Lecturas de agosto y septiembre


«Quien carece de un país emocional puede considerar a otra persona su casa» («Agua verde, cielo verde. Mavis Gallant)
Y no hace falta carecer de ese país emocional para que sintamos que otras personas son nuestro hogar. Igual que nuestra casa no tiene por qué ser sólo una persona. Para Jesmyn Ward es una canción. Para Doris Lessing, una moral a la que aferrarse. Para Simone de Beauvoir lo fue durante unas semanas la habitación 114 de un hospital y para Carol Oates lo es su propio país al que ama y odia a partes iguales. Para Gioconda Belli la casa es una causa justa. Para Audrée Wilhelmy la casa es un lugar que atrae y aterra y algo parecido le sucede a Holly McNish, quien se refugia en el suelo a los pies de la cuna de su hija. Para «Colombine» esa casa es cualquier sitio menos la suya, y para Terry Tempest, sin embargo, su hogar es su casa y la naturaleza que le rodea, refugio no sólo de aves sino de ella misma. 
Y una casa también pueden ser los libros. 
Estas han sido mis casas durante agosto y septiembre:

1. Un libro de mártires americanos. Joyce Carol Oates. Quienes ya conocemos a esta autora sabemos que sabe surfear como nadie en los recovecos de la mente, que no tiene miedo a lo que pueda encontrarse en ese trayecto y que lo expone con una claridad y un nivel literario excelentes. Pero además, en este libro lucha con denuedo contra muchos de los recovecos de la sociedad norteamericana presentándonos un comienzo demoledor y atrayente a partes iguales: el asesinato de un ginecólogo abortista a manos de un cristiano fundamentalista. Ambos se convierte en mártires para las respectivas causas pero, mientras tanto, sus esposas y sus hijas deben afrontar el duro varapalo y comprender por qué pasó lo que pasó. Oates nos habla de matrimonio, maternidad, religión, diferencias de clases, educación, manipulación ideológica y de los medios de comunicación, el boxeo como mercado asfixiante y explotador, y muchos temas más en este tocho-libro con un genio desbordante. No se dejen intimidar por la extensión del mismo y si les gusta las buenas historias, bien contadas y que te remueven el suelo, léanlo. Para mi, lo mejor que he leído de Oates hasta el momento. 

2. Una muerte muy dulce. Simone de Beauvoir. Este cuarto volumen de sus memorias sorprende por su brevedad (los tres anteriores sobrepasaban las quinientas páginas) y también porque, a pesar de intentar hacer un relato equidistante sobre la muerte de su madre, Simone no puede evitar que la emoción le abrume y que entre líneas se perciba con claridad el dolor por una pérdida que no por ser inevitable («ya tiene edad de morir», repite Simone varias veces, intentando racionalizar su muerte) y conocida (el cáncer era irremisible) resulta menos dolorosa. Simone es aquí hija y también hermana (de hecho el libro se lo dedica a su hermana Hélène a quien llama cariñosamente Poupette, muñeca), reflexiona sobre el transcurso del tiempo, cómo queda el mundo cuando un ser querido desaparece y cómo intentar hacer lo correcto hasta el último momento para así evitar que los remordimientos o la culpa sigan haciendo de las suyas aun cuando sea el daño irreparable. Un testimonio tierno y también inspirador sobre la vida, la muerte, las relaciones familiares y el dar la importancia justa a cada cosa. Nunca olvidaré que con este libro recorrí con Simone esos pasillos asépticos del hospital hasta llegar a una habitación, la 114. 

3. Agua verde, cielo verde. Mavis Gallant. La obra de Mavis Gallant, que destaca especialmente por sus relatos (nota mental para mí misma: leerlos lo antes posible) se ha querido caracterizar desde buena parte de la crítica como «literatura del exilio». Tras decidir dedicarse plenamente a la escritura, Gallant dejó su Canadá natal que tan malos recuerdos le traía para romper con sus raíces y empezar de cero en otro lugar. Recorrió Europa (vivió incluso una temporada en España) hasta asentarse en París, donde viviría hasta su muerte. Harta de que la crítica sólo se focalizase en ese aspecto de su obra con «personajes exiliados de sí mismos» se sentó un día a hacer un recuento y declaró que sólo una minoría de sus relatos podían definirse así. Sin embargo, en «Agua verde, cielo verde» nos encontramos con una novela que sí puede clasificarse como el «desarraigo del exilio». Una madre y una hija norteamericanas, con tres escenarios aparentemente idílicos de fondo (nótese el «aparentemente») como son Venecia, París y Cannes, sobreviven intentando mantener su estatus social al mismo tiempo que luchan por aprender a convivir entre ellas. Esa relación ambivalente que las une y las separa, basada en el amor y también en el hastío, los reproches y las frustraciones, es el eje sobre el cual Gallant hace girar su voz narrativa original y vibrante, desplegando, como un abanico, las opciones de los personajes y por cuáles se decantan. Así, les vemos avanzar, evolucionar y desarrollarse si bien hace hincapié en un aspecto: las debilidades y miserias humanas son trágicas e insalvables. Una #joyita ideal para quienes busquen historias diferentes pero intensas contadas de una manera brillante y única. Me declaro fan absoluta de Gallant. 

4. El quinto hijo. Doris Lessing. En el marco de la iniciativa #WomenPNL de Diana (https://todo-mi-ser.blogspot.com) este mes tocaba leer a esta autora, la undécima mujer en ganar el PN Literatura en 2007 y no pude evitar decantarme para ello por esta obra tan ideal para mis #MaternidadesLit. Leer a Lessing es como ver una obra de teatro en vivo, con esos personajes tan reales, esos escenarios tan arquetípicos e identificables y esos diálogos que dicen tantas cosas que demuestran la elevada altura literaria ante la que nos encontramos. El argumento es, en apariencia, sencillo. David conoce a Harriet, se enamoran, se casan y comienzan a formar de inmediato una familia con la que lograr la felicidad prometida que se merecen. Todo un enjambre de familiares revolotean por esa casa disfrutando de la hospitalidad, de los hijos que no cesan de llegar, al mismo tiempo que se escandalizan porque en plena década de liberación sesentera esta joven pareja sea tan conservadora y tradicional. El peso de los embarazos empieza a pasarle factura a Harriet; el trabajo cada vez más agotador se la pasa a David; la armonía empieza a agrietarse; algo trágico está por suceder, lo intuimos casi desde la primera página, incluso desde el título, gracias a la habilidad de Lessing. Y así es. Todo se va al garete cuando nace «El quinto hijo». ¿Qué habrían hecho ustedes en el lugar de Harriet? ¿Y en el de David? Los dilemas que plantea Lessing usando para ello situaciones cotidianas son, sin duda alguna, el punto fuerte de esta obra en la que, por otro lado, ella no nos da ninguna respuesta. Eso tenemos que hacerlo nosotros. 

5. Puñal de claveles. Carmen de Burgos «Colombine». Si leer a mujeres, que diría Belen García Abia, es un deber para con nosotras mismas, leer a mujeres que fueron arrinconadas por la historia cayendo en el olvido, lo es aun más, una obligación, una cuestión de justicia absoluta. La vida de Carmen de Burgos es apasionante. La vida de una mujer que un día, harta de soportar malos tratos, y con los cadáveres de tres hijos a sus espaldas, decide abandonar a su marido y con su única hija viajar a Madrid, donde empezará a trabajar como redactora y activista. De carácter fuerte y decidido, logrará abrirse paso en un mundo eminentemente masculino asistiendo a tertulias literarias y considerándose la primera mujer periodista de nuestro país. En «Puñal de claveles» recrea el mismo suceso trágico que inspiró a Lorca «Bodas de Sangre», pero mientras que éste se decanta por el final dramático, Colombine hace un canto a la libertad de la mujer al mismo tiempo que critica sin piedad el encorsetamiento social, tan rígido y asfixiante, para las mujeres de su época. Un librito de lectura fácil pero lleno de simbolismo, pasión y con un alto componente de crítica social. Una #joyita que merece la pena leer y que nos permite apreciar cómo, poco a poco, Colombine empieza a ocupar el lugar del que el franquismo nunca debería haberla expulsado. 

6. Refugio. Terry Tempest Williams. El Gran Lago Salado va subiendo de nivel día a día, amenazando a las colonias de aves que acuden a él buscando un refugio para reproducirse o para hacer un alto en su camino migratorio. Ese posible desbordamiento camina paralelo de otro más personal, el del cáncer de la madre de la autora, que se ha reproducido y esta vez amenaza con no irse. Ambas tragedias, la ecológica y la emocional, van de la mano en este libro en el que la autora, a modo de diario, va narrándonos la evolución de ambas. Es un libro emotivo, sentido y auténtico que no cae en el sentimentalismo fácil y que relaciona ecología con maternidad, amor por las personas y por cuanto nos rodea como algo indisoluble. Leerlo es una delicia, con todas esas descripciones tan gráficas del Gran Lago en las distintas estaciones del año, aprendiendo tanto sobre las aves que lo habitan, cada una con sus propias curiosidades, costumbres, miedos y manías, no tan diferentes a nosotros y descubriendo a dos mujeres, madre e hija, con un vínculo sano, personalidades fuertes y empáticas, dos personas de esas que te caen bien. Hay libros que llegan para quedarse. Libros a los que, mientras los lees y los subrayas, sabes que algún día volverás porque tienen muchas cosas que decirte e intuyes que no estás escuchando todas. Este es uno de esos libros. Otra joyita en forma de libro salvaje para sumar a mis #MaternidadesLit


7. La canción de los vivos y los muertos. Jesmyn Ward. Hay libros que te entran por los ojos, así, sin más. Es una superficialidad, dirán algunos, pero es inevitable. Te llaman. Puede ser un título, una portada, su tacto, un olor, una faja. En este caso lo que me llamó fue todo él y la frase de inicio me lo confirmó. «Me gusta creer que sé lo que es la muerte», dice Jojo, un adolescente de trece años el día de su cumpleaños. Así comienza esta novela en la que disfrutamos de un talento narrativo extraordinario que recuerda a Flannery O´Connor, a Carson McCullers, a Eudora Welty, a Toni Morrison, a Maya Angelou, a la mejor literatura sureña. Ward combina dos voces narradoras: la de Jojo y la de su madre, Leonie, cada una con sus cadencias, sus dejes, sus metáforas certeras. Una historia triste y oscura, como su portada y su título, en la que la autora ahonda en los fantasmas del racismo que aun deambulan ululando y los de la esclavitud, cuyas sombras son alargadas. Y todo ello a través de un matrimonio interracial que sufre la incomprensión de sus familiares por haber roto los límites de los amores prohibidos, y de sus dos hijos, víctimas del amor intermitente de sus padres. La violencia, siempre presente en este libro, se alterna también con la esperanza; los pasajes duros que abundan en él se alternan con otros de una ternura superlativa como esos diálogos entre Jojo y su abuelo y esos bracitos de Kayla buscando a su hermano. Una tragedia hermosa que deja un sabor agridulce pero que cuenta una historia que nunca debemos olvidar porque el pasado sigue estando presente y los muertos siguen aun vivos. 

8. Nadie me dijo. Holly McNish. En el prólogo de «El nudo materno» de Jane Lazarre, Laura Freixas se pregunta, emulando a Simone de Beauvoir y su atinado «¿Dónde están las mujeres?»: «¿Dónde están las madres?», las madres reales, las que hasta ahora hacían todo en silencio por miedo o vergüenza a hablar, las que por no sentirse juzgadas socialmente se encerraban en su casa o, con suerte, en lo que Carmen García de la Cueva llama «la tribu». Bien, pues esas madres empiezan a aparecer, han comenzado a hablar y tienen muchas cosas que contarnos. Holly McNish es una de esas madres, una poeta que un día descubre que está embarazada y comienza un periplo personal que abarca hasta que su Pequeña cumple los tres años. Un testimonio en el que alterna, a modo de diario, prosa y poesía escritas a los pies de la cuna, en el baño, esperando el tren, en esos escasos y breves ratos de los que dispone. Este «rascar el tiempo» es lo que da a su relato una frescura y una espontaneidad inigualables al mismo tiempo que con gran rapidez mental enlaza todo lo que narra con los condicionamientos sociales (azul para niños, rosa para niñas; no le cojas mucho en brazos que le malcrías; para dar el pecho escóndete como una criminal en las, a veces, apestosas salas de lactancia; cansancio, mucho cansancio y dudas, muchas dudas) y también económico-políticos (conciliar vida familiar y profesional, asistencia médica, marketing de la maternidad y cuanto le rodea, aislamiento). Sin duda, uno de los mejores libros sobre #MaternidadesLit que se han publicado hasta el momento. Leánlo aunque no sean madres. Leánlo aunque no sean mujeres. 

9. La mujer habitada. Gioconda Belli. Leyendo este libro me di cuenta de que Belli es la primera autora que leo de Nicaragua. «La mujer habitada» está ambientada en la ficticia Fraguas, tras la cual es fácilmente reconocible Managua en los convulsos años ochenta. De la mano de Itzá, una mujer indígena que murió asesinada por los invasores españoles y que siglos después se reencarna en un naranjo, conocemos la historia de Lavinia, una joven arquitecta que regresa de estudiar en Europa para trabajar en su país. Ambas, a pesar de los años que las separan, tienen muchas cosas en común: se rebelan contra la dominación masculina en la sociedad, rompen tabúes y se enfrentan a lo que consideran injusto recurriendo a la violencia por considerar que es la única salida posible. Lavinia conoce a Felipe y, lo que comienza siendo una historia de amor, acaba convirtiéndose en una historia desde dentro del Movimiento de Liberación Nacional que se rebela contra la dictadura. Esta novela tiene todos los elementos necesarios para que sea redonda: un marco histórico real, elementos de realismo mágico llenos de bellas imágenes y un lenguaje poético cautivador, un objetivo a conseguir, una historia de amor y, sobre todo, mujeres fuertes, empoderantes, que dudan pero se deciden a cambiar la realidad que les rodea. Es este, sin duda, uno de esos libros que no sólo te dejan un delicioso sabor de boca sino que también te regalan un halo de buena energía y sororidad. 

10. Las sangres. Audrée Wilhelmy. La autora se sirve de la mítica historia de Barba Azul para darle una vuelta de tuerca a la misma y darle voz a todas las mujeres que pasaron por su vida partiendo de una pregunta: ¿y si estas mujeres hubiesen muerto porque ellas mismas pidieron a Barba Azul que las matase? ¿Qué podría llevar a unas mujeres a hacer algo así? Estos diarios íntimos son escritos por ellas tras su llegada a la residencia de Féléor, un hombre rico y poderoso, descendiente de una familia de alto linaje y gran tradición, al que en un primer momento se nos presenta como un joven tímido y acomplejado que siente pasión por comer carne cruda. Poco a poco, este hombre va evolucionando hasta convertirse en un sádico que, como un drogadicto, necesita ejercer la violencia cada vez en unas dosis más altas sobre las mujeres que sucesivamente van casándose con él, elevación que se percibe en cómo la tensión va aumentando con cada diario íntimo, siempre sorprendiéndonos, dejándonos estupefactos. Un libro contado con esa aureola de cuento clásico de hadas pero relleno de erotismo, masoquismo y amoralidad que hace que los límites de un simple relato se sobrepasen hasta contagiar de emociones que pueden llegar a fascinar en la misma media en que provocan arcadas. Una obra compleja, no apta para todos los gustos lectores, que, o amas u odias. Intenso, muy bien narrado, con un lenguaje etéreo que crea una atmósfera asfixiante y claustrofóbica, y que consigue con creces lo que la autora confesó que era su principal objetivo: no dejar a nadie indiferente. 


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