros cuyo interés, obviamente, no es mejorar la calidad de vida de sus trabajadores sino engordarse los bolsillos; esa denuncia a los trabajos extenuantes de sol a sol desempeñados por mujeres hasta deslomarse que las provocan abortos y acaban con su salud a cambio de una miseria que no les da ni para cubrir gastos al acabar el día; ese retrato de mujeres atrapadas por su género, obligadas a abortar para ocultar su «pecado» o a esconder a sus hijos y a ellas mismas para no «recordar su vergüenza», es un primer paso hacia la reivindicación que Torborg emprende de forma firme y contundente. Sin embargo, como la propia mujer del abrigo azul relata, ninguna, absolutamente ninguna mujer de su entorno ha logrado salir de su destino trágico. Torborg las hunde en el fiordo congelado una y otra vez, y cuando parece que por fin asoman la cabeza y las están esperando fuera con una mantita, ¡plas!, las vuelve a hundir. No hay paz.
«¿No es extraño que la mayoría de la gente esté de acuerdo en que hay algo que va tremendamente mal pero, a la hora de la verdad, no quieren que se produzca cambio alguno?» (Pág. 68)
Su hermana, quien ha logrado casarse con un buen partido, se niega a tener más hijos para no ver perjudicada su situación económica; su madre vive míseramente renegrida por la amargura y el rencor; vecinas que han sido madres solteras han visto cómo sus hijos eran rechazados de niños por ser recordatorios de la "debilidad femenina" y cómo de adultos se convertían en delincuentes; u otras que abortaban usando técnicas brutales que la narradora no duda en describir (sí, es terrible, pero es necesario) que ponían en serio peligro su salud tanto física como mental sin que eso arreglase nada porque al cabo de unos meses volvían a quedarse embarazada. La ignorancia de métodos anticonceptivos, de ideas que las ayudaran a formar su propio proyecto vital, así como la pobreza que las impedía poder estudiar y labrarse un futuro diferente son los lastres con los que las mujeres de esa sociedad miserable nacían incorporado de serie. No hay pan bajo el brazo, sino ignorancia bajo el brazo, y eso es realista pero también desmotivador. Si esa mujer del abrigo azul hubiese oído hablar de las sufragistas, de las feministas o simplemente hubiese tenido al lado a una amiga que la hubiera cogido de la mano y la hubiese orientado sobre cómo cambiar de vida, quizás, otra historia nos habría contado... (¡Qué importantes son los modelos, las referencias, los símbolos...!)
«"Los seres humanos sienten debilidad por La Luz de la luna. No los ciega. No los abrasa".
Entonces caminamos en silencio un buen rato. Al despedirnos me dijo: "Nada crece a la luz de la luna"». (Pág. 177)
A pesar de todo lo anterior, o quizás precisamente por ser un relato necesario, es inevitable, nos atrapa desde la primera línea. Como cuando estás en una habitación en silencio y empiezas a percibir el sonido de una melodía, fijas la atención en ella, va aumentando el volumen, se acerca y empiezas a distinguir también el sonido de una voz, una voz melodiosa que va cantando e intentas agarrarte a esas palabras y cubrirte con esa melodía de fondo y te das cuentas de que te esta diciendo: «Escucha. No te aburras. No te duermas. Préstame atención. Es una historia triste la que te voy a contar. Pero también se que necesitas escucharla. Escucha. Escúchame...»
«Y yo... Descubrí demasiado tarde que había terminado en una cárcel. Mi propia cárcel. Y en mi propia cárcel no hay puerta alguna.» (Pág. 81)

Comentarios

  1. ¡Piel de gallina con esta reseña, Raquel!
    Conocí el libro por John, y fíjate que aunque ya sabía lo duro de la lectura, creo que es de las que atrapan por ese componente más dramático.
    Como dice Emma, los libros que pican, esos que escuecen tienen un encanto especial y es con los que más se aprende (ya traten de ficción o algún hecho real)

    La edición de errata, editorial a la que me estoy aficionando mucho, me parece una maravilla.
    Y con respecto a que no sea feminista, bueno, tampoco creo que haya que descartarlos por eso (al menos de primeras, no suelo hacerlo.. excepto si lo que ensalzan o "venden" sea lo contrario, no sé si me entiendes). A la mayor parte de los libros les falta las gafas violetas, eso es un hecho.
    Lo bueno que tenemos nosotras, es que leyéndolos, identificamos eso que nos chirria o falta, de una forma mucho más clara, y podemos sacar una lectura más profunda, y contrapuesta: ¿qué nos hubiera gustado encontrar en tal o cual personaje? o ¿Por qué escribe ese personaje femenino de esa manera? ¿cuál es la intención?...
    No sé, también creo que el bagaje de la propia autora (o autor) marca a la hora de escribir, la época, su educación, experiencias... Esa podría ser otra lectura distinta del libro.

    En cualquier caso, a Torborg me la llevo, así que ya te diré cuando lo lea e intercambiamos impresiones ^^
    ¡Un besote!

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    1. Errata es una editorial que me va conquistando poco a poco. Tuve un subidón con ella tras la fabulosa «Tú no eres como las otras madres» pero luego tuve un par de «desencantos» que me hicieron dudar (los típicos libros que entusiasmaron a mucha gente pero que a mí me dejaron fría). Sin embargo, con Torborg me han conquistado completamente. Ya solo por haber editado a esta mujer ha merecido la pena que exista esta editorial, en serio. La pena es que no hay nada más traducido de ella pero espero que esto se corrija el próximo año porque Torborg es una narradora impresionante.
      Un besote, Ana, y mil gracias por sacar un huequito para pasarte por aquí.

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  2. Aprovechando que he terminado de leer la novela, he leído también tu reseña, magnífica, como siempre. Has captado perfectamente el sentido de esta novela. Desde el principio hasta el final me ha tenido totalmente enganchada, con el corazón en un puño y alguna arenilla en los ojos. Y eso que me cuesta mucho mostrar sensibilidad al leer.
    No había leído antes la reseña porque prefiero leer primero y si eso, luego busco las reseñas sobre ella.
    Eres una gran divulgadora, muchas gracias por compartirla en las redes.
    Un abrazo, Losty👵

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    Respuestas
    1. ¡Losty!

      ¡Qué alegría leerte por aquí y más en esta reseña que para mí es tan especial! Esta obra es de las mejores que leí el año pasado y en los últimos años. Esa dureza que desgarra, esa voz propia tan poética y esencial, esa crítica social tan aguda... En fin, estoy enamorada de esta novela a pesar de que nos ahoga por momentos y estoy muy feliz de que a ti también te haya transmitido tanto.
      Un abrazo enorme

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