El quinto hijo - Doris Lessing



Lo que más me ha gustado: El dilema que en este libro nos plantea. Cuando lo terminé me quedé sin palabras con una mezcla de angustia y de alivio, un sabor agridulce con reflujos admirativos ante la aparente sencillez de una historia narrada de forma amena y coloquial pero con unas corrientes subterráneas de un contenido ético y de crítica social inconmensurables. ¿Quieren saber por qué Doris Lessing recibió el Nobel y es considerada como una de las grandes voces de la narrativa europea del siglo XX? Lean «El quinto hijo».

Lo que menos me ha gustado: la brusquedad con la que Lessing nos sumerge en un mundo oscuro lleno de dudas e incertidumbres tras haber buceado durante los primeros capítulos por las aguas tranquilas de la felicidad, la realización personal, la armonía familiar, la belleza de la familia tal y como siempre nos la han presentado en anuncios de televisión. No podía ser de otra manera porque la historia que cuenta y que ella definió como de «classic horror story» es dura hasta el punto de que reconoció que odió escribirla y mientras lo hacía sudaba sangre. Sintió un gran alivio al acabarla, alivio que, sin embargo, yo no he sentido al terminar la última página pues aun no se contestar a la pregunta clave: ¿qué hubiera hecho yo en el lugar de Harriet?
«—Sencillamente es un castigo — le dijo Harriet a David.
—¿Por qué? —quiso saber él, ya en guardia por el tono de ella; detestaba aquel tono de voz.
—Por engreídos. Por creer que podíamos ser felices, porque nosotros lo habíamos decidido.
—Sandeces —dijo él irritado—. Fue una casualidad. Cualquiera podría haber tenido a Ben
».
¿Qué tienen en común Harriet y David?, nos pregunta Lessing para a continuación darnos la respuesta: «¡Su actitud hacia el sexo!». Corren los años sesenta y ambos, en medio de esa explosión de libertad, experimentación y destrucción de etiquetas convencionales, se mantienen firmes en sus ideas conservadoras, anticuadas incluso. Ambos tienen claro que la felicidad radica en la estabilidad familiar, si bien por distintos motivos: mientras que Harriet aspira a ella siguiendo la estela de su madre y lo que ha visto en su propia casa, David lo hace porque al ser hijo de padres divorciados considera que careció de ella. Tener dos casas, dos padres y dos madres le volvió exigente y receloso de cualquier tipo de estilo familiar que se apartara del modelo tradicional y por ello ve en Harriet la horma de su zapato, sintiéndose atraídos inmediatamente el uno por el otro desde el momento en que sus miradas se cruzaron en esa fiesta a la que acudieron por compromiso, comenzando a hablar sin poder parar, como si todo lo vivido hasta ese momento hubiese sido una preparación para ese instante, «como si el hablar les hubiera sido vedado a ambos, como si se estuvieran muriendo por hablar». Comienzan su noviazgo, poco después se casan, ¿para qué perder más el tiempo?, y compran una casa tan enorme para llenar de niños que sus familiares les preguntan si pretenden abrir un hotel. 
«Harriet y David estaban juntos en la ventana. Harriet tenía al bebé en brazos. Él le pasó un brazo por los hombros. Intercambiaron una mirada rápida, casi culpable, por las reprimidas sonrisas de sus rostros, que creían que irritarían a los demás.» 
Doris Lessing
Hasta aquí todo podría parecer una historia normal de dos adultos que se enamoran y ponen su futuro en común si no fuese porque la forma en la que Lessing nos lo cuenta, con esa tensión latente que desde el primer instante nos hace sospechar, como en un buen relato de suspense, que algo terrible va a suceder. Con un ritmo fluido nos va narrando el estilo de vida y las aspiraciones de esta peculiar pareja que se enfrenta a todo su entorno familiar por perseguir su ideal de felicidad y nos va presentando a todo el clan a través de diálogos llenos de acidez pero también de empatía y cariño. Tienen el primer hijo, la casa se llena de adultos y de niños en Navidad. Tienen el segundo hijo, la casa se llena de adultos y de niños en Semana Santa. Tienen el tercer hijo, la casa se llena de adultos y de niños en verano. Tienen el cuarto hijo, Harriet cada vez está más cansada, David cada vez aparece menos por casa para trabajar pero la casa se sigue llenando con las carcajadas de los pequeños, los consejos de los adultos, «¿es que no pensáis parar?», «necesitáis un descanso», el millonario padre de David extiende talonarios, la pragmática hermana de Harriet se queja de que acapara a su madre para que la ayude, la glamurosa hermana de David va de divorcio en divorcio desenvuelta y libre... La tensión puede cortarse en el ambiente con un cuchillo de mantequilla, la tragedia se aproxima.
«—El problema no es Ben, sino usted. A usted no le gusta demasiado.
—Oh, Dios mío. ¡Otra vez no, por favor! —estalló Harriet en un tono malhumorado, lastimero. Miraba a la doctora Gilly, atenta a su reacción.
—He de decirle, en primer lugar, que no es culpa suya. Y también que es bastante frecuente. No podemos elegir lo que nos saldrá en la lotería... y eso es tener un hijo. Por suerte o por desgracia, no podemos elegir.
»
Llega entonces el quinto hijo, Lessing no nos ha engañado. Hay un antes y un después de su llegada. Lo que era una familia unida y una casa acogedora se va convirtiendo en una espantada sin mirar atrás, en un sálvese quien pueda. La propia Harriet ya percibió durante el embarazo que ese niño iba a ser diferente por la fuerza de sus patadas, la contundencia de su exigencia. Le llama «monstruo», es «el enemigo». El nacimiento de Ben podrá patas arriba todo lo que sus padres creían y defendían hasta ese momento de modo. ¿Qué hacer con él, con ese «Neanderthal» que no se sabe de dónde a salido ni a quién? La forma en la que Lessing describe a Ben así como el modo en que todos reaccionan ante su presencia me ha recordado inevitablemente a «La niña de oro puro» de Margaret Drabble, por la forma en la que plantea cómo aceptar al que es diferente, cómo integrarle social y familiarmente, cómo es necesario que los padres en este tipo de situaciones se sientan acompañados y apoyados por especialistas, docentes y doctores y cómo también, en este caso, el miedo que este nuevo miembro inspira al resto provoca la ruptura de la armonía familiar hasta el punto de que obliga a Harriet a plantearse un dilema sin salida: ¿qué hacer? ¿cómo actuar cuando su propio padre duda de que sea hijo suyo? ¿cuando sus hermanos le evitan? ¿cuándo todos los familiares que antes se pegaban a la casa ahora no aparecen por ella? ¿abandonarle en una institución a fin de preservar así al resto de los miembros y recobrar la felicidad, o, por el contrario, no olvidar que es su hijo, su responsabilidad, y aceptarle como uno más aunque eso suponga la tragedia? ¿hacer lo más conveniente o hacer lo correcto?
«Nadie me ha dicho nunca, nadie, jamás: "¡Qué habilidosa eres, has conseguido tener cuatro niños preciosos extraordinariamente inteligentes y normales! Puedes estar orgullosa. ¡Muy bien, Harriet!". ¿No le parece a usted extraño que nadie me lo haya dicho nunca? Pero con lo de Ben... ¡soy una delincuente!»
Doris Lessing
Cuando Lessing (Irán, 1919- Londres, 2013) fue preguntada sobre el significado de esta obra publicada en 1988 (alguna críticos aseguraban que se refería a la situación de Palestina, otros veían en él paralelismos políticos) ella contestó que lo que realmente le fascinaba era la necesidad de quien se acercaba a este libro de encontrarle una explicación ante el malestar que sentía al leerlo (1). De esa manera, dice, encontrándole un sentido, pueden pasar página y olvidarse de él. Sin embargo, eso no es posible con «El quinto hijo» pues el problema que en él nos plantea no tiene solución, no hay una forma correcta de actuar, hagan lo que hagan los protagonistas las consecuencias serán terribles para unos o para otros, especialmente para Harriet, la madre que es vista como un «chivo expiatorio», la culpable de todo cuanto está sucediendo. Lo cierto es que Lessing, la undécima mujer en ganar el Premio Nobel de Literatura en 2007 de las catorce que lo han recibido hasta el momento (de hecho he llegado a ella gracias al reto #WomenPNL impulsado por mi querida Diana del blog Con todo mi ser), lanza en este libro un dardo envenenado: ¿tú qué harías? A simple vista, si alguien se limitase a plantear el problema de forma fría y distante, la solución parecería obvia, pero los personajes de Lessing son tan cercanos que parecen un abrigo a colgar sobre nuestros hombros y nos hace difícil incluso desde la distancia, tomar una decisión. ¿Qué hubiese hecho yo de haber sido Harriet? Sinceramente, no puedo contestarles a esa pregunta y mi decisión cambiaba de forma alternativa según cada página, cada párrafo. Ahondando en la biografía de la autora descubrí que la estela de «mala madre», de anteponer su vida profesional a la maternal, la persiguió toda su vida puesto que al mudarse de la antigua Rodesia (hoy Zimbabue) a Londres dejó a los dos hijos de su primer matrimonio con su primer marido llevándose únicamente a Peter, nacido de su segundo matrimonio. Conocidas son también unas declaraciones en las que afirmaba que «no hay nada más aburrido para una mujer inteligente que pasar horas interminables rodeada de niños pequeños» (2). Quizás por ello la maternidad y la responsabilidad sobre la misma es el eje alrededor del cual gira este libro como si ella también estuviese planteándose preguntas y buscando respuestas. Si Lessing lo que pretendía con su literatura era que quien la lea no la olvide, que el eco de sus libros resuenen en su alma de tal manera que cada vez que vea escrito su nombre o se cruce con un libro suyo en una librería se le encoja el estómago en una mezcla de curiosidad, temor y admiración, sin duda conmigo lo ha logrado y me consta que no he sido la única atrapada por los barrotes de sus letras.

(1) Artículo del New York Times (1988) 
(2) Artículo de The Telegraph (2013) 

Comentarios

  1. Gracias por tus reseñas sobre fantasticas. De Doris Leasing solo he leído su autobiografía y un libro sobre gatos delicioso. Me gustaría tener su valor.

    ResponderEliminar
  2. Me alegro que comentes esa "brusquedad" repentina porque recuerdo perfectamente esa sensación, aunque hace mucho que lo he leído y me acabas de meter ganas de volver a leer a Lessing, creo que es el momento.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Retrato de un amigo - Natalia Ginzburg

Él y yo - Natalia Ginzburg

Invierno en los Abruzos - Natalia Ginzburg

Puñal de claveles - Carmen de Burgos «Colombine»