La puerta - Magda Szabó


Lo que más me ha gustado: La relación entre la escritora y su empleada de hogar es fascinante pues va mucho más allá de una mera relación laboral y se convierte en una relación casi maternofilial con todas sus complejidades. La distinta clase social a la que ambas pertenecen y sus distintos caracteres serán limados para permitir un acercamiento entre ambas mujeres y dar pie así a una exploración profunda de las relaciones femeninas. Cada anécdota que nos narra Szabó sobre la personalidad de Emerenc, su pasado y su presente, es un abalorio que va engarzando uno tras otro hasta formar un hermoso collar que es la historia de «La puerta», llena de capas y llena de cerraduras que poco a poco se van desatrancando para permitirnos ver el interior invadidos por el suspense y la curiosidad.

Lo que menos me ha gustado: Me es difícil señalar algo negativo de esta obra porque si algo le caracteriza es un enorme completud. Tanto los personajes principales como los secundarios son de una viveza extraordinaria; nada es dejado al azar y todo se sucede o se menciona por algo; al mismo tiempo juega con los factores psicológicos pero sin entrar en la justificación ni en la autocomplaciencia. Es una obra templada cuando tiene que serlo y visceral cuando la narración lo requiere.
«Era en esa habitación donde escondía los verdores componentes de su identidad, y hasta que ella no estuviera dispuesta a abrir su puerta, por propios voluntad y rompiendo los siete sellos del secreto, no sabríamos quién era». 
La puerta es uno de esos elementos cotidianos que a menudo pasan desapercibidos. Sin embargo, su componente simbólico es tan potente que ha sido usado como recurso por el arte, el psicoanálisis, la arquitectura y, por supuesto, la literatura. La puerta permite la entrada a un recinto, a una habitación, a un compartimento armario. Mientras la abrimos desconocemos qué habrá al otro lado y es inevitable que a nivel inconsciente nos provoque un cierto desasosiego, una curiosidad, al desconocer con qué vamos a encontrarnos. La puerta impide también la entrada a curiosos, a desconocidos y a indeseables, garantiza nuestra intimidad, nuestra habitación propia, un lugar seguro en el que se nosotros mismos a salvo de intromisiones que puedan coartarnos o juzgarnos; un espacio donde podemos guardar bajo llave nuestros secretos, esos que todos tenemos no porque sean importantes y el mundo se vaya a desestabilizar si salen a la luz, sino porque son necesarios para conservar un refugio personal. La puerta es algo físico y tangible pero también es algo metafórico y es en este doble sentido del que se sirve Magda Szabó para construir el pilar sobre el que se sustenta esta novela que es una muestra de por qué estamos ante una autora excepcional, inteligente y brillante. 
«El oficio de escritor es de una servidumbre durísima, no puedes bajar la guardia en ningún momento porque si abandonas las frases a medio hacer se rebelan, se van por otro camino y si las recuperas, tienes que enderezarlas para que encajen en la nueva estructura». 
Magda Szabó (Hungría, 1917-2007) es la autora más traducida de su país. El tratamiento que da a sus personajes es de un calado psicológico tan profundo que crea auténticos arquetipos literarios que se quedan grabados en nuestra piel tras leerlos. Si en «El corzo» ahonda en el tema de la obsesión, la envidia, los sentimientos negativos que paralizan e impiden vivir con plenitud, en «La puerta» Szabó recurre a un episodio de su propia vida para, según ella, hacernos una confesión, expiar un pecado, pero al mismo tiempo, deleitarnos con una historia universal de abismal calado con múltiples capas, políticas incluidas. Cuando Magda se muda de barrio se da cuenta de que necesita contratar a una empleada de hogar que la libere a fin de poder dedicarse a escribir. Es así como Emerenc, una anciana que cubre siempre sus cabellos con un pañuelo, llega a su vida. A pesar de su avanzada edad se trata de una mujer fuerte, nerviosa y activa capaz de hacer el trabajo de cinco personas. Lo que comienza siendo una convencional relación empleadora-empleada va estrechándose paulatinamente hasta el punto de que cada vez se parece más a una relación madre-hija. Emerenc ve en Szabó y en su marido, también escritor, a un par de niños caprichosos e inmaduros que no levantan los ojos de los libros y que no dan palo al agua. Emerenc tiene un carácter de mil demonios, es imprevisible, agresiva cuando estalla y de una sinceridad brutal no apta para pieles finas, sin embargo, esconde un carácter bondadoso, honrado y auténtico con unos principios morales tenaces que cumple a rajatabla. Pero también esconde algo aun más enigmático: una habitación de su casa a la que nadie. Esa puerta permanece cerrada para todos los vecinos que ven en ello una muestra más de la excentricidad de la anciana, pero que la respetan como una figura de autoridad en el barrio, de referencia, porque ella es:
«la protectora de todos, generosa (...) la reina de la nieve, la seguridad, las primeras cerezas del verano, la primera casaca que caía madura del árbol en otoño, las dulces calabazas al horno en invierno y el brote verde primaveral en el seto del jardín». 
El hecho de que la historia esté narrada en primera persona hace que desde la primera página nos sentamos identificados con la autora al mismo tiempo que vemos a Emerenc a través de sus ojos y, como ella, vemos cómo pasamos de sentir por esa mujer temperamental y caprichosa algo parecido al amor-odio a venerarla a medida que comprobamos la fortaleza y la resolución de esta mujer. Todo enfermo en el barrio cuenta con que ella preparará su famoso «guiso de comadrona» para acelerar su recuperación; la nieve apenas molesta a los vecinos porque en cuanto cae un copo ahí está ella con su pesada escoba apartándola; los hijos siempre están bien cuidados porque es una niñera excelente; y si alguien pasa un momento de necesidad allí estará ella consiguiendo la ropa, el dinero, la comida, el trabajo o el utensilio que necesite. El mundo gira en torno a ella pero ella no se permite girar en torno a nadie. Los varapalos de la vida la han convertido en una mujer desconfiada y recelosa que guarda un mutismo absoluto sobre su pasado y sobre qué esconde al otro lado de la puerta. Hasta que un día decide confiar en Szabó y le permite traspasar el umbral a cambio de que nunca revele a nadie qué esconde y que se comprometa a salvaguardar su privacidad. 
«Durante mis años de estudiante universitaria sentía una gran aversión hacia Schopenhauer. Más adelante, la experiencia me enseñó a aceptar una de sus tesis: aquella que sostiene que toda relación afectiva nos hace vulnerables ante el sufrimiento, y que cuantos más los de este tipo establezcamos en la vida, más flancos débiles tenemos». 
Una novela sobre la dinámica de los secretos, la amistad y la lealtad, lo difícil que es crear vínculos afectivos y mantenerlos cuando venimos ya con la espalda llena de cicatrices y cómo actos bienintencionados de amor pueden ser vistos por la otra persona como una traición en toda regla. Un relato íntimo que explora en profundidad el vínculo entre dos mujeres que se necesitan y que a veces se odian con esa misma intensidad con la que lo hacen madre e hija paseando por Nueva York en la inolvidable «Apegos feroces» de Vivian Gornick e incluso a la de las dos amigas napolitanas, Lenú y Lina de Elena Ferrante en su famosa tetralogía. Si tuviera que hacer mi propio canon de autoras imprescindibles sin duda incluiría a Magda Szabó, una escritora capaz de hacer literatura con mayúsculas al mismo tiempo que no teme mostrarse tal y como es. Te echaré de menos, Emerenc...

Ficha técnica
Puntuación: 10/10
Título original: Az ajtó
Traducción: Márta Komlósi
Editorial: De Bolsillo (4ª edición)
Páginas: 314
ISBN: 978-84-8346-652-0
Precio: 9,95€

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