Verde agua - Marisa Madieri



Edición: Editorial Minúscula.
Páginas: 168
ISBN: 978-84-941457-3-5
Precio: 12,00€
Calificación: 9/10
«El núcleo más antiguo de mi nostalgia se encuentra en una isla adriática, entre salvias olorosas que argentan los soleados pedregales y espumas «que en alta mar eran sirenas». Pero en aquella luz quieta, sin tiempo, ha transcurrido un presagio de ocaso. La isla ya no desconoce la contradicción». (Pág. 32)
Leer a Marisa Madieri es como flotar boca arriba en un lago de aguas tranquilas, verdosas, bajo un cielo azul sereno en el que aparece alguna nube blanca preciosa, ninguna amenaza de lluvia, que sirve para jugar a las formas mientras el ritmo acuático te balancea: esa tiene forma de colibrí, esa otra de cesta con manzanas... Pero sabes que por debajo de ti y de esa paz que te envuelve hay toda una vida. Peces y seres acuáticos recorren ese mismo agua en la que flotas, juncos se abanican al ritmo de corrientes subacuáticas, flujos de agua fría y caliente visitan cada rincón de ese lago, rocas se van desgastando adquiriendo formas imposibles... Marisa Madieri, una escritora "escondida" hasta hace poco, fue la mujer del prestigioso escritor Claudio Magris. Nacida en 1938 en Fiume (hoy Rijeka), antiguo territorio italiano que tras la Segunda Guerra Mundial pasó a pertenecer a Croacia, con once años se vio obligada junto a su familia a abandonar su ciudad natal para instalarse en un campo de refugiados de Trieste (Italia). Esta obra, escrita a modo de entradas de diario entre noviembre de 1981 y noviembre de 1984, fue publicada en 1987 cosechando unas críticas tan maravillosas que a día de hoy se le considera ya un «pequeño clásico contemporáneo».
«Esto le permitió [a mi madre] comprarme una falda acampanada y un conjunto formado por una rebeca y un jersey de cuello redondo, de orlón color verde Nilo (...) También verde agua se llamaba aquel color, que para mí es aún hoy el color del amor». (Pág. 138)
Igual que las capas de ese lago en el cual flotamos, la novela contiene también varias capas narrativas hiladas de forma sutil que nos permiten deleitarnos con los reflejos y las ondas de su superficie brillante y reposada pero también ver con claridad las simas, los remolinos, los bichos intimidantes, que contienen en su interior.
«He reflejado el rostro en el espejo de la noche y en el frágil verano de mis rasgos he visto reproducidas las ensenadas y los relieves de la isla Alcínoo, he recorrido los valles claros de la juventud, he seguido los senderos del tiempo, del recuerdo y del olvido». (Pág. 49)
Así, la primera capa estaría formada por el transcurrir de la vida vista con esa perspectiva apacible y serena que da no sólo el paso del tiempo sino también la superación de una enfermedad. Cuando Marisa, la bella Marisa, comienza a escribir este diario, ha superado un cáncer de mama. No tiene obligaciones laborales. Los hijos ya son mayores. El marido viaja bastante por temas laborales. Y de repente, se encuentra con una casa tranquila y silenciosa en la que las prisas por llevar a los niños al colegio, preparar cenas, poner lavadoras han dado paso a un discurrir lento del minutero del reloj que le permite reflexionar con calma sobre su propio pasado, en esa «profundidad del tiempo» que ha conquistado recientemente. Comienza por su infancia mostrándonos escenas congeladas recuperadas a golpe de recuerdo de su familia y de su Fiume natal. La infancia es su «Atlántida» particular, representada a través de ese comedor de la casa de su abuela paterna donde no se le estaba permitido entrar. Ya entonces se muestra como una niña tímida y retraída, estudiosa y responsable, con una gran curiosidad por todo cuanto le rodeaba, características que la asemejan a mi querida Natalia Ginzburg. Al igual que ésta, nos va retratando a través de las entradas breves y sucintas de su diario, a todos los miembros de su familia, creando una galería de personajes indestructibles que quedan grabados en la memoria del lector. Natalia nos hablaba de ese padre gruñón y exigente y esa madre hiperactiva y optimista. Marisa nos habla de una madre cariñosa empeñada en que sus hijas estudiasen para convertirse en mujeres independientes que le fue arrebatada demasiado pronto, «justo cuando habría podido empezar a devolverle aquello que hasta entonces sólo había recibido», y de un padre intermitente, preso político, con una imaginación prodigiosa, «consiguió siempre modificar alegremente su pasado en el recuerdo y transformar su vida en una novela llena de aventuras y de empresas gloriosas en las que acabó creyendo», que luchaba por encontrar un trabajo estable en medio de todas las turbulencias políticas que les rodeaban.
«Hay días en que miro de buena gana hacia a trás, otros en que el pasado se hace opaco y elusivo. Los intereses contingente prevalecen. Luego, de forma imprevista, el hilo secreto del tiempo que teje nuestra vida revela su tenaz continuidad. Un desgarro, un vuelvo del corazón. Todo está aún presente». (Pág. 51)
La segunda capa estaría formada por la historia de un éxodo, un éxodo que yo personalmente desconocía hasta que leí a Marisa Madieri. No en vano, a ella se la considera una de las voces representativas del éxodo istriano-dálmata. A través del relato de anécdotas domésticas Marisa nos arrebata el ambiente familiar, seguro y tranquilo que vivía en Fiume, nos habla de cómo el gobierno de Tito saquea, ocupa y reparte sus propiedades para obligarles a irse y nos introduce en los boxes grises, industriales, casi carcelarios del campamento de Silos, donde los italianos de Fiume son recluidos, en principio, de forma provisional. Pero el tiempo va pasando, Silos se convierte en guetto. Los boxes se deterioran, se vuelven inhabitables, frío helador en invierno, calor angustioso en verano. Marisa se refugia en el baño de la planta en la que vive, un baño con ventana desde donde puede imaginar todo el mundo que hay ahí fuera, esperándola, mundo al que ella tiene miedo a salir. La estabilidad y felicidad de las que gozó en su infancia han desaparecido y se aferra a pequeñas cosas, sobre todo a su madre, para poder lanzarse a la vida. Los miedos de Marisa son los miedos de cualquier refugiado, emigrado, exiliado. Llama la atención la figura de la abuela materna, representante de la voz autoritaria del fascismo de su época, matrona deseosa de controlar todo y a todos cuantos le rodean, que no sólo definía a las mujeres como «cloacas», sino que se erigió como «alcaldesa de Silos» y que atormentaba a la madre de Marisa con absurdas obligaciones como que le anotase detalladamente los partes metereológicos. Una mujer que llevaba a cabo «sórdidamente su obra de destrucción del más débil».
«A veces me siento incómoda en el papel de madre; me siento inepta, me parece que educo de forma descuidad, que hablo poco, que dejo escapar en vano estos preciosos años y días de convivencia con mis hijos, ya tan mayores». (Pág. 53)
Sobre estas dos capas flota una tercera, la propia Marisa sobre el agua verde, su novela de formación, de desarrollo vital. Ella es quien es y está donde está por todo lo anterior. Agradece cada día extra que le concede la vida, sobre todo cuando el cáncer vuelve a reproducirse. Se reconcilia con su pasado, incluso con aquellos episodios terribles que algunos de sus familiares protagonizaron, en unos casos, o sufrieron, en otros. No oculta nada debajo de las piedras, remueve el agua para que salga turbia y luego observa cómo va reposando dejándonos ver lo que hay en debajo, en el lodo, sacándolo a la superficie. Como cuando nos habla de aquella tía materna, Teresa, que tras ser abandonada por su marido y ver perder a su hija de poco tiempo, murió sola con la única compañía de una foto de la pequeña descolorida por los besos, o de ese tío, Rudy, que superado por la miseria, comenzó a beber y se suicidó;
«Si he regresado a Ítaca, si en los largos silencios de mi vida han resonado por un instante las notas del vals que los planetas y las estrellas, tan relucientes esta noche, danzan en la odisea de los espacios, siento que debo dar las gracias a una multitud de personas, incluso a las que he olvidado». (Pág. 168)
Marisa regresa a sus amadas Croacia y Estonia tanto en sus recuerdos como físicamente cada vez que le es posible. Con ella viajamos a la Villa del Nevoso (hoy Ilirska Bistrica), a la isla de Cres (donde la pasión por su marido reflorece como en el sugerente «Cantar de los Cantares 7, 12», a las calles de la antigua Fiume. Dice Claudio Magris en el posfacio de este libro que la historia de Marisa es una grieta en la «atopía», el no-lugar de la mujer en la Historia, al conseguir que a través de ella hagamos un viaje a través de los ojos de una mujer, de su mujer para ser más exactos. Un viaje lleno de melancolía, afrontado con serenidad, que nos reconcilia con nuestro pasado, con nuestros recuerdos y que nos permite apreciar las pequeñas cosas de la vida, de nuestro presente. Marisa moriría en 1996, a los 58 años de edad, de cáncer. Este testimonio que nos ha dejado, aunque no se coincida con ella en algunas cuestiones ideológicas (Marisa fue católica y provida) es, simplemente, precioso.

Comentarios

  1. Qué viaje tan bonito nos traes con esta entrada. Viaje también por esos episodios de la historia que desconocemos, como este éxodo, y que son todo un aprendizaje cuando se descubren. Estuve apunto de coger este libro hace meses por su conexión con Magris (uno de sus libros fue mi favorito durante mucho tiempo) pero lo dejé. Tras disfrutar tanto con tu reseña está claro que le haré un hueco para conocer la historia de Marisa Madieri. Además, si tiene un toque Ginzburg ya perfecto^^
    Un gustazo pasar siempre por tu rincón :)

    Emma Z.

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    1. ¡Hola querida Emma!
      Te confieso que una de las cosas que tuve que hacer cuando lo leí fue buscar qué era el éxodo istriano-dálmata y me emocionó ver cómo Marisa lo cuenta con esa versión suya tan humana y femenina de la historia, entrando en lo que se llama la micro historia por centrarse en esos detalles que no aparecen en los libros de historia ni en la Wikipedia. Conecté con ella desde la primera página, con su sensibilidad y su voz tan fluida y dulce, que no exenta de crudeza. Ojalá te decidas a leerla. La nota que Magris escribió sobre este libro me pareció de una ternura inmensa...
      Por cierto, no he leído nada de Magris pero a raíz de leer a Marisa me están entrando ganas de conocerle. ¿Qué libro me aconsejas suyo?
      Un abrazo gordo y el gustazo es mío por verte por mi rincón <3

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    2. De Magris solo he leído "Así que usted comprenderá" una pequeña novela que me fascinó en su momento (no estaría mal una relectura :)). Es una reescritura del mito de Orfeo y Eurídice a partir de un monólogo de la protagonista sobre su matrimonio. Me recordó un poco a Cinco horas con Mario de Delibes. Se lee muy muy bien y si no recuerdo mal no llega a las 100 páginas. Otro abrazo para ti :D

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    3. Muchas gracias por la recomendación de Magris. Diciéndome que fue uno de tus libros favoritos le haré un hueco en cuanto incorpore a autores de nuevo a mi lista de lecturas ;-)
      Un besote

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  2. Gracias por seguir dándome a conocer autoras y obras Raquel, no sabes cuánto te lo agradezco.

    Parece una novela que reposa en el lector, pese a intuir una historia bastante dura detrás de sus páginas. La maternidad, la enfermedad, el éxodo... son temáticas que me interesan y creo que la prosa de Madieri también puede casar conmigo, al menos las citas que has seleccionado me parecen preciosas.

    A mí lo de la ideología es algo que sinceramente me la repampinfla. Nunca ha sido un problema para mí. Es más, llevo tiempo con la intención de escribir una entrada sobre escritores que admiro profundamente y seguramente en persona no soportaría (o hubiese soportado), jajaja. Lo que pasa es que todavía es una idea muy vaga y sin formar, pero algún día...

    Lo dicho Raquel, tu blog es un rincón precioso para conocer la existencia de muchas obras por las que además acabo sintiendo un gran interés. Gracias de nuevo.

    ¡Besos!

    John V. Eisengrim

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    1. ¡Hola John!
      A mi también me repampinfla lo de la ideología, más que nada porque creo que la literatura es una forma de poder abrir la mente a ideas nuevas, incluso a aquellas que se contradigan con las nuestras propias. En el caso de este libro eso es secundario porque Marisa más que narrar, nada y todo lo que nos cuenta es tan impactante (aun recuerdo la sensación de verme a mí misma viviendo en ese gueto en el que ella vivió por la intensidad con la que lo describe) que no puedes menos que nadar con ella.

      Jo, me sacas los colores. Muchísimas gracias por aquí y te animo a que escribas esa entrada de autores amados/odiados jajaja. ¡Me parece una idea fantástica!!!!!!!

      Un besote.

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  3. Café mañanero (¡segundo ya!) preparado y con ganas de comentar mis impresiones sobre Madieri.
    Primero de todo es que no conocía ni Verde agua, ni a la autora... así que agradezco muchísimo que hayas hecho un huequito en "nuestro momento" para hablar de ella ^^
    Me transmite mucha luz pero a la vez, nostalgia, melancolía y tristeza.. ( por cierto, la foto de ella es muy expresiva, y tiene cara de buena persona)
    Como John dice en su comentario,a mí también me interesa mucho los temas que trata, pero mi interés se ha fijado, sobre todo en ese éxodo que mencionas y desde el punto de vista de la mujer,algo raro de ver (el tema de los conflictos armados, sus consecuencias y lo que implica para las mujeres que se ven envueltas en ellos, es algo que siempre acaba atrapándome).
    Hoy, esos "éxodos" siguen tocando de cerca, aunque sea de distintas formas.
    Una vez más, consigues cautivarme para llevarme una autora más con su historia y su voz.^^
    ¡Este rincón ya es un MUST!
    ¡Un besote!

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    1. ¡Anita!
      No damos abasto a beber café con estos blogs tan chulos que nos rodean. A mi también me pasa que todos los días anoto un libro nuevo a mi interminable lista de pendientes gracias a vosotros y eso es un placer porque es como seguir viajando sin salir de casa.
      Creo que este libro te gustará porque es muy emotivo y de una sensibilidad exquisita. Yo también pensé lo mismo que tú al ver la foto de Marisa: ¡qué cara tiene de buena persona! Tan dulce y a la vez tan decidida, como se ve en su libro. Es una pena que no escribiese mucho a lo largo de su vida, o que al menos no se haya publicado. Creo que era una de esas voces especiales que habrían tenido un público fiel, como de hecho, ya tiene con esta joya.
      Un besazo y graciassssss por compartir conmigo tu cafecito.

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