Lecturas de octubre


«A veces hasta el propio pensamiento es una invasión, como mirarse desnuda al espejo: da más vergüenza que si nos viera otro». (Pág. 24. La azotea. Fernanda Trías)
Cuando le preguntaron a Fernanda Trías si coincidía con Mariana Enríquez (autora argentina cuya lectura recomiendo encarecidamente si no la han leído ya) en su afirmación de que si un texto no le causaba pudor, vergüenza por contener cosas íntimas, ese texto no le servía, ella contestó que estaba completamente de acuerdo pues escribir es «como rasparse las rodillas durante una peregrinación» [El Deber. Periódico de Bolivia. 08/07/2017]. Escribiendo este post recordé esta frase y me di cuenta de que todas las mujeres a las que he leído este mes se han dejado las rodillas escribiendo, se han raspado la piel e incluso se les ha caído a tiras como consecuencia del ejercicio literario, a veces catártico, que han hecho en estos magníficos libros de que les hablo. A continuación les explico el porqué:

1. Rachel Cusk. Prestigio. Con esta última obra de su trilogía se ha consolidado como una de mis autoras contemporáneas favoritas. Los motivos por los que siento debilidad por ella son dos: el primero, su deconstrucción del «Yo» autobiográfico pues como si mirase su reflejo en un espejo para después romperlo con una piedra, asigna cada uno de esos pedazos a las personas con las que se va encontrando en su camino, en este caso en un país del sur de Europa, probablemente Portugal. Así, un relato tras otro, va trabajando su propia historia al mismo tiempo que la de esas personas, creando un hilo común en el que trata temas como la libertad, la justicia, la maternidad, el amor y el desamor, la amistad, la frustración... excavando como una tuneladora en los resquicios de las relaciones humanas. El segundo motivo es cómo logra relacionar todos esos relatos haciéndonos navegar por ellos como si surcásemos los canales de Amsterdam, todos distintos, pero todos unidos. La aparente trivialidad de las historias que cuenta nos impacta porque es como si nosotras mismas nos mirásemos en un espejo y eso, aunque parezca fácil, nos consta que hay que estar dotada de un gran talento para poderlo conseguir. 

2. Fernanda Trías. La azotea. Si hay un libro que me ha golpeado como lo hicieron en su momento «Nada crece bajo la luz de la luna» de Torborg Nedreaas y «Perdón» de Ida Hegazi ha sido éste, la primera «criatura salvaje» de una editorial que acaba de nacer: Tránsito. Leerlo es doloroso pues a través de sus páginas vamos comprobando, con la impotencia que sentimos las lectoras de no poder hacer nada, cómo Clara, una joven embarazada, comienza a cavar su propia tumba y la de su padre. El nacimiento de la hija, Flor, lejos de dar vida a esa familia, hace que se incremente el miedo que Clara siente a salir al exterior de su casa, en la que se encierran los tres. La nueva vida es en este caso sinónimo de muerte. Con cada vez menos dinero les van cortando la luz, el agua, se van reduciendo los suministros de comida... El tiempo es un látigo que les recuerda que fuera de la seguridad de su casa-útero todos los peligros del mundo les acecha y Clara sólo ansia una cosa: quedarse dentro de esa panza y con ella su hija y su padre. Incesto, depresión, locura, agorafobia... Si hay un libro que revuelve las entrañas y que nos hace patalear, es este; si hay un libro que remueve y que además tiene una excelente calidad literaria (la imagen de la azotea es inolvidable), es éste; si hay un libro que cumple con la exigencia de Kafka de ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros, sin duda, es éste. Un título más que añadiré como un imprescindible en mis #MaternidadesLit.

3. Herta Müller. Hoy hubiera preferido no encontrarme a mí misma. En el reto #WomenPNL, este mes tocaba leer a esta autora rumano-alemana y para mí ha sido un absoluto descubrimiento, como quizá lo sea para todos quienes gusten de la literatura íntima en la que primen más las metáforas que la historia en sí, la prosa lírica, en definitiva. Una mujer coge un tranvía y se dirige a una nueva entrevista, otra más, cada vez la citan más a menudo, con un agente de la intelligentsia de Ceaucescu. A través de recuerdos y de imágenes que se repiten recurrentemente (las cerezas, los botones, las antenas), Müller hace un retrato angustioso de cómo era la vida bajo el régimen comunista y como forma de protestar contra ese régimen en el que todo está prohibido (se extraña de que aún esté permitido mirar al cielo y deleitarse con la belleza de los amaneceres y los atardeceres) recurre a un relato fraccionado, con saltos en el tiempo, anárquico pero de una gran belleza. Porque si en algo es experta esta autora es precisamente en eso, en encontrar belleza incluso donde no la hay. 

4. Magda Szabo. La puerta. Y de una autora rumana a otra húngara que también sufrió la censura del comunismo en su país. Conocí a Szabo en «El corzo», una excelente historia sobre la obsesión y la envidia y me fascinó su voz narrativa tan intrigante y potente. «La puerta», una de sus obras más aclamadas, ha superado con creces mis expectativas. Una de las grandes cualidades de Szabo es la creación de personajes que pasan a la historia de la literatura por su complejidad y por ser arquetipos de las relaciones personales, y en este caso es Emerenc, una mujer que trabaja como criada para una escritora (alter ego de ella misma), la depositaria de una personalidad que nos enamora y, al mismo tiempo, nos irrita por sus prontos imprevisibles, su orgullo y su cabezonería. Y es que Emerenc, sin haber cursado ningún tipo de estudios, es más sabia que la propia escritora; sin haber ejercido ningún trabajo profesional, es psicóloga, cocinera, confidente, barrendera y enfermera de todo el barrio. Emerenc sólo pone una condición a todo el trabajo que realiza a favor de la comunidad: que respeten su intimidad y nadie atraviese la parte interior de su casa. La enfermedad de Emerenc desencadenará una serie de reacciones en la escritora de las cuales se arrepentirá toda su vida y este libro es un intento de expiar, o más bien confesar, lo que ella ve como su culpa. Un libro excelente. Una auténtica joyita. Y es que, todas nosotras, en mayor o menor medida, tenemos una puerta que sólo los más allegados llegan alguna vez a cruzar. 

5. Flannery O´Connor. Cuentos completos. Hablar de Flannery O´Connor es, en mi opinión, mencionar a una de las más grandes cuentistas de todos los tiempos. Diagnosticada de lupus en 1952, sabía que tendría una muerte temprana al igual que su padre, quien también sufrió esa enfermedad. Recluida en una granja de Georgia, ese ambiente cerrado en el que es difícil entrar pero también salir, determinaría en gran medida la atmósfera de sus relatos, en los que se entrecruza lo grotesco con lo miserable, la violencia con el racismo, los valores éticos por un lado y lo que se hace por el otro, la hipocresía, la estupidez humana. Sus relatos pueden perturbarnos por lo inesperado de las reacciones de sus personajes al mismo tiempo que nos hace reflexionar sobre hasta qué punto llegamos a conocernos a nosotros mismos y a actuar en consecuencia. El simbolismo que rodea sus historias así como la gran complejidad de sus personajes han convertido a O´Connor en un auténtico referente de la literatura sureña de EEUU y leerla, aunque a veces nos confunda, es una delicia, sobre todo gracias a esos finales aparentemente abiertos que nos obligan a estar pendientes de cada detalle que nos cuenta a fin de no perdernos nada. ¿Mis relatos favoritos? «Un hombre bueno es difícil de encontrar», «La persona desplazada» y «Un golpe de buena suerte». Nota curiosa: a pesar de ser contemporáneas, O´Connor y McCullers nunca llegaron a conocerse personalmente pero si conocían la obra de la otra y parece ser que no se profesaban precisamente admiración. Una pena pues las dos me encantan. 

6. Najat El Hachmi. Madre de leche y miel. Si en «La hija extranjera», la anterior obra de El Hachmi en la que contaba la historia desde el punto de vista de la hija, la autora se raspó las rodillas, en «Madre de leche y miel», el punto de vista de la madre, se las acabó de despellejar. Comparando las dos obras se percibe una clara evolución en El Hachmi que ha redundado en unos personajes mucho más redondos, una técnica narrativa a dos voces, la primera persona y la narradora omnisciente, que funciona muy bien y unos saltos en el tiempo que da aun más dinamismo a un ritmo ya bastante ágil aunque también profundo. El Hachmi sabe manejar perfectamente las emociones y nos conmueve con esas referencias tan amorosas a las relaciones maternofiliales, a las abuelas, a las hermanas al mismo tiempo que denuncia el encierro que sufren las mujeres del Rif, cómo la sociedad heteropatriarcal las convierte muchas veces en rivales y cómo a pesar de ser quienes llevan todo el trabajo tanto en casa como fuera de ella no tienen derechos ni libertad, ni mucho menos un «cuarto propio» ya que éste es el del padre, primero, y luego el del marido. Leer a Hachmi es una delicia y al mismo tiempo nos obliga a mirar más allá de nuestra sociedad y de nuestro ombligo, algo que es fundamental. 

7. Joan Didion. Noches azules. Lo confieso. Tenía muchísimas ganas de leer a Didion, sobre todo porque no dejaba de encontrármela por las redes. Sin embargo, como a veces suele pasar en esas ocasiones, este libro no me ha llegado. Sabía de antemano que trataba el duelo tras la muerte de su hija y estaba preparada para leer algo inmensamente emotivo que me rasgase por dentro pero con lo que me encontré fue con una prosa preciosa pero superficial y un manejo de las elipsis excelente pero excesivo. Esos silencios lejos de ayudarme a empatizar con su historia me alejaron de ella pues los vi como una mezcla entre frialdad (algo que podría ser comprensible porque para hablar de algo tan impactante imagino que habrá que tomar distancia) y desvío pues falta mirar de cara a la situación (algo que también podría entenderse teniendo en cuenta que Didion parece culpabilizarse por no haber podido encontrar a tiempo una solución o no haber hecho más de lo que hizo). Quizá mis expectativas eran demasiado altas, aunque recuerdo que «Paula» de Isabel Allende me impactó en su momento, o quizá la cercanía en el tiempo de la muerte de su marido la imposibilitó para ir en ese momento más allá. A pesar de todo intuyo que Joan Didion puede llegar a gustarme en alguna de sus otras obras y probablemente le de otra oportunidad.

Ensayo feminista del mes: 

Jacqueline Rose. Madres. Rose es crítica literaria y de ahí que este estudio sobre el papel de las madres a lo largo de la historia se ilustre de forma minuciosa con precisos ejemplos literarios que son un auténtico filón de títulos, autoras e ideas, desde las tragedias griegas hasta Elena Ferrante (a quien dedica un capítulo completo, y no es para menos), pasando por Edith Wharton y Charlotte Perkins. Y es que, dado que es un tema que tradicionalmente sólo se ha entendido como algo que pertenece a la esfera íntima de las mujeres, en los grandes cánones literarios apenas encontraremos referencias a él. Por otro lado, se consideraba que pertenecía al espacio privado muy alejado a lo que podía interesar a los grandes dramaturgos, así que no es hasta la historia reciente, cuando las mujeres por fin han empezado a ver cómo su voz es oída, que empiezan a aparecer relatos sobre él. Rose enlaza noticias de actualidad para poner de relieve que no sólo las mujeres han sido invisibilizadas sino que las madres lo son doblemente, sin transición, pero paradójicamente es a ellas (a nosotras) a quienes se nos exige una perfección sin parangón a fin de criar futuros ciudadanos y ciudadanas ejemplares que no sólo sean civilizados sino que también sean felices. De lo contrario, serán (seremos) los chivos expiatorios de cuantos males haya en este mundo. De esta manera, no se permite a las madres dictar las reglas, por ejemplo, participando de la vida pública y política, pero sí se les exige cumplirlas y es esta incongruencia la que destaca Rose en este lúcido y contundente ensayo. Un imprescindible. 

Comentarios

  1. Hace solo unas semanas vi un comentario sobre el Dr. Azaka Solution Temple, alguien hablando sobre cómo la ha ayudado en su relación también lo contacté porque estaba enfrentando el mismo problema en mi relación, hoy puedo recomendar con valentía la solución del Dr. Azaka Templo para alguien que también enfrenta una ruptura en su relación para contactarlo hoy para obtener ayuda porque me ha ayudado a restablecer mi relación a la normalidad, aquí están sus datos de contacto: Azakaspelltemple4@gmail.com o whatsapp +1(315)316-1521, gracias señor Dios lo bendiga.

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