Los hombres me explican cosas - Rebecca Solnit



Título original: Men Explain Things to Me (¡Vaya título! De esos que se quedan grabados en nuestra memoria a fuego, ¿no creen?)
Edición: Capitán Swing (2015)
Traducción: Paula Martín
Páginas: 143
ISBN: 978-84-945481-4-7
Precio: 16€
Calificación: 9/10

Untitled. Ana Teresa Fernández.
Enfríen el vino blanco (o cualquier bebida fuerte de su preferencia, en mi caso un Albariño) cuando comiencen a leer este libro, porque no es uno de esos que se leen relajadamente mientras una toma un relajante té o un café. Al menos yo necesitaba algo más fuerte para sobrellevar el cabreo que sentía mientras leía todo cuanto la brillante Rebecca Solnit nos expone en estos nueve ensayos con su peculiar agudeza, su incisivo sentido del humor y su deslumbrante sensatez. Y eso que estos ensayos no están escritos desde la ira (aunque ésta actúe como resorte) sino, todo lo contrario, desde la reflexión serena que la autora hace consigo misma en un intento por entender lo que le acontece y rodea, especialmente aquello sesgado por el sexismo y el machismo. En esa observación llega a conclusiones tan interesantes como que mientras las mujeres son educadas en la inseguridad y el silenciamiento, los hombres lo son en un infundado y, a veces ridículo, exceso de confianza. Y es que el cultivo del ego sí parece entender de género. 
«Decir a alguien, categóricamente, que él sabe de lo que está hablando y ella no, aunque sea durante una pequeña parte de la conversación, perpetúa la fealdad de este mundo y retiene su luz.» («Los hombres me explican cosas». Pág. 15)
El primer ensayo, que el más famoso de todos y da título al libro, nos relata de forma fresca pero también con un tono de asombro, pasmo e incredulidad (¿de verdad esto me está pasando a mi? Sí, te estaba pasando, Rebecca, a mí también me ha pasado) la anécdota que el sucedió con un señor "Muy Importante". De esta anécdota se derivó el término mansplaining, que puede definirse como "explicar algo a alguien, generalmente un varón a una mujer, de una manera considerada como condescendiente o paternalista", y lo que es aun más "importante", ejemplifica de forma bestial lo acostumbradas que estamos las mujeres a callar cuando un hombre habla, a no cuestionarle, a dudar de nosotras mismas, hasta el punto de que nos invisibilizamos ante la aparente sabiduría de un hombre que, resulta, ¡que sabe menos que nosotras!. Es como si lo llevásemos inscrito en el ADN, pero no, pues como la propia Rebecca señala, es algo cultural, fruto de los roles de la sociedad patriarcal, contra los que tenemos que empezar a luchar ¡Ya!. 
«Pero podemos deshacernos de la maldición que pesa sobre las Casadras que encontramos en nuestra vida cotidiana decidiendo nosotros mismos a quién debemos creer y por qué.» («El síndrome de Casandra». Pág. 108)
Pero no es este el único ensayo brillante pues todos ellos, cada uno a su manera, nos brindan una cualidad excepcional que convierte a Rebecca Solnit en una excelente ensayista: la invitación a reflexionar por nosotras mismas. Rebecca es una excelente narradora y sorprende que consiga aunar la disección casi científica de los hechos con una belleza literaria al recurrir a imágenes y conceptos que no sólo logran hacer comprensibles sus ensayos de manera didáctica sino que dan nombre a situaciones cotidianas que todas podemos encontrar con facilidad en nuestra propia biografía.
«Todo el mundo está influenciado por aquellas cosas que preceden a la educación formal, que aparecen de la nada y de la vida cotidiana. A estas influencias excluidas las llamo las abuelas». («Abuela Araña». Pág. 67)
Telaraña. Ana Teresa Fernández.
Así sucede, por ejemplo, con las abuelas-araña. ¿Quién no ha tenido (en mi caso particular tuve esa suerte, mi abuela María) o conoce a una? Esas mujeres que tejen historias de familia, crean un hogar, conservan recuerdos, rememoran anécdotas, transmiten tradiciones familiares de generación a generación, y que luego, asombrosamente, desaparecen de los árboles genealógicos, de los libros de historia, de las biografías de "Hombres muy importantes" (otro concepto que se incorpora de forma automática al vocabulario de quienes hemos leído este libro). Mujeres que participaron en la historia de forma activa pero que no salen en las fotos ni en los registros de la época ni en los libros que historiadores muy importantes escribieron sobre aquello dando su versión de los hechos (androcentrista, por supuesto)
«La peor de las críticas es aquella que busca tener la última palabra y dejarnos al resto en silencio; la mejor es la que abre un intercambio inacabable». («La oscuridad de Woolf». Pág. 89)
O «El síndrome de Casandra», la niña que contó la verdad pero que, a diferencia del mentiroso Pedro el del lobo, no la creyeron, y que todas las mujeres hemos sufrido en mayor o menor medida una, varias o innumerables veces a lo largo de nuestra vida; O «La caja de Pandora» que las feministas han abierto al cuestionar todo el sistema establecido hasta ese momento pero de cuyo ataque se encarga toda una «unidad policial de voluntarios» (¡toma concepto!) liderado por medios de comunicación empeñados en mantener los roles tradicionales de género y sexo, de ponernos a las mujeres en nuestro sitio (o sea, en casita con la familia, calladitas, sin hacer ruido ni ocupar espacios de responsabilidad empresarial o política, preparando tartas de manzana casera, ¡nada de salir de ahí!) 
«El futuro es oscuro, que es, en general, lo mejor que el futuro puede ser, creo», escribió Virginia Woolf, en su diario el 18 de enero de 1915 (...) A veces pienso que estas pretensiones de conocimiento acreditado son errores del lenguaje: el lenguaje de la aseveración atrevida es más sencillo, menos costoso, que el lenguaje de los matices y la ambigüedad de la especulación. Woolf era inigualable en el uso de este último.» («La oscuridad de Woolf». Pág. 79)
Untitled. Ana Teresa Fernández.
«Los pobres mueren de hambre mientras los ricos se tragan sus palabras» lleva como título uno de los epígrafes del ensayo antiglobalización «Mundos que colisionan en una suite de lujo» donde ejemplifica con el caso Nafissatou Diallo (agredida por el director de FMI en ese momento Strauss-Khan) en qué situación quedan las mujeres ante los avances de la agresiva política capitalista. Ojo a los títulos de los ensayos y de sus epígrafes, reflexiones sobre ellos cuando los lean. Rebecca Solnit no deja puntada sin hilo y su capacidad para nombre lo que hasta ese momento no tenía nombre, al más puro estilo Betty Friedan, es certera a más no poder.  Sigan también de cerca los cuadros de Ana Teresa Fernández con los que se ilustran los ensayos de esta cuidadísima edición; cada uno de ellos encarna algo instinto, oculto, salvaje, que va más allá de las palabras (si una imagen, dicen, vale más que mil palabras, estas obras son buen ejemplo de ello).
«(...) la violencia es, sobre todo, autoritaria. Comienza con esta premisa: tengo derecho a controlarte.» («La guerra más larga». Pág. 30)
¿Tienen el Albariño en la nevera? Pues sáquenlo y sírvanse otra copa antes de leer la espantosa relación de secuestros, asesinatos, violaciones y agresiones de todo tipo que se cometen contra mujeres de todo el mundo en lo que Rebecca denomina «La guerra más larga». Si algo caracteriza también a este libro es su minuciosa documentación. Rebecca Solnit contrasta cada una de sus afirmaciones con estudios, informes, datos, entrevistas, ensayos... Un planteamiento redondo para precedido de una investigación redonda, de ahí la verosimilitud y veracidad de todo lo que cuenta. Por supuesto que esto no se trata de una tesis doctoral, pero si aporta valiosísimos puntos de partida para que cada persona que la leamos podamos decidir, si queremos, seguir investigando sobre cada uno de los múltiples y heterogéneos temas que plantea... y, ¿cómo no hacerlo? ¿cómo permanecer indiferentes después de leerla? A mí, al menos me ha resultado imposible. 
«Aquí está la caja que sostuvo Pandora, y las lámpara de las que se liberó a los genios; ahora parecen prisiones y ataúdes. Hay gente que muere en esta guerra, pero las ideas no pueden ser eliminadas». («La Caja de Pandora y la Unidad Policial de Voluntarios». Pág. 139)
Rebecca Solnit.
El «Elogio de la amenaza» que tradicionalmente ha supuesto el matrimonio para las mujeres,  el elogio (esta vez sin ironía) de «La oscuridad de Woolf» (un maravilloso ensayo sobre esta mujer, madre entre las madres del feminismo, nuestra amada Virginia). Denle a leer cualquiera de estos ensayos a una mujer que no se considere feminista o a un hombre que opine que el feminismo no es necesario. Si después de leerlo, esa persona sigue pensando lo mismo, si no consigue empalizar con las mujeres ni con las situaciones que Rebecca Solnit menciona, entonces aléjense de sus vidas, no se crucen por sus caminos, o luchen para seguir convenciéndoles (a cada cual, sus medios, sus energías y sus prioridades) pero lo más probable es que tengan enfrente a una persona insensible, psicópata, egoísta o, simplemente, a un estúpido redomado. 

Nota: pueden visitar la web de la maravillosa artista Ana Teresa Fernández y disfrutar de más obras suyas en http://anateresafernandez.com

Comentarios

  1. Ayyy Solnit! Muy fan de esta mujer, Entre Emma, Lidia, mi hermana y tú vais a conseguir que deje de retrasar su lectura xD ¡Qué reseña más potente!
    Te voy avisando que para mí, ni café, ni té, ni albariño, con este libro necesito, mínimo, un tequila para no acabar ulcerada completamente por la realidad que nos cuenta Solnit.

    Lo tengo ahí, de fondo lector, es una lectura para el que necesito tiempo y calma....ya sabes modo zen para enfrentarme a la lectura.

    De lo que estoy segura es que es un libro muy potente, en pocas páginas lo que consigue...y me alegro muchísimo que ganara el premio al mejor libro de ensayo de los liberos de Madrid, a ver si, a fuerza de ir consiguiendo notoriedad, más gente empieza a tomar conciencia de todo lo que falla en el sistema, que va siendo hora!

    Como siempre es un gustazo pasar de visita con mi cafelito del descanso ^_^
    ¡Un besote Raquel!

    Pd: No conocía a Ana Teresa, me parecen tremendas las pinturas, ¡parecen fotografías! y muy bien escogidas para acompañar las palabras de Rebecca Solnit.

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    1. ¡Hola Anita!
      Pues ve preparando el tequila porque para este libro sin duda se necesita. Recuerdo que algunos párrafos me conmovieron, otros me cabrearon enormemente porque me pusieron cara a cara con una realidad que más que desconocida, quería desconocer y ante hechos tan evidentes como los que ella cuenta no queda menos que reaccionar y plantearse los puntos de vista de muchas noticias que llegan a nosotros así como qué hay detrás de ellas.
      Encima, como bien has señalado, la edición es tan buena que va acompañada de las maravillosas pinturas de Ana Teresa a la que, por cierto, tampoco conocía.
      Muchas gracias por pasarte por aquí. Como siempre, un gustazo tomar un café virtual contigo.
      Un besazo

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  2. Hola, Raquel
    Como dice Eibi, yo caí bajo la reseña de Emma y, desde luego, comparto 100% tus impresiones. La relación de violencia física y sexual es apabullante. Una bofetada a aquellos que hablan de "casos aislados".
    Es un libro necesario, que hay que leer y sobre todo hay que publicitarlo.
    Como siempre, un gustazo pasar por aquí y dejarse envolver por tus palabras e impresiones.
    Un beso.

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    1. ¡Hola Lidia!
      Cómo me alegro de que coincidamos en que este libro merece ser publicitado! A pesar de su título y de su contenido, así como de haber dado pie a la acertada expresión de mansplaining, me da la sensación de que no ha tenido toda la repercusión que merecía. Quizás porque en algunos de sus planteamientos es un poco radical (Rebecca además de una férrea activista feminista también lo es políticamente, lo cual, en cierto modo, no debería ir demasiado separada una actividad de la otra), o quizás por el género ensayístico sigue siendo un poco residual y marginal (a pesar de que este libro en concreto es sumamente accesible y didáctico)... Así que totalmente de acuerdo con que es un libro necesario que merece toda la atención que pueda dársele.
      Un abrazo gordo, Lidia y gracias por pasarte por aquí.

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