El corzo - Magda Szabó


LA ESPIRAL DE LA VIDA.

Magda Szabó (Hungría, 1917-2007) es una de las escritoras húngaras más traducidas de todos los tiempos. Merecedora de un gran prestigio internacional y también en su propio país (incluso a pesar de que su obra fue censurada entre 1949 y 1957 por ser declarada enemiga del Partido Comunista) esta obra alcanzó una gran repercusión al ser publicada en 1959 por ser interpretada como una crítica a la represión de ese régimen político y un alegato a la libertad de expresión y de ser uno mismo. Independientemente de las lecturas en clave política que puedan hacerse de esta obra, lo indudable es que el trabajo de estudio psicológico que Szabó realiza sobre los recuerdos, la envidia, el odio y la obsesión y cómo éstos pueden determinar nuestra vida y las decisiones que tomamos, es, simplemente, magistral.
«En mi infancia callé durante tantos años que después nunca aprendí a hablar; solo sé mentir o callar». (Pág. 11)
Estzer, una prestigiosa actriz de teatro de la Hungría comunista, camina sola, desorientada y angustiada, cojeando, con un tobillo hinchado, en unos zapatos que no son los suyos hacia un césped donde se sienta. Allí, por fin, puede liberarse de ese calzado que la aprisiona y dejar respirar sus doloridas fibras. Pero no sólo es ese zapato el que deja caer sino también sus máscaras, las que toda la vida ha llevado para transformarse en quien quisiera o le conviniera en cada momento, las que han ocultado su verdadero yo. Es ahí cuando Estzer comienza uno de los monólogos más bellos, honestos, intensos y crudos que se hayan escrito jamás, un monólogo en el que cuenta su verdadera historia, no la oficial de su biografía y que realmente dirige a Él. Pero, ¿quién es Él? Y, ¿quién es ella realmente? En un primer momento, como si de una espiral se tratase, Eszter nos hipnotiza con una profusión de nombres, de símbolos, de objetos, de saltos en el tiempo, que nos hacen sentir tan desorientados como ella misma. Poco a poco, mientras el relato va avanzando, logramos entender de qué nos habla y, lo que es aun mejor, comenzamos a conocer su infancia y el por qué de sus fobias y enconos.
«Yo no tengo cara, no tengo rasgos, todo se difumina si no lo arreglo con el maquillaje; solo poseo máscaras, ni siquiera una cabeza. Por la mañana soy diferente que por la tarde, y por la tarde diferente que por la noche». (Pág. 24)
Tecomaría 
Y es que Eszter odia a Mozart, a Czerny, a Chován, a cualquier compositor de piezas de piano, instrumento al que culpa de haberle arrebatado su infancia, ya que su madre, repudiada por su aristocrática familia por haber contraído matrimonio en su contra, se ve obligada a dar clases de este instrumento a niños de familia bien durante todo el día. Por la noche, extenuada y obligada a proteger sus manos, no tiene tiempo para enseñar a su única hija a tocarlo y dedica toda su energía y amor a cuidar de su marido enfermo.
Y es que Eszter odia la bondad, a la que nunca ha considerado un «estado natural» sino una consecuencia de unas circunstancias favorablesy los principios nobles pues su padre, un hombre rubio tímido y bello al que todos apodan «el abogado loco», se aferró hasta tal punto a ellos que murió enfermo y sumido en la más absoluta miseria.
Y es que Eszter odia también las flores, especialmente las campanillas rojas de la tecomaría, que le recuerdan a Angéla, igual que odiaba el corzo que tenía esa niña que deseaba ser su amiga pero a la que ella veía como enemiga porque representaba todo aquello que anhelaba tener y ser y que ni tenía ni era: bondad, belleza, don de gentes, generosidad, buena estrella, riqueza, altruismo.
Y es que Eszter, por encima de todo, se odia a sí misma.
«Me he quedado con el peso de mis culpas, pero por fin he podido desahogarme y, en consecuencia, todo se ha vuelto más pesado para mí. No sabría explicar por qué, aun así, me he sentido tan a gusto». (Pág. 11)
Los años han pasado, ella ha logrado el éxito gracias a esa asombrosa capacidad para mentir que logró desarrollar en su infancia a fin de sobrevivir. Es avara, mezquina y cruel pero lo oculta tan bien que pocas personas logran detectar esas grietas en su carácter. Se mantiene distante respecto a todos, crece en la creencia de que nunca nadie le ha amado, ni siquiera sus padres, quienes solo tenían ojos el uno para el otro y a ella la usaban de criada de la casa. Aprendió a robar huevos, a reclamar el dinero que le debían, a saber qué hacer para asegurarse una cena caliente cada noche, en definitiva, a ser adulta antes de tiempo en una manera que recuerda a los inolvidables «Claus y Lucas» (de la también escritora húngara y contemporánea Agota Kristof). Y en ese fluir narrativo, a medida que las máscaras van cayendo, vamos descubriendo quién es la verdadera Eszter, esa mujer de carácter complejo a la que a veces deseamos abrazar con todas nuestras fuerzas y a la que, otras veces, desearíamos golpear con saña su tobillo dolorido por ser tan miserable. Y es que nada es ni blanco ni negro y Szabó juega magistralmente con los grises y con los arquetipos universales hasta llegar al negro más absoluto, al resultado del odio que, enconado, se enquista y supura debiendo ser amputado de la forma más determinante posible. He aquí la grandeza de esta obra, su atemporalidad pues todos hemos codiciado alguna vez un corzo, envidiado unos ojos o un pelo o nos hemos obsesionado con un don. Angéla reaparece en la vida de Eszter, el corzo vuelve a correr hacia las vías del tren, comienza un camino hacia un futuro que realmente es un regreso al pasado porque aquello que no ha sido superado siempre regresa, otra espiral de la vida que Szabó relata en esta pequeña obra maestra que ha encumbrado a esta autora en mi pequeño altar literario particular. 


Título original: Az öz
Traducción: Adan Kovacsics
Edición: Minúscula (1ª edición. Febrero 2018)
Páginas: 258
ISBN: 978-84-9483480-6
Precio: 19,50€
Calificación: 9/10

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