La vida tranquila - Marguerite Duras
Título original: La Vie Tranquille
Edición: Mardulce (2016).
Traducción: Alejandra Pizarnik (Sí, la poetisa argentina, la maravillosa Pizarnik. Si que la autora sea Duras no es motivo suficiente para que se sumerjan en esta lectura, la traducción de Pizarnik debería terminar de convencerles para que se rindan a esta maravilla).
Traducción: Alejandra Pizarnik (Sí, la poetisa argentina, la maravillosa Pizarnik. Si que la autora sea Duras no es motivo suficiente para que se sumerjan en esta lectura, la traducción de Pizarnik debería terminar de convencerles para que se rindan a esta maravilla).
Páginas: 194
ISBN: 978-84-946865-0-4
Precio: 13€
Calificación: 9/10«Queda el aburrimiento. Nada puede sorprender más que el aburrimiento. Uno cree, cada vez, haber alcanzado el fondo. Pero no es verdad. En el fondo del aburrimiento, hay una fuente de aburrimiento siempre nuevo. Uno puede vivir de aburrimiento». (Pág. 151)
Una taza de té humea anhelante en la portada de este libro por encima de su título: La vida tranquila. Y lo que creemos que es una descripción gráfica de lo que vamos a encontrarnos en esta segunda novela de Duras, publicada en 1944, se convierte, a medida que vamos degustando esa taza de té al pasar las páginas, en la antítesis de lo que se siente mientras la leemos, en un anhelo que, intuimos, su protagonista nunca será capaz de conseguir. El libro comienza ya con un aviso de que la vida de sus protagonistas es de todo menos tranquila: Jérôme, tambaleando, se dirige con paso vacilante a lo largo de la vía del tren intentando desesperadamente llegar a la casa familiar. Detrás de él sus dos sobrinos, Nicolas y Françou, observan desde la distancia, ajenos a su dolor, sin intervenir más que para observar ese andar tartamudeante y doloroso, cómo su tío se acerca con cada paso hacia su muerte. Culpan a Jérôme, el hermano de su madre, de haberles conducido hace unos años a la ruina más absoluta, por culpa de lo cual se vieron obligados a cambiar su acomodada vida burguesa por una dura existencia como agricultores. La convivencia en esa familia era difícil. Los padres, anclados en un pasado que recuerdan una y otra vez, dejan a sus hijos a su libre albedrío bajo la tiranía de un tío cruel, rencoroso y envidioso. Durante todo ese tiempo todos fueron conscientes de que algún día se rompería la cuerda, los odios enconados explotarían como gases inflamables provocando una situación sin retorno. La relación extramatrimonial de Clémence, mujer de Nicolas con Jérôme proporciona la excusa para que todo detone.
«Lo habíamos esperado tanto tiempo; por la noche pensaba en eso. Pensé que nos había sucedido lo que debía liberarnos. No es posible que los otros no hubiesen pensado también en eso». (Pág. 23)
Marguerite Duras. |
Françou, la protagonista de esta novela narrada en primera persona, es una muchacha de veinticinco años solitaria, inestable, apasionada y absorbente que alterna un amor incestuoso por su hermano Nicolas con sus encuentros con Tiéne. Su mayor deseo es acaparar a Nicolas para ella sola, rememorar con él una y otra vez sus recuerdos de infancia, bajo la sombra de su mirada violeta y su cuerpo fibroso. La infidelidad de Clémence le permite matar dos pájaros de un tiro: deshacerse de su tío Jérome y recuperar a Nicolas. Sin embargo, no siempre todo sale como se planea. La muerte de Jérôme tiene unas consecuencias aún más asfixiantes que la arrastrará a una desesperanza y desolación absolutas. Contemplad este párrafo en el que se narra la atmósfera de esa familia junta, revuelta, retorcida, alienada...
«Hacía veinticuatro años que nos dejábamos vivir. Habíamos contado con el tiempo para poner en orden los asuntos de la casa. Había pasado tiempo roernos como un ejército de ratas. Éramos de un desorden de las almas, de la sangre. Curarnos, no podríamos; tampoco lo queríamos. Ya no sabíamos querer ser libres; éramos soñadores, viciosos, personas que sueñan con la felicidad y que una verdadera felicidad aplastaría más que nada». (Pág. 42)
No me digáis que no es de una realista belleza aterradora...
La novela se divide en tres partes: una primera donde transcurre prácticamente toda la acción (aclaremos: una acción como a cámara lenta, alejada de cualquier ritmo trepidante, como si Duras no exigiera que centrásemos nuestra atención en el mínimo detalle de la misma, importante, imponente, bello) de la misma en la granja familiar de Bugues; la segunda, en la que la joven se aleja a pasar quince días en el mar de T... a fin de reflexionar sobre todo lo sucedido, de disfrutar de sus silencios y de sus reflexiones íntimas en un estilo que desarrolla el flujo de conciencia y que recuerda a Virginia Woolf; la tercera, en la que regresa a Bugues.
«Yo no era nadie, no tenía nombre ni rostro. Al atravesar agosto, yo era: nada. Mis pasos no hacían ningún ruido, nada escuchaba que yo estaba allá, a nada molestaba yo. En lo bajo de los torrentes croaban las ranas vivientes, adiestradas en las cosas de agosto, cosas de muerte». (Pág. 65)
En esta vida tranquila, Duras va explorando su voz propia y los temas que después serían característicos en su obra: la relación oscura entre sexo y muerte, los amores apasionados y violentos, la soledad y la alienación, la frontera tan fina existente entre cordura y locura, el amor como motivo existencial de vivir al que se supedita todo... Leyendo la biografía de Duras es inevitable encontrar paralelismos entre su vida y esta novela: Duras, al igual que Françou, tuvo una relación incestuosa con su hermano Paul, el menor de sus dos hermanos mayores y que provocó la reacción violenta de su otro hermano mayor, Pierre, al quien ella confiesa que deseó ver muerto en numerosas ocasiones. Así mismo, la madre se presenta como un personaje ausente, indiferente ante todo cuanto sucede a su alrededor, olvidadiza, sin autoridad ni interés en sus hijos de ningún tipo, una especie de atrezzo de la obra; algo parecido a como debió ser la madre de Duras en la vida real. Al hablar de su infancia, Duras llegó a plantearse cómo sus hermanos y ella misma habían sobrevivido a una infancia salvaje en Indochina huérfanos de padre y sin supervisión materna.
«Hace veinticinco años que existo. Fui muy chiquitita, luego crecí y alcancé el talle que tengo ahora y para siempre. Hubiera podido morir de alguna de las miles de maneras de las que se muere, pero logré recorrer veinticinco años de vida. Aún estoy viva, aún no estoy muerta». (Pág. 109)
Esta novela tranquila, es también la historia de un aburrimiento que, en ocasiones, tiene consecuencias mortales. Françou está aburrida de la vida: contempla hermosos amaneceres, inspiradoras lloviznas, mares bravos que se alternan con serenas calmas pero el aburrimiento está tan depositado en su corazón que sólo algunos roces de piel, algunos mordiscos robados, rompen esa monotonía existencia. La vida tranquila es también un canto de Duras a la ausencia de su hermano Paul, quien el año anterior, en 1943, había muerto en Saigón, donde vivía con su madre, de una bronconeumonía por falta de medicamentos. No olvidemos que en esa época la Segunda Guerra Mundial cubría todo el territorio europeo, Duras luchaba en la resistencia francesa, pero no hay ni una sola mención a este conflicto desolador, sólo a un hermano muerto, a una sensualidad amorosa irrepetible, a un fluir lento, aburrido, monótono, tedioso.
«Es porque no me previnieron que yo viviría. De haber sabido que un día tendría una historia, la hubiera elegido, hubiera vivido con más cuidado a fin de hacerla bella y verdadera, como para gustarme». (Pág. 111)
Alejandra Pizarnik. |
Pero, sin duda, lo que convierte esta edición en una verdadera joya, es su traducción a cargo de la profunda Pizarnik. ¿Dónde termina Duras y comienza Pizarnik? Difícil decirlo... Si un traductor, se dice, debe permanecer escondido en el texto que traduce, en este caso la presencia de Pizarnik es tan palpable que convierte cada frase en un verso de poesía pura, prosa hecha poesía con admiración, respeto y fascinación. ¿Duras y Pizarnik en un mismo libro? El resultado tiene que ser necesariamente una joya literaria, hasta ahora desatendida, de una belleza rotunda, que a veces hasta duele por la forma tan hermosa con la que describe unos sentimientos, a veces crueles, y unos paisajes con vida propia. Paseamos por por los campos de Bugues, contemplamos las olas recurrentes, disfrutamos de esa búsqueda aburrida pero al mismo tiempo emocionante de Una vida tranquila.
"...personas que sueñan con la felicidad y que una verdadera felicidad aplastaría más que nada»"
ResponderEliminarSi la entrada es así de bella y de sentida, no me quiero imaginar su lectura. Aun tengo que estrenarme con Pizarnik. De Duras solo he leido El amante.
Otro para la lista.
Un abrazote y buen finde!!!
Es una lectura hermosa, enriquecedora, de esas que te alumbran el alma a pesar de su melancolía o, quizás, debido a ella. De Duras, al igual que tú, sólo he leído El amante así que no tengo mucho para comparar. De hecho, no sé dónde termina Duras y dónde empieza Pizarnik. Pero de lo que sí que no dudo es de que se trata de un libro que acaricia, que sumerge en el dolor y en la trascendentalidad, que fotografía la soledad y la inercia vital. Gracias a él leeré más cosas de Duras para comprobar si mis impresiones sobre ella perduran.
EliminarUn abrazo y gracias, como siempre, por tu visita.
¿Sabes que creo que no está adoptada? Ganas me daban si no estuviera ya loca perdida con Tsvietáieva.
ResponderEliminarApuntado queda, no podría ser de otra manera.
Ay, esa cita de la página 111.
Gran reseña.
Besos
¿No me digas que no está adoptada??? Espero que alguien la rescate pronto. Yo también lo haría pero con mi Naty y con Simone ya tengo lecturas para rato largo y no me da la vida :ooo
EliminarLas citas que pongo aquí son sólo una selección de las que más me impactaron pero estoy segura de que cuando lo leas acabarás llenando el libro de post-its y anotaciones. Es una maravilla y esa cita, la de la página 111, ay, qué cita...
De esos libros que, como tú decías, tiñen el corazón.
Un besote y si lo lees finalmente espero que compartas con nosotros tus impresiones. Es un librito que da mucho de sí.