Cuentos completos - Flannery O´Connor


Lo que más me ha gustado: cada relato es una sorpresa. Nunca sabes muy bien qué te vas a encontrar en ellos debido al carácter imprevisible de sus personajes que tan pronto manifiestan unas fuertes convicciones morales como que reaccionan de forma ruin humillando al prójimo. O´Connor les coloca en una posición alta, no económicamente ni socialmente, pero sí éticamente y luego va poco a poco desnudándoles de esos principios que resultan vacíos, pura fachada. De esta manera, la autora consigue poner de manifiesto la sociedad sureña decadente que, sin embargo, en muchos aspectos no parece tan lejana a la nuestra. 

Lo que menos me ha gustado: muchos de los personajes no tienen salida. O bien son ancianos que no tienen a dónde ir, o bien son niños que se intuye que el día de mañana se convertirán en ese tipo de ancianos. La mayoría culpa a los demás de sus problemas, ya sea a los negros (la esclavitud, aunque abolida parece añorada por muchos blancos sureños e incluso por un sector de los propios negros), a las mujeres, a la madre, al vecino, a la guerra. Carentes de espíritu de autocrítica y de ambición, son dejados llevar a menudo por las circunstancias y como hoja que lleva el viento, se pierden por el camino. No, no son precisamente relatos alegres aunque es cierto que invitan a la reflexión.
«—Uno de los derechos fundamentales del hombre es el derecho a no comportarse como un imbécil. El derecho a ser diferente. —Y con voz ronca añadió—: ¡Por el amor de Dios! El derecho a ser tú mismo.» [Del cuento «Partridge en fiestas»]
Flannery O´Connor
Flannery O´Connor (EEUU, 1925-1964) ha sido comparada en múltiples ocasiones con otros de los grandes pesos pesados de la literatura norteamericana del siglo XX. Al igual que Carson McCullers o William Faulkner ambienta sus obras en los estados sureños mostrando la decadencia de una sociedad que, por una parte aun es reacia a aceptar la abolición de la esclavitud y sigue viendo en la comunidad afroamericana una clase inferior, y que por otra lucha por mantener una economía basada en la agricultura y la ganadería. Sin embargo, mientras que McCullers (a quien recuerda por esas descripciones de la naturaleza con esas puestas de sol sangrantes o esas casas de madera en las que algún personaje cree ver magníficos templos orientales) o Faulkner (con quien tiene en común esos diálogos internos llenos de connotaciones morales y a veces nihilistas)  lograron mantener su nombre en los cánones literarios, O´Connor cayó tras su muerte en el olvido. Ha sido en décadas recientes, gracias a la recuperación de su obra y a su estudio crítico, que ha sido recuperada deslumbrando por su gran coherencia narrativa y su estilo tan identificable.
«—En mis tiempos —dijo la abuela entrecruzando los dedos, delgados y venosos—, los niños tenían más respeto por su estado natal y por sus padres y por to lo demás. La gente era buena entonces. ¡Oh, mirar qué negrito más mono! —Y señaló a un niño negro plantado ante la puerta de una choza—. Qué estampa más bonita, ¿verdá?» [Del cuento «Un hombre bueno es difícil de encontrar»]
Generalmente, ante una recopilación de cuentos, mi tendencia es ir leyendo uno cada día a fin de poder asimilarlo e interiorizarlo, para que su huella quede grabada en mi memoria. Sin embargo, con estos «Cuentos completos» que reúnen los treinta y uno que escribió O´Connor me ha pasado algo curioso: no podía soltarlos. A pesar de que todos son diferentes entre sí presentan unos rasgos comunes que nos dan la clave de la técnica narrativa de esta excelente escritora. En primer lugar, siempre presenta a un personaje frente a otro, uno en un nivel de superioridad social (un empleador, un blanco, un joven) y el otro en un nivel inferior (un empleado, un negro, un anciano). El que se considera «superior» suele hacer un alarde de plenitud moral, de principios válidos e inamovibles, poseedor de la verdad universal, mientras que el otro suele ser observador o partícipe de cómo aquel ve caer su castillo de naipes. Los giros de sus relatos son en ocasiones inesperados porque, como en la vida misma, la reacción de las personas que tenemos enfrente son imprevisibles y sorprendentes, desconcertantes incluso, y es esa sensación de perplejidad la que nos atrapa y la que nos empuja, a pesar o quizá debido a, sus finales abiertos, a seguir leyendo sus relatos del tirón.
«—Jesús murió pa redimirte —le dijo.

—Yo no se lo he pedío —masculló él.» [Del cuento «El pelapatatas»]
En segundo lugar, O´Connor escribe haciendo referencias continuas a las Escrituras, lo que ha provocado que se le considere como una escritora católica. Sin embargo, los temas que ella trata y la forma en la que los aborda va mucho más allá de consideraciones religiosas pues realmente está hablando de cómo las personas conocemos a pies puntillas los principios éticos pero luego nos cuesta llevarlos a la práctica o cómo nos negamos a aceptar un rasgo de nuestra personalidad que no nos gusta y lo escondemos bajo discursos que después contradecimos con nuestros actos. Con un sentido del humor ácido, que incluso puede rozar el absurdo (como en «Enoch y el gorila», donde un hombre roba al otro su disfraz de simio para conseguir ser tan fuerte y admirado como él) logra ir al grano y esbozar sus personajes con tan solo un par de líneas, dotando también de gran simbolismo todos sus relatos, como si fuesen una parábola, algo que también Eudora Welty, otro de los grandes nombres de la narrativa estadounidense, hacía en sus relatos, no dejando nada al azar, no dando puntada sin hilo. 
«El mundo se creó pa los muertos. Piensa en tos los muertos que hay —dijo y luego, como si hubiera concebido la respuesta a todas las insolencias, añadió—: ¡Los muertos son un millón de veces más que los vivos y el tiempo que los muertes se pasan muertos es un millón de veces más que el tiempo que los vivos se pasan vivos!— Y soltó al chico lanzando una carcajada» [Del cuento «Más pobre que un muerto, imposible»]
Por último, O´Connor fue diagnosticada de lupus (la misma enfermedad de la que falleció su padre) en 1951 y a partir de ahí pasó largas temporadas ingresada en hospitales o en la granja que regentaba su madre, dedicada a escribir. Ese ambiente claustrofóbico fue aprovechado por ella al máximo diseccionando exhaustivamente cuanto le rodeaba. Las madres que aparecen en sus relatos, sacrificadas, abnegadas, recordando a sus hijos que están en deuda con ella al mismo tiempo que ellos intentan romper el cordón umbilical sin conseguirlo, podemos imaginarlas fácilmente como un reflejo de su propia madre. Así mismo cada vez que uno de los habitantes de esas granjas en las que todo transcurre como si no hubiese vida ni mundo más allá de ellas, se arriesgan a salir de ellas a la ciudad o a la carretera suceden cosas horribles como que te traicione la única persona que te quiere (como sucede en «El negro artificial»), que te asesine un peligroso delincuente huido («Un hombre bueno es difícil de encontrar») o que te abandonen y no sepas cómo volver («La vida que salvéis puede ser la vuestra») son también un espejo de la vida que llevó O´Connor en sus últimos años. Pero no sólo es difícil salir de la granja. Pero si difícil parece salir de la granja, más aun parece entrar en ella como sucede a los refugiados polacos que llegan huyendo de los pogromos nazis en «La persona desplazada».
«—Está en el corazón y en cómo se hacen las cosas. El modo de hacer las cosas está determinado por ser quien eres.
—A nadie en ese maldito autobús le importa quién eres.
—A mí me importa quién soy.» [Del cuento «Todo lo que asciende tiene que converger»]
En definitiva, una lectura magnífica que nos sumerge en la narrativa gótica sureña, cuyo acento y dicción peculiares mantiene O´Connor en sus relatos con esa exactitud que la caracteriza y que a ratos nos hará reír, a ratos llorar, a ratos escandalizarnos, siempre reflexionar. Los títulos de sus relatos son maravillosamente gráficos, sus diálogos, espléndidos, sus tramas, magníficas, sus desenlaces, imprevisibles, sus personajes, universales. Critica el mundo rural cerrado, las personalidades rígidas, la soberbia, la falta de empatía y humanidad, las relaciones de poder, la hipocresía, las desigualdades, el racismo, y aunque parezca que lo hace con resignación, como diciendo esto es así, nadie puede cambiarlo y para sobrevivir el hombre debe ser un lobo para el hombre, lo cierto es que si ahondamos en sus trasfondos no podemos dejar de encontrar una cierta esperanza. Leerla nos ayuda a comprender por qué a día de hoy se la considera una de las grandes. 


Ficha técnica
Puntuación: 9/10
Título original: The Complete Stories
Traducción: Marcelo Covián / Celia Filipetto / Vida Ozores
Editorial: De Bolsillo (3ª edición, 2014)
Páginas: 841
ISBN: 978-84-8346-131-0
Precio: 14,95 €

Comentarios

  1. ¡Hola! Había observado que estabas leyendo este libro, gracias a las actualizaciones en Goodreads, y entonces había recordaba que todavía no había leído ninguna obra de la autora. Me encantaría conocerla. Es verdad que gracias a esta reseña ya me he hecho una idea, y sí creo que me llegará. <33 Me alegro de que lo hayas disfrutado tanto. ¡La probaré! Algún día... ¡Muchos abracitos!

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    Respuestas
    1. Y entonces había recordado*
      ¡No revisé el comentario y pasan estas cosas! :'D

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